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El debate público

Nueva opción

José Woldenberg

Reforma

02/03/2017

Que un grupo de ciudadanos anuncie su pretensión de participar en las elecciones de 2018 es una buena noticia. Si además se trata de personas destacadas en diferentes campos que han sostenido agendas pertinentes en muchas ocasiones contra viento y marea, mucho mejor. Si algunas de esas figuras gozan de buena fama pública y son reconocidas como dignas de confianza por algunas capas de la población, es un elemento más a su favor. Porque si una constelación de mexicanos no se identifica con ninguna de las organizaciones políticas que tienen registro resulta venturoso que busquen un cauce propio y multipliquen las opciones que el elector tendrá en la boleta.

El domingo 26 de febrero, en la Plaza de las Tres Culturas, encabezados por Emilio Álvarez Icaza, un grupo de ciudadanos informó su intención de presentar candidatos a diferentes cargos de elección en 2018, empezando por el de presidente de la República. Decepcionados de «la clase política» llamaron a forjar una opción alternativa. «La transformación de la nación debe radicar en un programa de gobierno que se enfoque en la educación, el respeto a los derechos humanos, la inclusión de grupos vulnerables, en acabar con los privilegios de la clase política y en erradicar los compadrazgos…». Según la nota, llamaron a «acabar con la partidocracia». (Reforma, 27-II-17).

Se trata de una expresión más del desencanto e incluso del hartazgo que existe en relación a la vida política. Por ello es posible que el llamado encuentre eco. La defensa de los derechos humanos y el combate a la corrupción son estandartes no solo pertinentes sino más que sentidos y resentidos por franjas apreciables de la población. Y no son pocos los que desean ver una renovación del personal involucrado en la política.

Ahora bien, el discurso que construye dos bandos irreconciliables: por un lado los políticos corruptos y por el otro los ciudadanos impolutos, y que tan exitoso ha sido en otras latitudes, tiene sus problemas. De partida, porque quienes encabezan la nueva opción están formando -lo asuman o no- un inédito partido, no en el sentido legal del término, sino en el sentido profundo del asunto, una parte de la sociedad que se organiza para intentar ocupar cargos de gobierno y legislativos. Son una opción, no La Opción. Y desde el momento que han anunciado sus pretensiones -legítimas- han dejado de ser solo ciudadanos para adentrarse en el berenjenal de la política, se han convertido en políticos. No hay escape. Y si logran un apoyo ciudadano suficiente es probable que logren estar en los circuitos de representación y gobierno. Y entonces como todo actor en ese escenario tendrán que competir y convivir con los otros. De eso trata la democracia. No de una fuerza que desplaza al resto.

La nueva opción es además parte de un fenómeno más general que está conduciendo a una mayor fragmentación política. La escisión en la izquierda, el declive, en votos, del PRI y el PAN, el fortalecimiento -aunque sea regional- de «partidos medianos», aunado a la emergencia de candidaturas independientes, parece marcar el tránsito de una etapa en la que lo fundamental de la política giraba en torno a tres partidos (PRI, PAN, PRD) a otra con mucho mayor dispersión. Esa fragmentación expresa los humores públicos, pero estamos obligados a tomar nota porque en democracia junto al momento expresivo de la pluralidad se requieren momentos de convergencia que hagan posible la gobernabilidad. Traducido al español, esto último quiere decir que lo más probable es que luego de los comicios de 2018 en el Congreso aparezca una fragmentación mayor de la representación y que si se da una contienda entre 3 o 4 candidatos presidenciales postulados por los partidos y otros dos «independientes» con arraigo y la del EZLN-CNI, podemos amanecer con un titular del Ejecutivo apoyado por menos del 30 por ciento de los electores. La Constitución ya prevé ante esa eventualidad la posibilidad de que el Presidente busque integrar un gobierno de coalición, ¿pero no sería pertinente además aprobar una segunda vuelta en la elección del Ejecutivo? Con dos finalidades: que no llegue a ocupar ese cargo alguien con más rechazos que apoyos y que en ese segundo momento electoral se empiecen a forjar los acuerdos para un eventual gobierno de coalición.