José Woldenberg
Reforma
02/02/2017
Así se llama un grupo, cuya base fundamental se encuentra en la Facultad de Economía de la UNAM, que de manera reiterada y sistemática ha venido analizando y alertando sobre el rumbo de nuestra economía y la necesidad de reorientarla. El 18 de enero hizo público un documento que intenta delinear opciones ante la irrupción del fenómeno Trump. Expresa un sentimiento de emergencia. Se titula: «En defensa del interés nacional. Ante la coyuntura crítica, ¿qué hacer?».
Vale la pena subrayar que en un mundo globalizado de manera inercial e inequitativa, las naciones subsisten, los Estados nacionales -erosionados, limitados, constreñidos, si se quiere- siguen ahí y muchas de las aspiraciones de las sociedades siguen planteándose en términos nacionales. De ahí que México tenga la necesidad de diseñar fórmulas que intenten atemperar, renegociar o de plano rechazar muchas de las intenciones amenazadoras que hoy provienen de nuestro vecino del norte.
El espíritu del documento merece ser destacado. No se trata de negar un entorno internacional adverso. Sería tonto y ciego. Pero sí de entender que la única variable que podemos modular es la de nuestro propio comportamiento. Dice el texto: «El discurso oficial señala varios elementos del contexto global que han afectado negativamente a la economía mexicana de tiempo atrás: letargo de la actividad productiva y desaceleración del comercio mundial, recesión industrial en Estados Unidos, deterioro de los términos de intercambio ligados a la baja de los precios de exportación del petróleo, alza de tasas de interés en Estados Unidos, creciente volatilidad en los mercados financieros y cambiarios internacionales, efectos recesivos del voto por la salida británica de la Unión Europea, además de conflictos geopolíticos en algunas regiones del mundo». En ese escenario hay que actuar porque diría Perogrullo: estamos en el mundo. Y sobre lo único que eventualmente podemos tener control es sobre nuestras políticas.
La situación se ve agravada por la llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos. Este «utilizó a México y a los mexicanos como protagonistas del torcido debate político-electoral… Se culpó a nuestro país de la pérdida de los empleos manufactureros; se generó un clima de animadversión contra los trabajadores migrantes y se les acusó de muy diversas manifestaciones de violencia y criminalidad». Y lo peor es que el fenómeno Trump no es solo característico de Estados Unidos. Los «nacionalismos exclusivistas» y las actitudes xenófobas y racistas están siendo detonadas en no pocos países para ofrecer un cauce de expresión ominoso a quienes han sido víctimas de un proceso de globalización inclemente: el que «favorece a grandes consorcios en detrimento de amplios segmentos de empresas y trabajadores; por la creciente automatización y la erosión de las organizaciones sindicales; por el retiro progresivo de las redes de protección social… por el abandono de políticas impositivas de corte redistributivo, y por el trato fiscal preferente que se ha dado al capital financiero sobre las actividades productivas».
Y si no queremos ser meros espectadores y víctimas de lo que sucede, apunta el documento, es necesario dar un viraje en la conducción de las políticas económicas, «una nueva agenda de desarrollo… que coloque al mercado interno y la inversión como motores principales de una expansión duradera y sustentable». Como fórmulas de emergencia -apunta- es imperioso «diseñar un programa de apoyo al empleo… otro de inversión pública para mejorar y ampliar la infraestructura… y renovar el pacto fiscal… para elevar los ingresos y reorientar y hacer más eficiente el gasto público, con criterios de progresividad, transparencia y rendición de cuentas». Y con un horizonte más ambicioso o de mediano plazo, dinamizar el mercado interno y «colocar al combate a la desigualdad como preocupación central». Y para ello el documento invita a repensar las políticas de desarrollo productivo, redistributivas y fiscales.
De manera retórica y edulcorada suele decirse que las amenazas son «ventanas de oportunidad». Pues bien, frente a las calamidades algo hay que hacer. Y reiniciar un debate sobre los instrumentos de política económica que puedan generar crecimiento y cohesión social parece obligado. Ojalá.