Rolando Cordera
La Jornada
05/02/2023
Hablamos de mundos nuevos o diferentes que se gestan en los calderos ardientes de una policrisis que asedia y aturde; también, cuando callamos y taimadamente optamos por un encierro aldeano que se mantiene en pie de guerra con aquel grito de cómo México no hay dos, clamor que, al poco transitar por estos ingratos y equívocos senderos, escuchamos en otras tierras, a pesar de las idiosincrasias profundas o superficiales que nos acompañan y califican.
La selva es selva, alta a la vez que profunda y extendida, aunque la criminal tarea de los taladores no cese. Si la biodiversidad asentada en el territorio mexicano ha sido atacada una y otra vez debido a la incuria burocrática y la avidez de los negociantes de lo ilegal, nuestra diversidad como economía política sigue siendo notable. El avance y predominio del capitalismo está estudiado y documentado, circunstancia que vuelve a hacernos contemporáneos de todos los hombres.
Hoy, por primera vez en la historia humana, nos alecciona Branko Milanovic ( Capitalismo nada más. El futuro del sistema que domina el mundo, España, Taurus, 2020), todos vivimos bajo un sólo modo de producción, que todavía convenimos en llamar capitalismo, sin haber resuelto aún de modo satisfactorio la gran cuestión histórica y política: ¿cómo concretar proyectos emancipadores y de igualdad y dignidad?
Respuestas no han faltado, como tampoco reflexiones en torno a los objetivos y contenidos de dicha aspiración que busca renovarse o reproducirse como idea-fuerza para los muchos presentes que nos abruman. No han sido los mercados libres los vehículos para procesar tal esperanza, cultivada por tirios y troyanos urbi et orbi, por lo menos desde el siglo XVIII, cuya última apuesta de esta índole acabamos de vivirla con particular intensidad porque a sus impactos internos se agregaron los provenientes de la salud, sitiada por los bichos, y ahora por largos y sangrientos meses de guerra en Europa y cercanías.
Complicado el horizonte para los terríco-las del que no hay escape, ni con ciertas ilusiones sostenidas por los super ricos de cambiarse de planeta, las que probablemente también sean un espejismo frustráneo y hasta destructivo, como en su momento advirtió el gran Karl Polanyi de la sociedad de mercado, al examinar la perspectiva y los muchos atributos que los liberistas de entonces le atribuían y querían construir en el Reino Unido.
Nada es gratis dicen los del precio de todo y poco saben del valor de las cosas y los esfuerzos, aunque el saberlo no resuelve el gran dilema inserto en los resortes de la economía de mercado y que tiene que ver con el desempleo, por un lado, y la enajenación por otro. No es éste, por cierto, fruto del dictado de inapelables leyes de hierro, sino sobre todo de decisiones de política. Estos y otros temas de igual calado y filo se nos vienen encima apenas nos asomamos al mundo, cada vez menos ajeno y cada día más cercano, inscrito ya en nuestros tejidos y reflejos. Lo que sigue sin aparecer es la visión y la voluntad organizada para lidiar con ellos y buscar la manera no sólo de sobrevivir a los tsunamis, sino de aprender y aprovechar los muchos activos forjados en décadas, ahora convertidos en novedades mercantiles, expectativas de innovación tecnológica, cultural y de conductas para convivir y defender la salud.
Con toda la consideración que me merecen los optimistas dichos de Zoé Robledo sobre el futuro de la salud pública, Dinamarca dista de ser horizonte satisfactorio y prometedor para nosotros; sus hazañas pueden no ser ajenas a quienes las han estudiado y buscan volverlas fuente de inspiración política e institucional, pero desde su dimensión demográfica y territorial, pasando por su historia y política recientes, por no mencionar los recursos con los que cuenta su Estado, el mensaje es inequívoco: su naturalización en valles, montañas y nuestras desbordadas ciudades mexicanas, es punto menos que imposible.
Paradigmas y horizontes, proyectos y aspiraciones hay que tener, como también saber usufructuar lo hecho en otras latitudes. Además, es obligado tener presente la historia, la geografía y la demografía que hacen de nuestra democracia y nuestra economía política lo que han sido. Y modulan lo que puede ser.