Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
28/06/2021
Durante varias semanas hemos tenido la engañosa sensación de que la pandemia comienza a ser menos grave. El discurso oficial que sigue esforzándose en aparentar que ya superamos esta crisis, el descenso en cifras de víctimas y hospitalizados así como el cansancio después de 16 meses de que se conoció el primer caso de Covid-19 en México, contribuyen a esa percepción de alivio.
De la fase más terrible de la pandemia, en enero pasado, cuando se registraban más de 20 mil casos nuevos cada día, en las semanas recientes llegaron a menos de mil diarios, aunque esa cifra ha venido aumentando. Hace dos semanas eran 2,200 diarios en promedio y la semana pasada 2,600.
Los casos de Covid-19 disminuyeron gracias a por lo menos cuatro circunstancias. Cada una de ellas tiene efectos limitados.
En primer lugar, se encuentra la vacunación. La administración de vacunas es lenta y limitada, ha estado supeditada al calendario electoral del gobierno y es controlada por operadores políticos pero, con todo y esas restricciones, ha tenido efectos positivos. Los más viejos, que son más vulnerables, ahora se infectan menos.
Hasta el 26 de junio se habían aplicado 43.7 millones de dosis de vacunas. Algo más de 11 millones de personas habían recibido una dosis y más de 18 millones tenían el esquema completo de vacunación. Sin embargo en muchas entidades la aplicación de la segunda dosis se ha retrasado y faltan por vacunar decenas de millones de jóvenes.
Un segundo factor es la extensión misma de los contagios. El ritmo de infecciones aparentemente disminuyó porque los ya contagiados tienen una inmunidad limitada pero relativamente eficaz. El Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, en Seattle (IHME por sus siglas en inglés) estimó la semana pasada que el 53% de los mexicanos han sido infectados por el coronavirus.
Ese dato indica que la epidemia ha sido más grave y más extendida de lo que sugieren las cifras de las autoridades mexicanas. Es difícil esperar la llamada inmunidad de rebaño para la cual, según el doctor Alejandro Macías, de la UNAM, se requiere que el 70% o 75% de la población se hubiera infectado. Además las nuevas variantes del virus que pueden afectar, en distintos grados, a los ya inmunizados.
Un tercer factor ha sido la responsabilidad de un amplio segmento de la población. Aunque cada vez vemos más personas en las calles y entre ellas muchas que no llevan cubrebocas, en términos generales los mexicanos han tenido disposición a portarlo —incluso en contra del vergonzoso ejemplo que ofrecen destacados funcionarios públicos—.
Según una encuesta de Consulta Mitofsky levantada el 20 de junio el 84% de los mexicanos dice que se pone cubrebocas cuando sale a la calle y sólo el 2% declaró que nunca lo usa. Sin embargo quienes creen que el peligro ya pasó, o que nunca consideraron que hubo una situación grave, son casi el 27% de los encuestados. Esa nueva confianza puede incrementar los contagios en el corto plazo.
El virus se propaga fundamentalmente por el aire. Aunque mucha gente sigue utilizando tapetes para desinfectar y recursos de esa índole que no atajan el contagio, la mejor precaución es traer cubrebocas y abrir las ventanas. De manera natural, en la época de calor hemos dejado circular el aire y eso ha permitido despejar las atmósferas contaminadas. Ese ha sido el cuarto factor. Sin embargo en invierno cerraremos las ventanas y aumentará el riesgo de contagios en espacios cerrados.
A pesar de que se encuentra entre las 15 economías más grandes del mundo, México ha sido de los países en donde la pandemia ha golpeado peor. El ya mencionado IHME considera que la cantidad real de fallecimientos por Covid-19 en México es 2.3 veces mayor a la que reporta el gobierno de nuestro país. Es decir, si este fin de semana la Secretaría de Salud informó que en México han fallecido 232 mil 500 personas por esa causa, la cifra real es de por lo menos 535 mil defunciones.
Otra estimación que el IHME hizo a mediados de mayo consideraba que México ha sido el quinto país del mundo con más fallecimientos por Covid-19. Azerbaiyán, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria y Albania habían tenido 673, 601, 560 y 529 muertes por cada 100 mil habitantes. México, habría padecido 498 fallecimientos medidos de esa manera. Nuestro país tenía la peor situación en América (Perú, en el décimo sitio, alcanzaba 447). Las muertes en México, de acuerdo con esa comparación, fueron más que en Brasil y Estados Unidos que tienen más víctimas en total pero en poblaciones más grandes.
En plena pandemia, nuestro gobierno siguió gastando en proyectos innecesarios. Algún día la sociedad mexicana ajustará cuentas con los culpables de esa negligencia. Por ahora es urgente intensificar la vacunación. Resulta injustificable que haya 10 millones de vacunas almacenadas y sin aplicar.
Hasta hace unos días, cuando en México se habían aplicado 43 millones de dosis, teníamos una proporción de 34 dosis por cada 100 personas. El promedio mundial es de 38. En comparación con las 34 dosis mexicanas y tan sólo en nuestro Continente las dosis aplicadas en Chile han sido 116, en Uruguay 109, Estados Unidos 97, República Dominicana 70, Costa Rica y Cuba 46, Brasil 44, Argentina 43, El Salvador 41 y Panamá 35 (Our World in Data, de la Universidad de Oxford).
En México está completamente vacunada el 14% de la población. En Chile el 52%, Uruguay 45%, El Salvador 17%, Costa Rica 16%.
Falta mucho. No hay que confiarnos, ni resignarnos.