Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
16/01/2017
El gobierno mexicano y el país todo han desperdiciado dos valiosos meses para prepararse ante el huracán que vendrá de Washington. Confiado en que no será para tanto, o resignado a responder y no a proponer, el gobierno del presidente Peña Nieto sigue reacio a ejercer el liderazgo o al menos la responsabilidad que tendría que mostrar ante la llegada del intolerante Donald Trump a la Casa Blanca. En el resto de la elite política y en la sociedad activa hay sobresalto pero escasas acciones.
Falta decisión, pero también imaginación. Quizá nunca antes la creatividad política mexicana ha enfrentado un reto tan desmesurado y complejo como el que tendremos a partir del viernes. Y pocas veces como ahora el gobierno se muestra tan obtuso, las fuerzas políticas tan desorientadas y la sociedad tan escindida como sucede hoy en día.
No debiéramos permanecer cruzados de brazos. El gobierno del presidente Peña Nieto ha decidido atrincherarse en Los Pinos a esperar los primeros golpes desde Washington para, hasta entonces, intentar esquivarlos. Confían en que el nuevo gobierno estadunidense, una vez que se enfrente a la realidad, no será tan agresivo como el presidente electo ha anunciado.
El pronóstico, aunque sea como hipótesis de trabajo, tiene que ser pesimista para tomar las prevenciones que sean necesarias. Desde hace más de dos meses, cuando conocimos el resultado electoral, hay acciones que se pudieron haber emprendido y que hoy alcanzan especial urgencia. Éstas son algunas de ellas.
1. Hacer política en Estados Unidos. Trump gobernará un país dividido. Llega a la Casa Blanca sin el voto de la mayoría de los estadunidenses que fueron a las urnas. Nuestro gobierno está obligado a mantener una interlocución intensa con la nueva administración en Washington pero además tendría que buscar acuerdos y alianzas con otros sectores.
En el Partido Demócrata, pero también en el Republicano, hay fuerzas que quieren mantener arreglos civilizados y eficaces con México. En estados y ciudades gobernados por demócratas, especialmente en donde hay núcleos importantes de ciudadanos y residentes de origen mexicano, hay oposición abierta a las políticas de exclusión anunciadas por Trump. México tiene que entablar y mantener vinculación activa con todos esos sectores, incluyendo a grupos de defensores de derechos humanos que cobijan y asesoran a los migrantes.
2. Ganar espacios y respaldo en el escenario internacional. El gobierno de Trump es una amenaza para la estabilidad y la paz en el mundo. A nosotros nos afecta de manera directa e inmediata, pero sus repercusiones son globales. La respuesta a ese fundamentalismo tiene que ser de tales dimensiones.
El presidente Peña Nieto tendría que estar conversando con otros gobiernos. Desde hace varias semanas debería haber viajado a Ottawa para entrevistarse con el primer ministro Justin Trudeau. México tendría que haberse acercado a gobiernos que han marcado distancia con Trump, como los de Alemania y Francia. Con Japón, debiera haber respuestas conjuntas a los amagos contra empresas niponas que trabajan en México. El nuevo escenario tendría que suscitar búsquedas comerciales pero también políticas en la Cuenca del Pacífico, comenzando por China. Y desde luego en América Latina, el frente natural pero tan habitualmente olvidado por nuestra diplomacia, sería necesario construir una nueva presencia mexicana.
En los foros internacionales podría desplegarse un perfil propio que la Cancillería mexicana ha descuidado durante muchos años. Por lo general, en el sistema de Naciones Unidas, México vota junto con Estados Unidos. Es hora de marcar distancias, sobre todo si la política del Departamento de Estado soslayará compromisos e incluso principios de los organismos internacionales más significativos. México tendría que ser, con razones y posiciones claras, un defensor muy activo de instituciones internacionales como la Organización Mundial de Comercio, la Corte de La Haya, la UNESCO en el terreno de la cultura y desde luego la ONU. En temas como el cambio climático, el frente anti-Trump es indispensable para atajar posturas bárbaras, como la que pretende que no hay calentamiento global.
3. Reivindicar derechos ante la justicia estadunidense. La deportación de mexicanos puede ser atenuada, y en algunos casos se le puede impedir, si a esos compatriotas nuestros se les protege con recursos judiciales. Los procesos de esa índole son largos y costosos pero pueden funcionar si se invierten asesoría legal, tiempo y dinero.
4. Apoyo a los consulados. A estas alturas el Congreso mexicano tendría que haber aprobado una dotación extraordinaria de recursos para respaldar a los 50 consulados que tenemos en Estados Unidos. Esa primera línea de la defensa del interés mexicano habitualmente cuenta con personal de carrera experimentado y esforzado pero que, sin sustento financiero, poco puede hacer.
5. Explicar, responder y comunicar. La imagen de México en la sociedad estadunidense ha quedado apabullada por la campaña de prejuicios y mentiras de Trump. Aunque sus acusaciones son absurdas, reflejaron y desarrollaron la xenofobia que siempre ha existido en Estados Unidos.
Ahora se requiere un esfuerzo de comunicación que responda y aclare, pero antes que nada que muestre el trabajo y la cultura de los mexicanos de allá, igual que los de acá. Esa tarea no puede resolverse simplemente contratando agencias de publicidad y espacios en los medios estadunidenses. Se requiere ganar acceso a la televisión y la prensa pero, sobre todo, llegar a los ámbitos en donde se educa, se entretiene y discute la sociedad en ese país. Los mejores aliados para ello pueden ser periodistas de origen mexicano que han ganado espacios y respeto en los medios de Estados Unidos. Al mismo tiempo hay medios mexicanos de carácter público cuyas transmisiones se difunden en aquel país.
6. Educación, cultura, diálogo. Promover el cine, el teatro, la literatura y el arte mexicanos, no debieran ser actividades secundarias u ornamentales como con frecuencia las ha tratado la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tendría que haber una auténtica ofensiva cultural para llevar a ese país, de manera intensa y eficaz, a creadores, y sus obras, no sólo a las ciudades en donde hay fuertes comunidades de origen mexicano sino también a zonas en las que se conoce menos el pensamiento y el arte mexicanos.
Las universidades son (o debieran ser) espacios favorables al ejercicio del diálogo. Los estudiantes mexicanos matriculados en universidades de aquel país podrían contribuir a esa lid por la explicación y la deliberación, sobre todo si entienden que la defensa de México no tiene que implicar la defensa del gobierno. Nuestras principales universidades, comenzando por la UNAM, tendrían que haber diseñado ya un amplio programa de visitas, intercambios y acuerdos en y con instituciones de Estados Unidos.
7. La migración que viene del sur. México ha contenido la migración de decenas de miles de personas que vienen de Guatemala, El Salvador y Honduras, fundamentalmente, con el propósito de llegar a Estados Unidos. Al realizar tareas de vigilancia y contención en nuestra frontera sur, el Estado mexicano cumple con obligaciones estratégicas y humanitarias pero además ayuda a los intereses de Estados Unidos. Por esa tarea nuestro país no ha requerido reciprocidad alguna del gobierno estadunidense. Es hora de empezar a hacerlo.
8. Revisar prioridades en la lucha contra el narcotráfico. Combatir a los delincuentes que lucran con drogas seguirá siendo una necesidad mexicana por motivos de elemental defensa del interés nacional. Pero con frecuencia los objetivos y las acciones en esa lucha toman en cuenta, cuando no están del todo subordinados, a las prioridades que impone el gobierno de Estados Unidos. Una nueva circunstancia como la que anuncia Trump implicará aquilatar esas tareas con nuevos criterios y revisar, con seriedad y sin dilaciones, propuestas como la legalización de la mariguana.
9. Los mexicanos que vendrán de regreso. El país debe disponerse a ofrecer empleo a los compatriotas que regresen de Estados Unidos. La mayoría de ellos son trabajadores calificados, por ejemplo en la industria de la construcción, y muchos tienen preparación académica. Aunque cueste gran esfuerzo, es preciso aprovechar esa mano de obra y ese talento. Si bien allí hay una oportunidad para las empresas privadas, sólo el Estado puede lograr la inversión necesaria. Es preciso entender que restringir el gasto público y rehuir el déficit fiscal como si fuera asunto del demonio son recetas que han sido ineficaces para una economía que debe apoyarse en las finanzas estatales a fin de lograr el impulso que nos hace falta.
10. Proteger el envío de remesas. El impuesto que ha anunciado Trump para las remesas que envían los trabajadores mexicanos a sus familias es ilegal y debe ser combatido con recursos jurídicos a todos los niveles. Pero además México podría crear mecanismos para tratar de eludir o al menos aminorar esa exacción. Instituciones del Estado como Nacional Financiera podrían establecer cauces para el envío de dinero que no cobren cuotas tan altas como las que ahora existen. O podría pensarse en vías institucionales para triangular la remisión de dinero.
Algunas de ésas y otras medidas han sido mencionadas desde noviembre por el Instituto de Estudios para la Transición Democrática y, en otros casos, por analistas y políticos como Jorge Castañeda y Armando Ríos Piter en la edición de enero de la revista Nexos. Es necesario que esas propuestas formen parte de una sola negociación con Estados Unidos y que no se diriman de manera aislada.
El agravio anunciado por Trump es para todo México. La respuesta tendría que ser una sola con cohesión, inteligencia y firmeza. Ésa es obligación del gobierno pero también de la sociedad. Hacerle frente al pendenciero es asunto de decisión. Aunque no haya gallina de los huevos de oro. Bueno, aunque no sean de oro.