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El debate público

Para entender y enfrentar el desastre

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

21/09/2020

Incapaz para revisar sus errores, el gobierno federal mantiene una actuación errónea y errática frente a la pandemia. La terquedad del presidente López Obrador y el subsecretario López Gatell, a contracorriente de las evidencias científicas, la experiencia internacional y el sentido común, a estas alturas resulta literalmente criminal.

   El presidente de la República quiere que el espacio público esté saturado por la rifa que no fue tal, las difamaciones que dedica a sus críticos o la embaucadora consulta sobre sus antecesores. Pero la pandemia y la inexistencia de una auténtica política pública para encararla son insoslayables. Las cifras oficiales registran ya casi 75 mil muertos. Hay que multiplicar por 3 o 3.5 para saber que en realidad estamos llegando a un cuarto de millón de víctimas. Muchas de ellas se hubieran evitado con una política epidemiológica distinta.

  Enclaustrados en esa amalgama de soberbia y negacionismo que mantienen desde comienzos del año, el presidente y el subsecretario desconocen o rechazan enfoques distintos a los que han impuesto en la conducción del gobierno ante la pandemia. El país ganaría muchísimo si leyeran sin prejuicios la sólida investigación suscrita por seis ex secretarios de Salud, La gestión de la pandemia en México. Análisis preliminar y recomendaciones urgentes. La coincidencia de tales ex secretarios manifiesta la gravedad de esta emergencia. Salomón Chertorivski, José Ángel Córdova, Julio Frenk, Mercedes Juan, José Narro y Guillermo Soberón encabezaron a la Secretaría de Salud en gobiernos y tiempos muy diferentes y han tenido trayectorias públicas también variadas. Ahora están de acuerdo en la necesidad de entender y enfrentar a la pandemia de Covid-19. El libro que suscriben es resultado de la investigación que coordinó Ricardo Becerra Laguna para Pensando en México, el consejo que encabeza el propio Chertorivski y en cuyas deliberaciones han participado los ex secretarios. Pensando en México es respaldado por Movimiento Ciudadano.

   A diferencia de los países asiáticos y europeos, México tuvo más de dos meses para prepararse ante la epidemia. Desde que al comenzar el año la propagación del SARS-CoV-2 fue noticia global, hasta que tuvimos el primer caso en México a fines de febrero, hubo tiempo suficiente para capacitar al personal de salud, comprar implementos médicos y, sobre todo, para alertar a nuestra población. Como todos recordamos, el gobierno federal menospreció la magnitud de la epidemia.

   El Consejo de Salubridad General, que es el organismo con atribuciones constitucionales para tomar decisiones en la epidemia, sesionó hasta el 19 de marzo y sus reuniones han sido escasas y por lo general simbólicas. “México no ha tenido una acción unificada en materia de salubridad general y por eso cada uno los gobiernos de las entidades federativas, incluso gobiernos municipales, sector privado, instituciones públicas autónomas, han actuado con criterios propios, disímiles, yuxtapuestos y no pocas veces contradictorios”, recuerda el libro.

   Allí se explica cómo han enfrentado la pandemia 14 países. A partir de esas experiencias, los autores subrayan una docena de lecciones que siguen vigentes y que, por desdicha, nuestro gobierno prácticamente ha ignorado.

   1. Hay que hacer pruebas, muchas pruebas.

   2. Es preciso apoyar al sistema de salud y a sus trabajadores.

   3. Debe haber apoyos económicos para que las personas puedan quedarse en casa.

   4. Es necesario que haya rastreo de las personas contagiadas tanto para que permanezcan en sus domicilios, o para que si necesitan  atención médica acudan a recibirla, como para encontrar a las personas con quienes tuvieron contacto y así identificar contagios.

   5. Es indispensable el uso de cubrebocas. “Un metanálisis publicado en The Lancet, que revisó 172 estudios clínicos de 16 países, concluyó que los cubrebocas no sólo son auxiliares, sino la medida más eficaz contra la infección al alcance de la población”. Cuando la pandemia llevaba más de siete meses y las evidencias sobre el uso de ese instrumento eran amplísimamente conocidas, el presidente López Obrador dijo en Oaxaca, el 24 de julio, acerca del cubrebocas: “No quiero entrar en polémica en este tema. Si se considerara que con esto se ayuda, entonces lo haría, pero no es un asunto que esté científicamente demostrado”.

 6. Claridad y transparencia en la información oficial. La experiencia internacional señala que el vocero que informe sobre el desarrollo de la epidemia debe ser políticamente neutro. Que sea la ciencia la que hable, para que la gente tenga confianza.

   7. No hay que apresurar la reapertura. “El virus que causa la enfermedad covid-19 tiene comportamientos desconocidos y exponenciales, aún por estudiar.” Varios países europeos han tenido que retroceder después de reaperturas precipitadas.

   8. Es un error establecer fechas fijas para el confinamiento y la reapertura. Los plazos fatales se convierten en candados para la acción sanitaria. “La reapertura se vuelve una posibilidad practicable cuando las curvas de contagios, hospitalización y fallecimientos han descendido de modo consistente a lo largo de 14 días, tal y como recomienda la OMS”.

   9. Hay que suspender eventos masivos tanto en el inicio de contagios, como en la etapa de apertura paulatina. Los rebrotes más grandes ocurren en situaciones de alta concentración de personas.

   10. Debe haber control de las fronteras, sobre todo del transporte aéreo. Este virus se ha globalizado fundamentalmente por avión.

   11. Hay que tener una epidemiología de precisión. Para detener los contagios masivos, los gobiernos deben tener capacidad para aislar poblaciones específicas, por barrios o distritos (como sucede ahora en Madrid).

   12.  Informar logros y errores, lo que se sabe y lo que no. Es indispensable que a los ciudadanos se les informe con honestidad. “En todas las experiencias ha sido mucho más provechoso admitir la incertidumbre y prepararse ante ella que improvisar datos que luego se revelan como falsos o extremadamente errados”.

   Nutrido de abundantes datos y de un seguimiento escrupuloso de la evolución de la pandemia, el libro enfatiza la insuficiente pero además desigual aplicación de pruebas para detectar la enfermedad. Hasta el 13 de agosto en la Ciudad de México se habían practicado 2169 pruebas por cada 100 mil habitantes. En Chiapas habían sido 156 por cada 100 mil habitantes. La Organización Mundial de la Salud recomienda pruebas a un habitante por cada mil, cada semana. Eso significa que en México deberían ser 127 mil semanales. Según ese parámetro, hasta el 28 de agosto tendrían que haberse realizado 3 millones 302 mil pruebas. Sin embargo sólo se hicieron un millón 320 mil. Se trata del 39% de lo recomendado.

   El modelo centinela, que el gobierno adoptó en los primeros meses de la epidemia, “fue insuficiente por limitado: sólo 1.9% de las unidades médicas (475) fueron habilitadas para captar a los contagios y más: su ubicación territorial no fue aleatoria. Es decir, la muestra que se captó en los meses de marzo y abril no tuvo capacidad para ofrecer información subnacional y no resultó estadísticamente válida. Por eso el modelo y las proyecciones del gobierno no han podido prever en seis meses ni la trayectoria general ni los momentos críticos de la epidemia”.

   A ese error se añade la debilidad que ya padecía nuestro sistema de salud y la decisión para no respaldar financieramente el seguimiento de la epidemia. Entre 2019 y 2020 el presupuesto para vigilancia epidemiológica, que ya se había reducido en la última década, se contrajo 7.1%. Estamos ante la peor epidemia en un siglo pero en 2020 el presupuesto para vigilancia epidemiológica fue 36% menor al que había en 2009 para combatir la influenza H1N1 y 28% menor al que se destinó en 2016 para enfrentar al virus del Zika.

   La adquisición de medicamentos e insumos médicos para atender a enfermos de Covid-19 se retrasó y entorpeció cuando el gobierno modificó las licitaciones consolidadas que habían funcionado en años anteriores. Médicos y enfermeras no han tenido implementos elementales como los cubrebocas N95. El libro registra, a partir de información periodística, 70 protestas de trabajadores de la salud, entre marzo y julio y en diversos lugares del país, por falta de insumos médicos y equipos de protección.

   La insistencia para que la gente se quede en casa, junto con el miedo a la hospitalización, propician que muchos enfermos dejen de recibir la atención que necesitan. Hasta comienzos de septiembre, “de 65 241 personas que de acuerdo con datos oficiales habían fallecido en México víctimas de la epidemia hasta el primer día de ese mes, 51 924 no habían recibido tratamiento con ventilador ni cuidados intensivos. Es decir, el 79.6% de quienes murieron víctimas del contagio con SARS-Cov-2 careció de la atención debida”.

   La gestión de la pandemia en México documenta lo que se hizo pero también propone qué debería hacerse ahora para enfrentar de manera racional y eficaz a la pandemia. Tres criterios para salir del confinamiento: a) que los contagios, las hospitalizaciones y los decesos se hayan reducido de manera sostenida y demostrada durante al menos dos semanas continuas; b) que los hospitales tengan capacidad suficiente para recibir nuevos enfermos en caso de que aumenten con la reapertura y c) que haya un sistema de vigilancia epidemiológica a partir de pruebas masivas entre la población.

   Al final del libro hay 14 recomendaciones específicas para que México emprenda “un segundo intento de control de la epidemia”. Ojalá este libro de 144 páginas fuera leído y atendido en el gobierno. Pero si no, tendría que ser conocido ampliamente por los ciudadanos. En esas páginas se podrán nutrir el debate público que hace falta acerca de la pandemia y, también, las medidas que la sociedad tome para protegerse ahora y, luego, para fincar responsabilidades por las omisiones y las ineptitudes que nos han traído a este desastre.