María Marván Laborde
Excélsior
08/09/2016
Durante esta semana hemos escuchado del Presidente frases que prácticamente se han convertido en mantra: “Yo no gobierno para ser popular”, “Tomo decisiones y asumo sus costos”, “yo no…” “tomo decisiones…”. Sin embargo, tenemos la seguridad de que no es un gran estadista quien lo dice, simplemente se trata de alguien que no sabe cómo reaccionar frente a la crisis.
La habilidad con la que Peña y su equipo armaron el Pacto por México ha sido inversamente proporcional a su capacidad de reacción frente a las crisis. Tenemos evidencia de que, frente a lo inesperado, se pasman. Ayotzinapa, la Casa Blanca, la rebelión de la CNTE, el fracaso electoral del 5 de junio, etcétera.
Tampoco supieron enfrentar el desastre que dejó Trump a su paso por México. El Presidente y su gabinete insisten en salir a defender lo indefendible. Todavía ayer en primera plana y en voz del ahora secretario de Hacienda, se afirmó que “México ganó con la visita de Trump”. Lo que pareciera una operación de control de daños sólo ha profundizado las consecuencias de la desafortunada invitación.
Los cambios en el gabinete pueden delinear el proyecto político electorero de los próximos 27 meses. Los más optimistas leen la salida de Videgaray de la Secretaría de Hacienda como una consecuencia de la invitación a Trump. Es cierto que Videgaray se quedó sin capacidad para negociar el presupuesto, pero cuesta creer que estén reconociendo el gravísimo error cometido. Por eso dudo que estemos frente a un castigo.
Los pesimistas podrán pensar que lo dejan sin cartera para que vaya al Estado de México a operar la elección de 2017. Pero hay una versión aún más pesimista, no falta quien considere que puede tener posibilidades de ser el candidato del PRI al Estado de México. Dicen los que saben, que este cambio se venía fraguando semanas atrás, que todo estaba paralizado al interior de Hacienda.
El enroque con Meade, al sacarlo de la Sedesol, nos permite suponer que sus posibilidades de ser candidato han llegado a su fin. Hasta ahora la Secretaría de Hacienda ha sido un pésimo trampolín para Los Pinos y con el recorte al gasto público que se le ha encargado operar hará más enemigos que aliados políticos. Para su desgracia, los priistas no lo reconocen como suyo y los panistas lo miran con desconfianza.
Por otro lado, las tareas encomendadas a Meade hablan por sí solas de las limitaciones de su predecesor. Se le nombra para presentar y negociar el presupuesto de 2017 que él no elaboró. Se anuncia un recorte draconiano del presupuesto que tocará, necesariamente, inversión y gasto corriente. Es urgente estabilizar la economía nacional y, en particular, detener el crecimiento de la deuda pública. Después de todo, pende sobre México la mala calificación de dos calificadoras que advierten la necesidad de recuperar la disciplina olvidada en el sexenio.
Luis Miranda es ascendido a secretario y tendrá a su cargo la operación del gasto de la Sedesol, mismo que se incrementará, según las instrucciones del Presidente. Ésta es una plataforma privilegiada para el operador político de confianza del Presidente. Con miras a 2017 y 2018 le han dado el control sobre el presupuesto que, seguramente, estará destinado a alimentar clientelas y lejos estará de combatir la pobreza. Quizá desde esta cartera se busque comprar la paz con la CNTE y postergar la Reforma Educativa.
Antes del Informe la situación se veía complicada; no es exageración decir que ahora la gobernabilidad del país se ha puesto en riesgo. Al incremento de la inseguridad y el recrudecimiento de la violencia del crimen organizado se suma la beligerancia de la CNTE. El conflicto con las iglesias poco disminuyó con la cancelación de la iniciativa por el matrimonio igualitario. Los empresarios recibirán con agrado el no incremento de impuestos, pero lejos estamos de que recompongan la relación con el gobierno. Finalmente, los incrementos al gas, la gasolina y la electricidad pegan directamente a esas familias que el Presidente dice que no serán afectadas.
Las cosas buenas no se cuentan porque las malas pesan mucho y trastocan todos los ámbitos de la vida nacional.