Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
14/05/2018
Los actos fallidos a veces llegan a ser de una transparencia maravillosa. En una frase, aunque su autor no lo haya previsto, se develan intenciones u obsesiones que habían sido encubiertas con abundantes aseveraciones o evasivas. Quienes titularon Pejenomics al panfleto que sintetiza la propuesta económica de Andrés Manuel López Obrador tienen que haber advertido que ese título remite al término Reaganomics, que fue como se le llamó al plan del presidente Ronald Reagan a comienzos de los años 80. Las coincidencias van más allá del nombre.
La Reaganomics se propuso impulsar la economía estadunidense a partir de una contracción del Estado: fuertes recortes fiscales y al gasto social, desregulaciones en áreas como transportes, salud y el sector financiero, así como un severo control de la inflación.
La Pejenomics anuncia “no aumentar impuestos ni crear nuevos” y una política de “baja inflación” entre otras medidas. Se trata de un proyecto destinado a congraciarse con los empresarios después del enfrentamiento que el candidato de Morena tuvo con ellos en las semanas anteriores pero que no toma en cuenta a los trabajadores, ni al pueblo al que dice representar López Obrador.
La primera duda que suscita Pejenomics es si AMLO realmente está comprometido con ese documento. Ya se ha vuelto costumbre que los discursos que pronuncia al medio día, hacia la tarde son interpretados o matizados por sus asesores y voceros. En todo caso se trata de un esfuerzo de síntesis y de pedagogía política evidentemente con fines de propaganda pero que, a falta de un discurso sustancioso de ése como de todos los candidatos, vale la pena tomar en serio.
Haciéndose eco de varias opiniones, el documento sostiene que “el combate a la corrupción y el saneamiento de las finanzas públicas son muy buenas noticias para las corporaciones de todos los tamaños”. En realidad no se necesita citar a la firma Goldman Sachs o al excorresponsal Alan Riding para sostener ese lugar común. Por supuesto la corrupción y la ineficiencia se encuentran entre los mayores lastres para el desarrollo. El problema es que en ese documento, y en general en el discurso de López Obrador, no hay una sola medida para remediarlas. El candidato de Morena, como es ampliamente sabido, asegura que su ejemplo bastará para que la honestidad, desparramada desde la cima de la pirámide gubernamental, se extienda por todo el sector público.
Así como el diagnóstico es elemental, la propuesta de Pejenomics está repleta de frases que resultan vacías al carecer de precisiones. “El proyecto de AMLO —se dice— no está en contra de la globalización. Busca que los beneficios de un México abierto al mundo se distribuyan de manera más equitativa”. Pero ¿cómo? ¿De qué manera interesar a la inversión externa sin incentivos precisos? Y sobre todo, ¿cómo impulsar el desarrollo sin un Estado capaz de regular al mercado sin excesos pero sin negligencia?
Los intérpretes o asesores de López Obrador presentan seis grandes propuestas que se pueden comentar brevemente.
1. “Fomentar la diversidad de actores en el sector bancario y propiciar condiciones para la competencia”. La Asociación de Bancos de México registra 52 instituciones de esa índole en nuestro país. Aunque son muchas, las cuentas y transacciones están concentradas en menos de media docena de ellas. El problema no es que sean muchas o pocas, ni la competencia entre ellas, sino la discrecionalidad con la que manejan el dinero de los ahorradores. Nada de eso pretende remediar la propuesta de AMLO que, así presentada, resulta hueca.
2. “Crear un fondo mixto de inversión pública y privada para detonar proyectos de infraestructura”. Fondos de ese carácter ya los hay. El proyecto de inversión pública y privada más importante es el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. ¿Qué garantías pueden tener los posibles inversionistas cuando el candidato que habla de inversión conjunta ha descalificado la iniciativa más cuantiosa de esa índole? El documento menciona un fondo mixto. ¿Con qué reglas, para qué beneficiarios, para cuáles proyectos específicos? Si se trata de un solo y gran fondo de inversión, en él habría algunos invitados notables e, inevitablemente, muchos otros posibles inversionistas quedarían excluidos.
3. “Aumentar y diversificar las exportaciones”. Nadie cuestionará esa propuesta. Pero ¿en qué ramas de la producción, con qué estímulos y en busca de cuáles mercados están pensando?
4. “Aplicar una política de cero endeudamiento y baja inflación”. Esta frase parece de ama de casa medrosa y retraída. La deuda es un instrumento que, manejado sin excesos, puede estar al servicio del desarrollo. El control de la inflación es insoslayable pero debiera ser resultado de la política económica y no al revés. Los autores de Pejenomics ni siquiera mencionan el déficit público, que es otro recurso de las economías contemporáneas. En este como en otros temas, el documento de López Obrador está dominado por una concepción conservadora de la economía.
5. “Consolidar destinos posicionados e incentivar nodos de desarrollo turístico regional en zonas con potencial”. Dejemos para otro momento la discusión semántica, o metafísica, sobre los “destinos posicionados”. El lenguaje tecnocrático, como el que abunda en el mencionado documento, nunca se distingue por su claridad. La propuesta sugiere que hay que fortalecer destinos turísticos cuyos ingresos beneficien a las regiones en donde estén ubicados. Pero no se dice cuáles playas o zonas arqueológicas, o qué ciudades medianas o pequeñas. Más adelante se propone “aumentar el turismo interno con paquetes destinados a segmentos de bajos recursos”. Sería espléndido, pero antes que eso es necesario que esos mexicanos tengan recursos para sus necesidades más apremiantes y no sólo para viajar. Allí hay un problemita que señalamos más adelante.
6. “Favorecer los programas universales que detonan el consumo y las economías regionales”. ¿Como qué, por ejemplo? ¿Con qué recursos? ¿Con cuáles reglas? ¿Cómo se puede estimular el consumo si no hay una política para mejorar los ingresos?
Igual que otros proyectos que ofrecen mucho sin decir de dónde, la propuesta de López Obrador carece de medidas específicas. Peor aún, se cercena la posibilidad de emprender una auténtica reorientación de la economía al renunciar al mecanismo más importante que tienen los estados, en todo el mundo, que es la política fiscal. Esa omisión confirma, por si alguien tenía dudas, el carácter conservador de la propuesta de Morena y su candidato. No son los únicos.
La posibilidad de aumentar impuestos para que el Estado cuente con recursos que le permitan desplegar auténticas políticas sociales, que es uno de los temas centrales de las campañas electorales en otros países, se ha vuelto tabú en la política mexicana y ningún candidato o partido se atreven a mencionarla. Pejenomics propone “generar el ajuste fiscal mediante la reingeniería del gasto público” pero, por muchos ahorros que hiciera, un gobierno de López Obrador tendría menos para hacer más.
La mayoría de sus propuestas resultan retóricas a falta de los cómos que las sustenten. “Apoyar la producción en los cultivos, principalmente granos, para abatir el actual déficit comercial en ese segmento” y, de manera más amplia, “lograr la soberanía alimentaria”, es una formulación riesgosa y en no poca medida ilusa. ¿Tiene sentido invertir dinero público para que todo el maíz y el arroz que consume el país sea cultivado en México aunque para ello sea preciso subsidiarlo? Al desconocer precios y flujos comerciales de la economía global, la propuesta de AMLO condena a los campesinos a depender del Estado (y de sus fluctuantes capacidades) para tener mínimos de subsistencia en vez de buscar otros cultivos o actividades productivas más rentables.
Un amplio rubro en Pejenomics anuncia apoyos financieros a las Pequeñas y Medianas Empresas pero más con propósitos clientelares que a partir de una política de desarrollo. Financiamientos ya existen pero lo que requieren las Pymes son planeación, capacitación y asesorías para mejorar su desempeño y, de parte del Estado, menos burocracia. Con frecuencia la suposición de que sólo necesitan créditos las lleva a comprar, así, nuevos problemas. Otras propuestas de AMLO, como el apoyo a “jóvenes emprendedores”, ya han sido impulsadas por el actual gobierno.
Pejenomics carece de metas macroeconómicas. No indica qué PIB se pretendería alcanzar, entre otras ausencias. En el documento no hay una sola palabra acerca del petróleo, la electricidad o los energéticos. (Sólo se dice que se promoverá “alta tecnología en sectores como energías limpias”). En México todavía es imposible pensar en una política económica sin tomar en cuenta el petróleo que, como es bien sabido, es un tema que ha interesado vivamente a López Obrador. Tampoco se dice nada acerca de telecomunicaciones o internet.
Hay omisiones peores. En Pejenomics no se habla de política salarial, ni de un ingreso mínimo. Allí no hay políticas de redistribución (acaso porque, sin Estado con capacidades económicas, no habría recursos ni mecanismos redistributivos).
Más aún, la palabra sociedad no aparece en el documento económico de López Obrador. Tampoco el término “social” (excepto en una cita un tanto amañada del economista Paul Krugman).
El documento de López Obrador tiene la virtud de suscitar la discusión en torno a iniciativas y ausencias en materia de política económica. Es lamentable que los otros candidatos presidenciales no salgan de los discursos que vienen pronunciando hace mes y medio y que no propongan, con énfasis, temas e ideas para el debate público.
Al comienzo de Pejenomics se explica “este texto fue creado para quienes dudan de la viabilidad del programa económico de Andrés Manuel López Obrador”. Después de sus 18 vistosas páginas se puede concluir que esas dudas quedan ratificadas pero, sobre todo, gracias a él se confirma el carácter antipopular de ese proyecto.
La propuesta de Morena y su candidato es una mescolanza de ortodoxia neoliberal (congelar impuestos e inflación, evitar regulaciones) con destellos de autarquía económica. Los beneficiarios de ese proyecto serían algunos empresarios (no se indica cuáles) pero no habría, o no se menciona, una política amplia de alicientes para la inversión doméstica y foránea.
La economía que ofrece López Obrador ignora a los trabajadores y a sus familias. No se propone mejorar sus ingresos sino solamente crear ayudas en algunos casos. En Pejenomics no aparece el término “salarios”. Tampoco se menciona la palabra “pobreza”. Es una Reaganomics a la mexicana, 35 años más tarde, en un mundo notoriamente distinto y en un país cuyo principal reto es la desigualdad social. Bautizar Pejenomics a ese documento fue un transparente acto fallido. O quizá no.