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El debate público

Perdidos en las plataformas

 

 

 

 

 

 

Jorge Javier Romero Vadillo

Sin Embargo

23/11/2017

 

Con el buen fin llegó la oferta de las malas plataformas electorales, típicos saldos ilegibles que presentan los partidos para salir al paso y cumplir una obligación legal. Casi siempre se trata de pegotes hechos a varias manos, pero sin concierto alguno, sin hilo conductor y, sobre todo, sin proyecto coherente que articule sus listados de propuestas no pocas veces contradictorias entre sí. Por lo demás, se trata de documentos irrelevantes a la hora de definir el voto ciudadano, en buena medida porque con excepción de algunos académicos, unos pocos periodistas y uno que otro elector obsesivo nadie las lee.

Frente a las plataformas y los programas electorales de los partidos la actitud predominante de los votantes es la de la ignorancia racional: el costo de adquirir los conocimientos suficientes para tomar una decisión plenamente informada no compensa el posible beneficio individual obtenible, por lo que resulta fútil tomarse el tiempo e invertir los recursos necesarios para obtener esos conocimientos. Los votantes calculan la relevancia de su sufragio individual en el curso posible de los acontecimientos y mejor deciden con base en los paquetes de información genéricos que ofrecen los partidos, que en este caso funcionan como marcas, y por la simpatía o antipatía que les generan los candidatos. Y qué bueno que es así, porque si los electores leyeran y analizaran los bodrios que presentan los partidos y con ello decidieran su voto, nadie votaría.

La falta de coherencia de los documentos presentados durante el pasado fin de semana debería, con todo, avergonzar a sus autores, a los candidatos que supuestamente las defenderán en sus campañas y a los militantes que las votaron. En la mayoría de sus enunciados ni siquiera parecen ser soluciones de compromiso entre posiciones divergentes, como sería comprensible en la plataforma del pretendidamente ciudadano frente. Tanto el de manera pretenciosa llamado “proyecto de nación” de MORENA, como la plataforma común aprobada por el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano parecen más bien producto de la improvisación, la ocurrencia y la recopilación descuidada de propuestas que un trabajo de elaboración reflexionado y coherente.

Entresaco algunos botones de muestra de la falta de coherencia en la plataforma de MORENA, plagada de contradicciones, hecha con evidente influencia de algunos grupos de interés particulares, aunque también con destellos obtenidos del conocimiento experto. En materia de seguridad y justicia, un tema en el que he centrado mi interés académico y mi activismo en los últimos tiempos, abundan las contradicciones: proponen la reducción del uso de la prisión preventiva (bien), pero pretenden la ampliación del listado constitucional de supuestos en que puede usarse; ofrecen el retiro gradual y programado de militares de tareas de seguridad pública, pero, en consonancia con la nostalgia decimonónica de su líder nato, plantean la remilitarización vía la Guardia Nacional. Una perla pescada al vuelo: los editores ni siquiera le quitaron un “en apoyo de tu idea…” a un párrafo seguramente sacado de una comunicación personal del escribano con el mismísimo caudillo López Obrador.

Conviven en el indigesto documento propuestas acertadas e innovadoras, como la evaluación sistemática del Nuevo Sistema de Justicia Penal, la atención temprana en las agencias del ministerio público, la autonomía de servicios periciales o la creación de un Colegio Nacional de Seguridad Pública para formar policías de alto nivel técnico, con despropósitos de tomo y lomo, como el nombramiento del fiscal general por el presidente de la República sin control parlamentario ni mecanismos de reclutamiento profesionales, a la manera del antiguo procurador, instrumento directo del ejecutivo para ejercer su arbitrariedad en la procuración de justicia, el apoyo a una Ley de Seguridad Interior, que por lo demás contradice el propósito general expresado en el documento de garantizar que la seguridad pública esté en manos civiles, o la tontería de revivir a la Guardia Nacional, vía para mantener la militarización de la seguridad, disfrazando de azul a los ahora verdes soldados.

En otros aspectos, es evidente lo variopinta de la coalición formada en torno a López Obrador, cuyos integrantes, como es natural, quieren hacer valer sus agendas particulares a cambio del apoyo al amado líder. En lo tocante a la ganadería, por ejemplo, se llega al detalle de enlistar las normas oficiales que se pretenden cambiar, lo que exhibe el grado de influencia de Alfonso Romo en el entorno lopezobradorista, mientras que la ausencia de precisiones es escandalosa en temas que deberían ser centrales para un proyecto pretendidamente de izquierda, como la universalización del acceso a la salud. A pesar de que afirman que su “no es un simple catálogo de propuestas y buenos deseos sino una lista estructurada y exhaustiva –aunque no limitativa– de proyectos y programas que buscan soluciones prácticas a realidades concretas”, el sabor de boca es el de una piñata en cuyo jarro caben propuestas contradictorias y, sí, listados de buenos deseos sin concreción viable.

La plataforma del frente que se dice ciudadano, aunque hasta ahora no ha mostrado ser otra cosa que una coalición de partidos en torno al reparto de candidaturas para salvar los trastos, no se queda lejos en ambigüedades genéricas y, desde luego, está muy lejos de ser una hoja de ruta para un cambio de régimen. Si es cierto lo publicado por Juan Ignacio Zavala en Twitter, donde presenta una diapositiva con los supuestos logros del PAN en el documento, los vetos conservadores colocan al PRD y al Movimiento Ciudadano a la zaga de la derecha en la alianza, mientras el terreno común se vuelve tan ambiguo que acaba por no significar nada.

Documentos chirles que, sin embargo, permiten vislumbres de la manera en la que fueron cocinados, con la pretensión de quedar bien con todos, pero que al final no tiene ni gracia ni interés. Qué bueno que los electores aplican la ignorancia racional y no perderán su tiempo leyéndolos.