Ricardo Becerra
La Crónica
21/03/2021
Admitamos: no todo es responsabilidad de la incompetencia del gobierno mexicano. El proceso en el que estamos metidos (una vacunación sin vacunas) adquiere motivaciones más allá del desorden propiamente nacional y tiene que ver con el hecho puro y duro de una inmensa demanda hacia un producto que el mundo no conocía en octubre pasado y que ha generado una serie de desconciertos, cuellos de botella, escasez, encarecimiento y presiones políticas de las que más nos vale estar conscientes para moldear expectativas y hacer planes que, sencilla y cabalmente, se cumplan.
El primer orden de problemas es logístico, pues ninguna de las vacunas -mucho menos las de mayor efectividad- emergen de un solo establecimiento. Todas forman parte de una cadena. Son diseñadas en al menos tres plantas distintas donde reciben tratamientos diferentes. Allá, se cultivan las bacterias que ofrecen su ADN para construir los famosos plásmidos; aquí se les envuelve con lípidos y otros ingredientes rarísimos, cuidadosamente cosechados, y acullá, se les envasa en frasco de cristal especial y sellos de caucho ultrahigiénicos. Luego viene el delicado proceso de conservación y traslado en contenedores de ultracolgelación.
La escala que exige la pandemia ha hecho multiplicar por 10, por 50 y más la capacidad de producción, en lo que los estadounidenses ya conocen como las “gigaplantas” que aún están edificándose en Michigan, Carolina del Norte, Wisconsin, Kansas, sea para multiplicar la capacidad de Pfizer, para que Merck acuda al auxilio de Johnson & Johnson o para que la producción de jeringas y guantes permita sostener el ritmo de la atención hospitalaria y de la vacunación masivas.
Pero es solo el principio. El caso es que para estos procesos vitales, están escaseando las materias primas, no sólo por la rareza de los materiales, la inmensa demanda concentrada en tan poco tiempo -190 países necesitarían unos 12 mil 565 millones 700 mil 900 vacunas antes del invierno (cálculo de la OMS, en un escenario ideal https://tinyurl.com/4srpf9pv)-, sino en la capacidad real instalada para incubar la cantidad y calidad de bacterias o producir suficiente material orgánico o extraer el bromuro que da consistencia al frasquito o cortar el caucho para la goma que proviene de los bosques de Tailandia o Indonesia.
En febrero de 2020, Rick Bright, aún director de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado de EU advirtió que, cuando se desarrollara alguna vacuna, el escenario más probable era la de la escasez de viales de vidrio, de jeringas y agujas.
En ese momento, todo el planeta era capaz de producir entre quince y veinte mil millones de viales de vidrio, para todos los medicamentos, en un año típico. Como trajo noticias realistas y no ilusiones, Bright fue despedido por Trump, en abril. Pero dejó una profecía: EU tardará dos años en producir suficientes viales solo para completar su propio esfuerzo de vacunación (unos 600 millones de frascos, veáse http://bit.ly/3vm4qoR). Mas los que necesita China, la India, Europa, Rusia, Asia y América Latina “la arena es un material universal que comenzará a escasear”, escribe entre broma y veras la escritora Sue Halpert, de New Yorker.
El otro tipo de problemas es contractual. No se crea que México es el único país que espera ansioso y contrariado; que tiene algo de dinero invertido pero sin que lleguen sus anhelados lotes; que ha firmado múltiples compromisos pero estos acaban otorgando una ancha vía discrecional de semanas y de meses, de cientos de miles y de millones de dosis a las farmaceúticas, por las mismas razones expuestas arriba.
¿Será que hay un abuso del Big-Farma que se aprovecha de la emergencia? Probablemente, pero la verdad, es que ese mercado es así, en todas partes y desde siempre, los suministros médicos nacionales existen primero y principalmente en papel, en los llamados contratos “justo a tiempo”. Muy pocos países no productores de vacunas, comprendieron sus implicaciones en medio de una pandemia (Chile es uno de esos, para subrayar que tampoco era imposible preveerlo). Para sorpresa, los propios planificadores europeos no comprendieron la naturaleza del asunto y la manera en que se están interrumpiendo -una y otra vez- las cadenas de suministro de alguno de los componentes vacunales. Ni siquiera su inmenso poder de compra puede subsanar esa objetiva escasez mundial (esperamos sea transitoria y solo en alguna de las partes a la vez). Es por eso, que hemos vivido episodios de freno y arranque de la vacunación, en muchas naciones y otros episodios extremos, como la confiscación de la vacuna de Astra Zéneca en puertos italianos, embarcada y comprometida inicialmente para Australia (https://tinyurl.com/v6yf77m3).
Finalmente (la historia es más larga, pero no alcanza el espacio), está la actitud -política, institucional, mental- de muchos países que han intentado meter en cintura a las farmaceúticas y a sus precios. Es una historia que, a pesar del secretismo y la reserva de los contratos, se va conociendo conforme da vueltas el mundo (https://tinyurl.com/4ceb3esj).
Mientras Israel, Gran Bretaña, Estados Unidos, Arabia Saudita y Chile por ejemplo, decidieron pagar lo que fuera necesario y por tanto, tener el privilegio de ser los primeros de la fila, muchos otros prefirieron cuidar los presupuestos, “no prestarse a la especulación” y no acabar pagando demasiado a las empresas farmacéuticas en un contexto en el cual no se sabía aún la verdadera eficacia de sus fármacos. Eso argumentaron.
En cambio, los que apostaron fuerte en la economía de casino global, hoy están vacunando ininterrumpidamente, cerca de la felicidad sanitaria. Los que no lo hicimos (incluyendo buena parte de Europa, América Latina, África, Medio Oriente) avanzan con exasperante lentitud. El dilema estuvo puesto y hay que evaluarlo en todas sus implicaciones: por un lado, pagar sumas muy altas por vacunas emergentes y por otro, el riesgo muy real de muerte y enfermedad de su población dada la lentitud de la vacunación. Nosotros -el gobierno mexicano austero como es- optó por esta segunda opción. Ya llegarían las vacunas más baratas, calcularon.
Por todo eso: por una logística de ingeniería y boquímica nunca vista; por escasez de materias primas; por la increíble demanda; por la desesperada urgencia global; por la naturaleza perecedera del producto; por la índole de sus contratos; la puja de sus precios; el poder de compra; la apuesta y el poder político de las naciones, la vacunación, también será larga y lenta.