Ricardo Becerra
La Crónica
29/09/2019
No deja de sorprender lo poco y mal que discutimos el presupuesto que presentó el Presidente. Más tiempo y pasiones se han invertido en otros temas que no definen nada más que la pequeña grilla, los rejuegos de los personajillos y los estados alterados de la nación.
Pero a lo mero importante le dedicamos poco.
Resulta que el presupuesto de egresos, eso que determina tantas cosas en salud, educación, seguridad, sobrevivencia medioambiental, vida material, el del próximo año (2020) es la expresión de un camino que probablemente ya condene en definitiva a otra generación de mexicanos, a vivir en el estancamiento crónico. Veamos a grandes rasgos los varios senderos trágicos que contiene.
Lo primero: el presupuesto no alcanza para administrar al país, no cubre las necesidades del país. Y tan campantes. No somos capaces de financiar los servicios indispensables y no somos capaces de decirlo ni de denunciarlo. Es la primera tragedia.
La gran operación del presente es comprimir, vaciar al Estado de gastos y de funcionarios (denominados superfluos) que constituyen parte de la clase media, para desplegar el mayor esfuerzo de entrega líquida del gobierno a la población más pobre. Es una redistribución de clases medias a las clases más pobres, no una redistribución de ricos hacia pobres. Un estrujamiento en el medio.
Otra novedad son las reasignaciones a ciertos proyectos específicos, prioritarios para este gobierno. Todos son muy discutibles —si fuéramos país serio— todos sujetos a examen profundo: Santa Lucía, Dos Bocas, El Tren Maya y el Corredor Interoceánico. Lo menos que puede decirse es que las prioridades en el actual presupuesto están sujetas a discusión, no son fruto de consenso, no son las prioridades de la nación, sino la visión de una parte.
Como ha anotado la organización no gubernamental Causa en Común: “…en el momento más crítico de la inseguridad pública y de la violencia en México, a las instituciones de seguridad se les asigna 7 mil millones de pesos. Por el contrario, para la polémica Dos Bocas, sin todos los estudios de factibilidad, 40 mil”. ¿Es el orden de prioridades adecuado en la época adecuada?
Además: se continúa el abandono de los municipios en la misma tarea, su reducción es de -27.6 por ciento para seguridad.
En conjunto, el PEF es inercial: salvo PEMEX, ciertos programas sociales y las pensiones, la estructura básica es la misma, desde 2015. Un presupuesto procíclico, sin capacidad de corregir las fuerzas del estancamiento.
Sospecho que el Secretario Herrera pudo introducir algunas pequeñas adiciones recaudatorias en la dirección correcta, pero éstas no ayudan a paliar la insuficiencia fiscal crónica.
Y lo peor: el principal obstáculo para una reforma fiscal, no son los “conservadores”, los empresarios, los neoliberales, sino el propio Gobierno y su partido, que han declarado solemnemente su aversión a los impuestos, situados afuera de su radio y de su ideario en todo lo que resta del sexenio. Los impuestos, son una mala palabra, expulsada de su evangelio.
De esa manera el PEF 2020, el principal instrumento de acción del Estado, vuelve a ser el instrumento de la resignación. Ésta es la verdad macroeconómica de López Obrador, no sus mañaneras, ni los escandalillos de todos los días, El PEF 2020 es la confirmación de la desgracia para la siguiente generación.