Fuente: La Cronica
A política de ingresos y gastos es el instrumento principal de intervención del gobierno en la economía: ahí se fijan sus prioridades, se marca el rumbo del desempeño del país, se concreta, en suma, la propia manera en que se concibe la tarea de gobernar. Veamos las líneas estratégicas que ofrece el Ejecutivo, a partir de los lineamientos de política económica para el año 2009, en plena crisis económica mundial y tras dos años consecutivos de caída en el crecimiento del PIB nacional y con un panorama de menor dinamismo para el año próximo. Iniciemos dando por buenas las cifras de ampliación de los ingresos y gastos de la federación.
En 2009, dice el documento elaborado por la Secretaría de Hacienda, estaremos viendo un aumento del 5.7% del gasto neto total pagado. Ese egreso se divide en dos grandes partidas: gasto corriente e inversión. El primero ocupará el 80.7% y el gasto de capital será el 19.3% restante. Ello nos coloca en una estructura de gasto poco favorecedora del crecimiento económico (por el bajo peso de la inversión) y da cuenta de un Estado de escasa eficiencia (pues incluso a mediados de los años 80 el gasto de operación, cuando había aún un “Estado obeso”, era del 75%). Frente al año en curso, el gasto corriente crecerá en ocho por ciento, pero la inversión se estancará. Lo anterior no deja de sorprender si se considera que el propio presidente ha insistido en que la ampliación de infraestructuras será la palanca de que echará mano para sortear el mar bravo de la recesión económica global.
En todo caso, lo deseable hubiese sido aumentar el gasto en inversión ante un escenario donde se contraerán las exportaciones –Estados Unidos va a comprar menos bienes y servicios a todo el mundo, México incluido–, el crédito privado se frenará y el empleo –del que depende en buena medida el consumo de las familias– avanzará aún más despacio. Cabe señalar, además, que el gasto en inversión, y en particular en infraestructuras, tiene efectos positivos “hacia atrás” (cuando se construye una carretera, una presa, etcétera, se involucra a múltiples ramas de la economía, que se ven beneficiadas por esa obra, jalando así al alza el crecimiento) y “hacia adelante” (la infraestructura permite el desarrollo de nuevas actividades económicas, lo que también repercute de manera favorable en el crecimiento).
A pesar de lo anterior, y aunque las estimaciones de crecimiento se hacen más sombrías, la inversión pública se deja tal cual está este año. Ahora bien, el gasto programable del sector público federal para 2009 va a crecer, de acuerdo con las estimaciones de Hacienda, en un 6.3% frente a lo que se aprobó en 2008 (llegará a dos mil 117.6 millones de pesos frente a mil 991 millones del año en curso). Lo interesante es ver el comportamiento de esa expansión. Para empezar, las áreas ligadas a la seguridad pública y combate a la delincuencia ven aumentos más que significativos: 49.8% más la Secretaría de Seguridad Pública, 29.2% la Procuraduría General de la República, 25.1% Gobernación, Defensa, 16.4%. Las funciones de “orden, seguridad y justicia” reciben un aumento presupuestal del 33%.
La expansión de las actividades delictivas asuela a México, pero dadas las cifras de aumento de la inseguridad a pesar del incremento del gasto para su combate en los últimos años, demuestran que se trata de un gasto muy ineficiente. Vale cuestionar si una estrategia basada sólo en la ampliación de recursos financieros puede ser la más exitosa para mejorar la seguridad pública. La Secretaría de Desarrollo Social también será un área beneficiada con un incremento de 25.9% en sus recursos. Se trata en buena medida de gasto focalizado, ya se sabe, “a los que menos tienen”. Pero áreas clave en el gasto con repercusiones en el bienestar de la población, como la Secretaría de Salud, ve crecer sus recursos por debajo de la media, con apenas 5.4%.
Y qué decir de la educación pública, con una ampliación del dos por ciento (y recordemos que si bien la demanda educativa ya no crece en primaria, sí lo hace en educación media superior y superior). Por otro lado, aparecen las secretarías con caídas reales en sus presupuestos: Comunicaciones y Transportes -19.9%, la Sagarpa -9.4%, Turismo -4%, Reforma Agraria -3.4% e incluso la Comisión Federal de Electricidad tendrá una caída del 2.9%. Así, disminuyen los recursos a las áreas que pueden jugar un papel clave en la recuperación del dinamismo económico.
En suma, es una apuesta presupuestaria con: 1) un gasto abultado en seguridad, 2) una desatención a la necesidad de crecer económicamente, y 3) que privilegia los recursos sociales entregados en mano (en año electoral) antes que el financiamiento social de cobertura universal. Nota final: al principio se dijo que se tomarían por “buenas las cifras” del gobierno, pero hay que hacer una puntualización. Se trata de comparaciones que realizó el propio gobierno contra lo “aprobado” en 2008, no contra el gasto realmente ejercido. Si, en cambio, se toma el gasto que se ejerció en 2007, hay una reducción real del gasto público para 2009. Es decir, son aún más graves los recortes en áreas clave y menos espectaculares los incrementos en otras. Se trata de una política de gasto pro-cíclica: ayuda a la recesión en época de recesión.
Esa es la ruta que traza el Ejecutivo federal.