María Marván Laborde
Excélsior
22/10/2015
La ilusión de un presupuesto base cero se diluyó en macrorecortes presupuestales a los que obligaron las circunstancias económicas mundiales y mexicanas.
La caída de los precios del petróleo, el fortalecimiento del dólar con la consecuente debilidad del peso y una economía mexicana estancada que está mal pero que, nos consuela Videgaray, podría estar peor, dieron como resultado que la propuesta de presupuesto no sorprendiera más que a los que tienen posibilidad de ser despedidos.
El Congreso está en plena rebatinga del presupuesto 2016, y en esta semana se organizaron dos discusiones públicas de las que me gustaría dar cuenta en este espacio para abonar al debate. El primero fue el foro “Ante la desigualdad y pobreza, urgen nuevas propuestas” y el segundo el “Observatorio Judicial sobre el modelo de comunicación política”. Aquél, organizado por organismos de la sociedad civil y un grupo variopinto de intelectuales y, el otro, por la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. De este último destacaré únicamente dos puntos que se relacionan directamente con la discusión del presupuesto. Las críticas al fallido modelo de comunicación política, merecen un artículo aparte.
El primer foro solicitó al Congreso discutir tanto la Ley de Ingresos como el presupuesto con una lógica más republicana que propicie romper el ciclo de estancamiento en el que, con todo y reformas estructurales, nos encontramos sumergidos.
Se proponen medidas concretas que deberían reorientar la forma en la que gasta el gobierno. Frente al diagnóstico del Coneval, que hizo patente que el incremento del gasto social no se ha traducido en la disminución de la pobreza, se solicita racionalizar el gasto público y revisar los programas sociales, muchos de ellos redundantes y algunos subsidios francamente regresivos. Reducir los espacios para uso político del gasto público. Fortalecer programas de inversión social en salud y educación y crear condiciones legales de rendición de cuentas que cierren los espacios para la corrupción en todas sus formas.
Hago aquí la vinculación con el Observatorio Judicial Electoral sobre el modelo de comunicación política. El consenso de las mesas fue que la Reforma Electoral de 2007, lejos de haber disminuido el gasto público de los partidos políticos, lo ha incrementado de manera alarmante. Es demostrable que el gasto social obedece a las lógicas clientelares que abonan votos a los partidos de los gobiernos que las diseñan. No importa que agreguen la leyenda tan naïf como irritante de que no son patrimonio de ningún partido.
Destaco la participación de Fernando Agiss, representante de la Cámara de la Industria de Radio y Televisión, quien aseguró que la prohibición de comprar tiempo en radio y televisión para hacer campaña política, lejos de haberles ocasionado pérdidas económicas, se tradujo en un incremento sin precedente en las ventas, tanto al gobierno federal como a todos los estados.
El “Índice de acceso al gasto en publicidad oficial en las entidades federativas 2013”, hecho por Fundar, demuestra dos cosas: el incremento constante en el gasto en propaganda política y la gran opacidad de este dispendio. Sólo los estados dedican a campañas publicitarias más de cinco mil millones de pesos al año. En algunas entidades el incremento en año preelectoral puede ser superior a 100% con relación al ciclo inmediato anterior.
Los estados son incapaces de entregar la información de los productos publicitarios adquiridos, qué obtienen de quién, cuánto dinero se entrega a cada una de las televisoras, estaciones de radio, periódicos de circulación nacional o local, cuánto invierten en internet.
No sólo es injustificable el gasto desde una perspectiva ética, constitucionalmente está prohibido por el artículo 134. Si en algún rubro podría hacerse un ahorro sustancial en el gasto público, sería en la implementación, a raja tabla, de esta prohibición que gobiernos y políticos ignoran cínicamente.
CAJÓN DE SASTRE. Tres frases que pintan de cuerpo entero a este gobierno: #yacholecontusquejas, #yasequenoaplauden y #yamecansé. Colofón: todavía no entienden que no entienden.