María Marván Laborde
Excélsior
30/03/2017
El pleito entre los senadores del PRD acabó como se esperaba, con una escisión en el grupo parlamentario que es síntoma, no causa, de la peor crisis de su historia.
Desde su fundación, en 1989, el PRD aceptó la existencia de corrientes internas. Justifican la formación de estos grupos porque, dicen, sostienen ideologías diferentes, lo cierto es que no comparten entre sí el control territorial clientelar para la movilización del voto.
Existen al menos quince corrientes internas, entre ellas: Alternativa Democrática Nacional (ADN), Democracia Social, Foro Nuevo Sol, encabezado por Amalia García, exgobernadora de Zacatecas; Izquierda Democrática Nacional (IDN), con René Bejarano como líder, a esta corriente pertenece Dolores Padierna.
Merece mención aparte la corriente Nueva Izquierda (NI), encabezada por Los Chuchos, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, no es una exageración decir que ésta ha sido la corriente hegemónica que ha controlado, por una década, los puestos y candidaturas más importantes del partido, con excepción de la candidatura presidencial. A esta corriente perteneció Luis Miguel Barbosa, líder de los senadores perredistas hasta el conflicto que culminó el martes con su salida del partido.
La historia de los procesos de elección internos ha sido azarosa y conflictiva. En 2008 los dos grandes competidores fueron Alejandro Encinas, hoy independiente, y Jesús Ortega. En esta elección ambas fracciones se acusaron de fraude electoral, robo de urnas y quema de casillas. Encinas impugnó la elección, el Tribunal Electoral declaró a Jesús Ortega presidente del partido (2008-2011); le sucedió Jesús Zambrano (2011-2014). Es sintomático que en 28 años de existencia del PRD haya habido 17 presidencias, contando cinco interinatos.
Paradójicamente, la hegemonía de Los Chuchos fue tan rentable como costosa. Controlaron la repartición de puestos y candidaturas y se reservaron para ellos la tajada más grande del pastel. Esto fue causa del enfrentamiento con Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial en 2006 y 2012. El diferendo acabó en la separación de este último en septiembre de 2012.
López Obrador se dijo cansado de poner los votos para que NI controlara los puestos obtenidos. Decidió formar su propio partido, colocar a su propia gente y controlar el presupuesto. En noviembre del mismo año inició los trabajos para convertir a Morena en un nuevo partido nacional. Sin mayores dificultades cubrió todos los requisitos legales y se le dio el registro en 2014.
Cuando López Obrador anunció su salida del PRD había expresiones casi festivas de Los Chuchos; consideraban que aquél era un lastre para construir una opción de izquierda moderna.
La reforma electoral de 2014 introdujo la posibilidad de que el INE organizara elecciones internas de los partidos. Ésta fue otra de las muchas herramientas de chantaje con las que se negoció esa reforma. El INE organizó con éxito la elección interna del PRD; quizá sea la menos conflictiva desde que, en 1989, Cuauhtémoc Cárdenas fue elegido el primer presidente del partido.
Carlos Navarrete asumió la presidencia semanas antes de la tragedia de Ayotzinapa y en 2015 se vio obligado a renunciar por el mal manejo de esta crisis. Buscaron a Agustín Basave, quien no era militante del PRD, para que los dirigiera; más tardó éste en entrar que en saber que sus días estaban contados. Al terminar el proceso electoral de 2016 presentó su renuncia y entonces entró Alejandra Barrales, fundadora de la corriente Red por la Unidad Nacional de las Izquierdas.
El éxito de Morena en los procesos electorales de 2015 y 2016 es indiscutible. Rompió la hegemonía del PRD en el Distrito Federal y ahora se disputará, sin lugar a dudas, entre los tres primeros lugares en las elecciones federales de 2018 y también en la elección del Estado de México este año.
Para México es una mala noticia la división de las izquierdas. La crisis en el Senado la agrava. No se ve clara la posibilidad de construir alianzas triunfadoras, sin embargo, nadie apagará las luces del PRD, sobrevivirá como fuerza política de un dígito con franquicia. Podemos suponer que su rango será parecido al del PVEM o Movimiento Ciudadano.