Ricardo Becerra
La Crónica
27/05/2018
Éste es un pequeño fragmento de la intervención que ayer, a un año de fundada. discutimos en la organización Nosotrxs.
Si Nosotrxs ha de abordar seriamente el asunto, está obligada a responder esta pregunta: ¿qué ha avanzado correctamente y qué es lo que hemos hecho mal en la Reconstrucción de la CDMX después del sismo del 19 de septiembre?
No es un pregunta tan fácil de responder. Primero, porque estamos ante un proceso de grandes dimensiones (el daño que asestó el temblor es vasto y muy disperso) y de una complejidad social y económica que se deriva de la propia desigualdad de nuestra urbe.
No es fácil de responder, además, porque es un proceso en curso. La curva de las necesidades de los damnificados está cambiando, y si antes la absoluta prioridad era anular los riesgos que dejó el sismo a la manera de ruinas inclinadas, ahora se agrega la necesidad de una ruta con reglas y criterios para devolver casa, techo, patrimonio y cierta normalidad a la vida de las personas afectadas.
Pero sobre todo, no es fácil de responder porque la virtud o la eficacia de asuntos públicos de este tamaño, es siempre relativa. Perogrullo dice: la política puede entenderse como un forcejeo pacífico por recursos siempre limitados. Es más: lo que puede ser bueno para unos, resulta malo para otros. Por lo tanto lo que necesitamos es un mapa político, técnico y también moral para evaluar qué decisión es la correcta para el conjunto, no sólo para un sector, una zona, una parte mimada o una clientela.
Por eso la discusión y la evaluación sobre la Reconstrucción debe tener muy en cuenta el número de los damnificados, la diversidad de los mismos y la dimensión de los daños materiales de toda índole, y conjugarlas, en un mapa único.
Esto es exactamente lo que manda la Ley de Reconstrucción (mediante seis censos obligatorios), pero ni siquiera ésa es la parte más difícil: el problema es que la solución para unos no debe excluir las demandas de los otros.
Por eso es que la Reconstrucción no es un Programa respaldado en un Presupuesto decidido de antemano: la Reconstrucción es una política, la tentativa de encontrar soluciones, concretas y factibles, al permanente y cambiante problema de la conciliación de aspiraciones y de intereses distintos: entre damnificados, vecinos, niveles de autoridad, ámbitos de gobierno y un variado etcétera.
Hasta donde alcanzo a ver, la Ciudad de México cuenta no con una solución, pero sí con una guía para enfrentar la gran tarea de conciliación de intereses y demandas en medio de condiciones humanas, psicológicas y materiales profundamente alteradas.
Esa guía es la Ley de Reconstrucción. Y mientras esa ley sea tal, hay que respetarla entre otras cosas porque configura el cuerpo de derechos de los damnificados.
Imagino que la tarea de Nosotroxs debe comenzar en este punto. La evaluación del proceso de Reconstrucción a partir de la letra de esa ley, uno de cuyos capítulos cruciales es, por supuesto, el dinero, el Fondo de Reconstrucción. Y más allá: el necesario fideicomiso público. Pero hay mucho más que seguir, analizar y pedir cuentas.
Disponerse a realizar una evaluación y un seguimiento serio y preciso del proceso de Reconstrucción es la obligación de Nosotrxs. Insisto: no sólo en el crucial asunto de los recursos bien aplicados, sino en los criterios que sostienen cada decisión.
Creo que ésta es la mejor manera de ayudar a atender y defender los derechos de los damnificados… continuar, por medios racionales y transparentes, en la hechura moderna de una Ciudad de México más solidaria, mejor preparada para sus inevitables riesgos, asegurada, entrenada y mejor hecha, sobre bases constructivas mucho más estrictas.
Como dicen en Nosotrxs: los habitantes deben saber que su gobierno está ahí, cerca, con recursos siempre limitados, pero atento a desplegar un proceso cuya condición de credibilidad, es que no se detenga.