Ricardo Becerra
La Crónica
03/01/2023
Vivimos ayer, un momento muy relevante del funcionamiento democrático y de la existencia de la República en México, sí, tal cual, como de libro de texto. Porque ayer el gobierno del presidente López Obrador quiso repetir su captura a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero falló, para fortuna de todos y sobre todo, para fortuna de LA República, pues no sólo estaba en juego un cargo importantísimo, no sólo la salud e independencia del poder judicial, no solamente un contrapeso democrático, sino más allá, el mero corazón que da sentido a la palabra República (desde los romanos): la división de poderes, y eso fue lo que, en definitiva, salió fortalecido del episodio. Pero quizás valga la pena una pequeña acotación conceptual, para entendernos.
Ustedes lo saben, el autoritarismo avanza en medio de la confusión y la ambigüedad que él mismo provoca, por eso, de vez en vez, es necesario volver a los conceptos, precisar términos, en fin, visitar los diccionarios.
Lo que se está jugando en México, no solamente son sus relaciones verticales entre niveles de gobierno; no solamente muchos derechos fundamentales (como la presunción de inocencia o la autenticidad del sufragio); no solamente las reglas de su competencia democrática, sino la posibilidad de que exista un poder capaz de corregir o detener la arbitrariedad presidencial, mediante la Constitución, la ley, la argumentación y la razón. Y esto es lo que se jugaba (se sigue jugando) en la Suprema Corte.
La precisión es importante porque el avance autoritario en México incluye en su agenda, no solamente cargar los dados electorales -que es la última compuerta para perpetuar un régimen autoritario-, sino que en su listado de destrucción política está inscrita la disolución del Estado laico, el regreso a un Estado centralista -federalismo menguante- sino, además, la disminución de la República, la erosión de la división de poderes horizontal.
En el famoso Diccionario de Política de Bobbio, Matteucci y Pasquino, se subraya este como el elemento central que define al régimen de gobierno republicano: “el poder debe estar disperso, no solamente dividido, en una serie de instituciones clásicas (ejecutivo, legislativo y judicial) de modo que no puedan concentrarse atribuciones y facultades en una sola persona o en una junta” (bit.ly/3ia52w2).
Dicen estos autores que la humanidad ha conocido varias formas de organización del poder político, tiránicos, despóticos, monárquicos y republicanos, este último, es el único que, para existir, exige no la centralización o el gigantismo del poder, sino precisamente lo contrario, un equilibrio que reclama “la permanente negociación”, una convivencia basada en leyes consensuadas y dónde la vigilancia al poder sea una característica del poder mismo. Pues bien, justamente esto fue lo que pasó el día de ayer: una República en acto.
Un investigador íntegro y sin miedo fue capaz de denunciar un plagio académico mediante una contrastación minuciosa e irrebatible; plagio perpetrado por una ministra que se perfilaba como la siguiente presidenta de la Suprema Corte en México. Una oleada de opinión púbica que entendió la gravedad y lo inaceptable de esa deshonestidad esencial que descalifica a la ministra ya no en la presidencia que buscaba, sino en el mismo cargo que hoy ostenta. Una sociedad civil que mantuvo viva la flama de la protesta y la denuncia por todos los medios a su alcance. Una Universidad Nacional que comprendió la gravedad del caso y realizó una indagatoria rigurosa a tiempo con su rector al frente y unos ministros de la Corte que supieron entender la deshonra de la situación y los riesgos de seguir viviendo con una presidencia entregada y adicta al poder ejecutivo.
Quiero decir, que en este caso todos los involucrados jugaron su papel (intelectuales, medios y opinión pública, sociedad civil, la UNAM, y una mayoría de ministros) y que con ello colocaron un nuevo valladar -un valladar importantísimo- a las iniciativas anticonstitucionales de la presidencia y de su coalición.
No es que la lucha por la supervivencia de la democracia en México haya obtenido una victoria definitiva, es que los mecanismos de esa democracia funcionaron para mantenernos viviendo en una República al comenzar 2023. Dado el contexto, iniciamos el año de la mejor manera. ¡Salud!