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El debate público

Roger Bartra, el intelectual y el político

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

07/11/2022

La creación intelectual se lleva mal con la militancia política. Una y otra se necesitan cuando se trata de elaborar ideas sobre la circunstancia actual pero rivalizan entre sí. El rigor sin el cual el pensamiento crítico puede volverse panfletario, resulta incómodo para el compromiso político. Pero este, si no se sustenta en posiciones analíticas, lo hace entonces en la fe y obedece a la alucinación de la ideología.

El intelectual está constantemente incómodo con la realidad y sus señalamientos disgustan a quienes lo preferirían al servicio de una causa militante. El político, se beneficia del pensamiento intelectual pero actúa con pragmatismo.

Roger Bartra cumple 80 años este lunes 7 de noviembre. Lo hace con un extenso relato de su trayectoria pública. El libro “Mutaciones. Autobiografía intelectual” (Debate, 424 pp.) es un recuento de su pensamiento y de su presencia pública.

La perspectiva de quien escribe un recuento autobiográfico es la del presente, en donde nos vemos en el pasado como nos recordamos hoy, atenidos a las imperfecciones de nuestra memoria. Quizá algunos episodios que aparecen en su libro no ocurrieron exactamente como Bartra los describe, sino como los recuerda. Pero en muchos pasajes se apoya en cartas y apuntes, en sus artículos de prensa y en entrevistas.

Los lectores de Batra encontrarán fascinante la descripción del proceso para escribir libros, como “Las redes imaginarias del poder político”, “La jaula de la melancolía” y, más adelante, “Antropología del cerebro”. Esos esquemas y divagaciones iniciales son guías de lectura, o relectura.

Bartra considera inevitable, pero deplora, el ruido que la política le impone al trabajo intelectual. Durante décadas fue integrante del Partido Comunista Mexicano, cuyo dogmatismo contribuyó a airear con posiciones renovadoras y provocadoras. Más tarde fue editor de “La Jornada Semanal”. Desde sus indagaciones pioneras sobre temas agrarios, ha sido crítico del sistema político mexicano.

Sus posiciones de izquierda democrática han suscitado rechazo entre quienes han mantenido opiniones más ortodoxas. Bartra recuerda el disgusto de don Pablo González Casanova con un artículo suyo que era muy crítico de las izquierdas castrista y sandinista y que apreció en Nexos en 1984, o su salida de La Jornada cuando publicó el reportaje de un periodista catalán sobre la corrupción de los sandinistas.

En esos y otros episodios, Bartra era confrontado por el pensamiento intolerante que se desarrollaba en amplios segmentos considerados de izquierda. A contracorriente de la tradición de debate intelectual que con todo y sus rabiosos sectarismos alguna vez tuvieron, las izquierdas, en su gran mayoría, se han parapetado en posiciones fundamentalistas. Como resultado de ellas intelectuales como Bartra, que no ha dejado de cuestionar a los caudillismos políticos, han sido señalados desde el púlpito mañanero que padecemos en Palacio Nacional.

Bartra ha sido crítico del hoy presidente López Obrador al menos desde el desafuero de 2005. En aquella ocasión, declaró que el discurso de AMLO en la Cámara de Diputados: “revela un temperamento antidemocrático”. A fines de ese año escribió que una parte importante de la izquierda, “las fuerzas impulsadas por el EZLN y las que encabeza López Obrador, han auspiciado una reacción contra la cristalización de la democracia. En lugar de fomentar la expansión de una nueva cultura democrática, esas fuerzas han contribuido —cada una a su manera— a la expansión de las viejas expresiones dogmáticas, nacionalistas, populistas, paternalistas y autoritarias que se identifican con el extinto bloque socialista y con la larga dictadura del PRI”.

López Obrador perdió la elección de 2006 pero Bartra advierte que, para entonces, “la larva del populismo había crecido enormemente”. En sus notas de aquel momento escribió que “durante años hubo una extraña metástasis priista en el seno de la izquierda. El tumor se llama López Obrador y su agresividad ha contaminado a toda la sociedad”.

El autor de estas memorias dice que hacia los años 90 podía identificar a dos Bartras, uno postmexicano que opinaba sobre la situación del país y con cuyo desempeño tenía una relación contradictoria: “odiaba la superficialidad que acompaña a muchas actividades públicas, pero me gustaba influir en la política, criticar al gobierno e impulsar la democracia”. El otro era el Bartra posmoderno, que continuó la reflexión que daría origen a sus siguientes libros, especialmente los que exploran, desde la mirada del antropólogo, los terrenos de la neurología.

El Bartra postmexicano se mete al que llama “el fango de la política” (término relacionado con su libro “Fango sobre la democracia”) con un dejo de hastío. La del intelectual es una aventura solitaria, pero no aislada. En el transcurso del libro Bartra recuerda desacuerdos con otros escritores pero, casi al final, subraya: “No puedo imaginar la vida intelectual en el lodazal político sin las extensas redes amistosas que nos unen a muchos, a pesar de que discrepemos en no pocos asuntos. No sólo nos ayudan a sobrevivir, sino que nos alimentan de ideas. Son un tejido que nutre las reflexiones y nos impulsa a escapar de los horrores de la política, para refugiarnos en la literatura, la historia, la filosofía y el arte”.

La política puede ser incómoda e incluso ignominiosa, pero resulta indispensable. Es de celebrarse que el Bartra postmexicano, a pesar de sus reservas, no deje de incidir en nuestra desastrada política. Qué bueno que conmemora sus ocho décadas con este libro. Lo mismo hizo Enrique Krauze, cuyo Spinoza en el Parque México saludamos en esta columna hace un par de meses. Con sus señalamientos y con libros como esos, nuestros intelectuales públicos contribuyen a desazolvar la empantanada deliberación mexicana.

ALACENA: La marcha

En un video que circula en redes sociodigitales Roger Bartra dice que, con la contrarreforma impulsada por el gobierno y que podría liquidar al INE, “la democracia en México se encuentra peligrosamente amenazada”. Por eso invita a la marcha que el próximo domingo, 13 de noviembre, saldrá a las 10.30 del Ángel de la Independencia. Convoca, así, a luchar “por la democracia en México y contra la imposición autoritaria”.