Ricardo Becerra
La Crónica
31/07/2016
¡Aleluya! Aterrizaron en mi escritorio, 151 cuartillas que constituyen el “Informe final que contiene los resultados de las investigaciones y estudios efectuados y las sugerencias y estudios de los trabajadores y patrones”.
Después de casi dos años, por fin, tenemos lo que la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI) alguna vez prometió: ciertas evidencias, indagatorias concretas, un argumento técnico para decidir si luego de 35 años de empobrecimiento salarial, México está en condiciones para emprender una trayectoria distinta y comienza con una política de ascenso en los salarios mínimos. Pero lo que ofrece la CONASAMI y su Comisión Consultiva de instituciones y expertos, es inconexo, irregular (de mus distinta calidad y manufactura) y a ratos, contradictorio. Da la impresión que no tuvieron la paciencia para tejer una narración coherente.
El método fue el de engargolar “papers”: aquí el del Banco de México, allá el del Banco Mundial, acullá el INEGI, Secretaría del Trabajo, CONEVAL, OIT o el Centro de Estudios del Sector Privado. Hay aciertos y errores comunes, es cierto, pero sobre todo ciertos textos se dan de patadas, si, se contradicen, y tan campantes.
Me descorazona decir que los documentos que no se anduvieron por las ramas, los que van al centro del debate (es decir, en la economía mexicana contemporánea ¿se puede o no, iniciar una política de recuperación del salario mínimo?) fueron elaborados –cada una por su lado- por dos agencias que no son mexicanas: la Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial.
La OIT aporta la definición más categórica y comprende el sentido de la institución del salario mínimo: “…hoy en día el salario mínimo proporciona… apenas el 73 por ciento de la canasta alimenticia calculada por CONEVAL” (de eso se trata) y agrega “hay un margen de maniobra que permitiría una mejora en las condiciones de trabajo de los asalariados con ingresos bajos en México” (p. 114). Es decir, se puede, subraya la OIT “en el marco de un Acuerdo Nacional” (como el que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México propuso desde 2014 ¿recuerdan?).
No obstante, es el Banco Mundial la única organización participante en el compendio que arriesga una cifra, así sea pichicata: “Los resultados de este análisis indican que un aumento del salario mínimo en 3.5 por ciento, no tendría un impacto en la productividad empresarial ni en el empleo”. Como lo leen: el equivalente a 2.6 pesos adicionales. De modo tal que podríamos colocar en estos días, al salario mínimo en 75 pesos, todavía lejos, muy lejos, del valor de la canasta alimentaria que ya ronda los noventa pesos.
Pero los señores de la CONASAMI ni siquiera se atreven a colocar un número o un porcentaje; en su descargo, debo decir que dan un paso al frente y concluyen: “…en el corto plazo, existen circunstancias económicas que justifican se incremente el salario mínimo vigente, antes de llegar los tiempos legales (diciembre de 2016) para fijar los salarios mínimos que deberán entrar en vigor el primero de enero de 2017”. Todo un viraje: la CONASAMI afirma que se puede, ¡bien!
Pero aquí viene algo aún más raro. El documento que cito está fechado hace más de un mes, el 23 de junio, pero ya fue desacreditado por el Secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida el jueves pasado cuando declaró: “El incremento al salario mínimo tendrá que esperar debido a que no existen condiciones para que pueda aumentarse dada la volatilidad del tipo de cambio, la caída de los precios del petróleo, el aumento de las tarifas energéticas y el recorte presupuestal” (Excélsior 28/07/2016).
¿Lo notan? Todas esos nubarrones que mira en el horizonte Navarrete Prida estaban aquí, entre nosotros cuando el Banco Mundial, la OIT y la CONASAMI estudiaban, analizaban y aseveraban exactamente lo contrario, o sea que era factible el aumento del salario mínimo en el corto plazo ¿Qué fue lo que pasó? ¿no conoce el Secretario el documento elaborado con tanta parsimonia? ¿y no se suponía que la CONASAMI es un organismo independiente?
Un documento que tardó dos años en llegar. Polifónico. Banco de México espanta; Banco Mundial asiente; una narración contradictoria pero que llega a una conclusión, a pesar de todo. Y luego un Secretario que lo desconoce y de un plumazo lo descarta sin tener las atribuciones para decretar el alza o no de los salarios mínimos. Autoridades laborales hechas bolas.
Volveremos sobre el tema.