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El debate público

Segundo Piso con cimientos débiles

Raúl Trejo Delarbre

Nexos

14/01/2025

Enardecida en el autohomenaje que organizó su gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum se reiteró adepta de su antecesor. Quienes habían supuesto, o deseado, que se distanciaría del hoy expresidente, pueden encontrar suficientes confirmaciones de que el anterior y el actual gobierno son el mismo proyecto, con las mismas invocaciones populistas, las mismas coartadas retóricas, el mismo ocultamiento de la realidad que hemos conocido desde hace seis años y medio.

En su mensaje en el Zócalo después de cien días de gestión, Sheinbaum insistió en que le toca edificar el “Segundo Piso de la Cuarta Transformación”. Explicó: “Porque los cimientos, la base, las puso el mejor presidente: Andrés Manuel López Obrador, y a nosotros nos toca consolidar, sumar y avanzar con el segundo piso, con la raíz bien firme y el corazón por delante”.

La metáfora ingenieril es pertinente. No hay construcción que resista sin cimientos sólidos. Mientras más afianzados están en la tierra, mejor soportan las presiones del resto del edificio. Las columnas allí asentadas han de ser macizas igual que las trabes, pero con la elasticidad necesaria para tolerar pesos y movimientos. El problema con esa edificación a la que llaman 4T es que la firmeza de sus cimientos existe más en la propaganda que en las bases de la economía y la sociedad. El gasto público se encuentra agobiado por las ayudas sociales, no hay una verdadera política de desarrollo industrial, la salud pública sigue devastada por errores del pasado reciente, la violencia crece a pesar de las cifras optimistas pero enmascaradas que muestra la presidenta y dentro de una semana se desatará el huracán Trump frente al cual nuestro gobierno sigue empeñado en defenderse con más dosis de retórica. La construcción levantada sobre los cimientos del obradorato es tan rígida, encajonada por consignas engoladas y proyectos inoperantes, que al menos hasta ahora no tiene la flexibilidad que hace falta para resistir sacudidas drásticas como las que vendrán del exterior.

La presidenta y sus publicistas hablan de un segundo piso, apoyado en los cimientos supuestamente sólidos que dejó el sexenio obradorista. Se les olvida que entre uno y otros tendría que haber un primer piso. Esa omisión es emblemática: no hay una sola área de la gestión del gobierno en la que se pueda considerar que tenemos políticas consolidadas y mucho menos, eficaces: desabasto de medicinas, hospitales sin condiciones para funcionar, educación depauperada, inseguridad y desempleo crecientes. El único sector que prospera son las Fuerzas Armadas a las que Sheinbaum ahora asigna la construcción de dos nuevos trenes, mientras la militarización sigue sin atajar la expansión de la delincuencia.

En su discurso de 100 días de gobierno el domingo 12 de enero en el Zócalo, Sheinbaum se ufanó, con cifras parciales o sesgadas, de algunas obras emblemáticas del sexenio anterior. El Tren Maya, dijo, “es un éxito” y entre octubre y diciembre lo han usado 400 000 personas. Las cifras de otras fuentes oficiales son menores según una indagación de Animal Políticoy además, si hubiera sido tan exitoso, no habría reducido sus corridas a solamente tres veces por semana y el gobierno no estaría planeando utilizarlo como tren de carga.

“Mexicana de Aviación seguirá siendo la línea aérea del pueblo de México”, se vanagloria la presidenta, precisamente cuando acaban de ser canceladas ocho de sus rutas. Sheinbaum aseguró, por otra parte, que en los últimos cuatro meses de 2024 “los homicidios dolosos disminuyeron en 16 %” pero esa cifra proviene de una comparación con el mismo año. En realidad, también según datos recogidos por Animal Político, en 2024 hubo 30 057 asesinatos, que son 1.16 % más que en 2023.

Sheinbaum dice que “México será una potencia científica” pero al mismo tiempo llevará a la Constitución la prohibición para sembrar maíz transgénico, a partir de una concepción dogmática que no está sustentada en evidencias científicas. Según Sheinbaum la ciencia mexicana prosperará porque fabricará automóviles eléctricos (tarea que no tendría por qué estar a cargo del Estado) y se diseñarán aviones y semiconductores, entre otras cosas. La idea de tener artefactos diseñados en México no es necesariamente avanzada, en un mundo en donde la tecnología se expande globalmente. Pretender un automóvil “mexicano”, igual que sucedió antes con los demorados respiradores o con las fallidas vacunas autóctonas, es otra expresión de populismo. Sheinbaum, con tales proyectos, confunde a la ciencia con la tecnología y soslaya la importancia de la ciencia básica.

La presidenta, igual que su antecesor, construye una realidad alterna a la auténtica, conformada por cifras falsas o amañadas, con una palabrería dolosa y en busca del aplauso de los ya convencidos, que no son pocos. Durante su mensaje en el Zócalo, Sheinbaum mencionó en 29 ocasiones la palabra “pueblo”. Igual que López Obrador, aunque sin el carisma del hoy expresidente, ella se presenta como encarnación de la voluntad popular aunque el pueblo es el pretexto para legitimarse.

Un par de días antes, en una videoconferencia para el ITAM, el expresidente Ernesto Zedillo dijo que en México el “poder real” lo ejerce “un caudillo oculto” en Palacio Nacional y exhortó a la presidenta para que se aparte de la tutela de López Obrador. “Queremos una Presidenta de verdad”, reclamó. Zedillo atinó en el diagnóstico, pero sobredimensionó las posibilidades de su pronóstico. Es claro que las líneas maestras del gobierno actual son las que indicó López Obrador. Pero esperar que Sheinbaum atempere su declarada y enfática fidelidad a ese personaje implica desconocer la trayectoria, las decisiones y las afinidades de la hoy presidenta.

Sheinbaum se cobijó en su condición de mujer para replicar a cuestionamientos como el de Zedillo. Hay “quienes piensan que las mujeres no tenemos iniciativa propia, que por nosotras piensan otros… con cobardía no pueden reconocer que las mujeres somos personas”, dijo como si se le cuestionara por su condición de género y no como gobernante con responsabilidades públicas. La presidenta intentó sacudirse de esa manera los señalamientos por su incondicionalidad hacia López Obrador, sin enfrentar el fondo de tales preocupaciones. Antes, había recalcado la figura del segundo piso como continuación del gobierno anterior. Con cien días transcurridos de este sexenio, es ilusorio suponer que habrá un viraje que confronte los lineamientos de AMLO que son, además, convicciones manifiestas de la presidenta Sheinbaum.

El expresidente Zedillo atinó, en cambio, al señalar la acelerada abolición de la democracia mexicana, que es el retroceso más ominoso que sufre nuestro país. “Los ciudadanos fuimos a votar para escoger a nuestros nuevos representantes en un país democrático, no se fue a las urnas para decidir que la democracia mexicana tenía que ser destruida, no fuimos a las urnas para decir ‘transfórmese la democracia mexicana en una tiranía’”, dijo en su videoconferencia. Y reconoció: “Sin embargo, hasta ahora parecen ser hechos muy avanzados y prácticamente consumados”.

El asolamiento del Poder Judicial, la abolición de órganos autónomos, la imposición de la prisión preventiva oficiosa o la militarización creciente son, entre otras, regresiones que la presidenta encubre con un discurso demagógico y populista. La concepción que postula Sheinbaum, igual que antes López Obrador, reduce la democracia al sufragio (que, por lo demás, en la votación para jueces estará desfigurado por la opacidad y las restricciones en ese proceso). Esa concepción desconoce que, en un Estado moderno, la democracia se ejerce en y con diversas instituciones que hoy, en México, son desplazadas por la concentración de poder en un grupo voraz y sectario. Sheinbaum no promueve ni practica la democracia, sino un presidencialismo autocrático.