Ricardo Becerra
La Crónica
25/10/2022
Se le atribuye a Marx y a Engels una frase rematadamente socialdemócrata, escrita en una carta de 1847: “…nosotros no tenemos ninguna intención de cambiar libertad por igualdad” dentro de un argumento ilustrado que sostenía, muy tempranamente, que la democracia no es un simple instrumento para llegar a la igualdad, como tantas veces ocurrió en el siglo XX y aún ocurre con los populismos del XXI.
No: la democracia con su mensaje igualitario -todos somos idénticos frente a las urnas y ante la ley- es el único camino conocido hasta ahora para domesticar las versiones salvajes del capitalismo. El líder sueco de los años treinta, Per Albin Hansson, lo veía claramente: “en nuestro país hay más igualdad que en la Unión Soviética, mejores condiciones de la clase obrera y no hemos sacrificado ni un milímetro a nuestra democracia política” (Paramio, Tras el Diluvio, Siglo XXI, 1988).
Se consolida así la realidad de “las izquierdas” en plural, que gobiernan Estados enteros (ya no solo partidos, corrientes, sectas o catacumbas): por un lado, unas izquierdas que se creen dueñas de un destino histórico que las legitima pase lo que pase y hagan lo que hagan, y del otro, la izquierda democrática, que entiende, forma parte de un ecosistema político complicado y plural, en el que debe actuar ceñida a las mismas reglas que las derechas, los centros y todos los demás. De un lado, una izquierda con una opinión muy elevada de si misma (encarna una misión histórica) y del otro, una izquierda templada y sobria que sabe que su labor es construir y edificar, casi siempre con acuerdos, una sociedad mejor.
Esa izquierda creó el tipo de sociedad más habitable que haya conocido la historia: el Estado de Bienestar, ese modelo inclusivo, más habitable, más justo e igualitario. No era, no es, una utopía, sino un conjunto de políticas bien pensadas que hicieron posible, en los hechos, la edad dorada del capitalismo en el siglo XX: provisión suficiente de bienes públicos, salud pública, educación pública, de alta calidad, cuidado, pensiones, seguro de desempleo, vivienda, principalmente. Componentes que no vinieron de la voluntad de nadie, de ningún líder lleno de autoestima, sino de una cuidadosa elaboración política e intelectual y de un gran pacto social democráticamente decidido.
El Foro “El futuro es socialdemócrata” convocado por Movimiento Ciudadano, es probablemente (desde la fundación del Partido de Rincón Gallardo en el año 2000, del Partido de la Rosa en el 2003 y de Alternativa Socialdemócrata en 2006), la culminación del esfuerzo más serio para naturalizar una agenda de ese tipo en México, para moldear un programa de una izquierda comprometida con la igualdad tanto como por la democracia.
De esa discusión (que hoy continúa) se desprende que el problema central de México, no reside tanto en la economía sino en la política. O para decirlo mejor, en la manera en que elaboramos las políticas (las instituciones). Es posible que el prolongado estancamiento económico esté más asociado no sólo a una crisis del crecimiento, sino también a una crisis de los modelos políticos que concentran -estúpidamente- decisiones clave para detonar procesos de desarrollo económico.
El problema no solo es el autoritarismo o el populismo de calderón, Peña o López Obrador. Quizás la socialdemocracia debe pensar ya fuera del presidencialismo… hacia el parlamentarismo, hacia mayor democracia. Pero ese es el siguiente artículo.