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El debate público

Sin acuse de recibo

María Marván Laborde

Excélsior

13/08/2015

Las elecciones del 7 de junio resquebrajaron una de las certezas del proceso de transición mexicano. Tres grandes partidos políticos condujeron la política en México e hicieron un sistema electoral lo suficientemente abierto como para asegurar un innegable pluralismo y lo suficientemente cerrado como para evitar la presencia de otra fuerza electoral relevante. Basta leer el artículo 41 de la Constitución para entender el proceso de construcción del oligopolio de la partidocracia mexicana.

El PRI y el PAN se saben menguados y, en estas circunstancias, están obligados a renovar sus dirigencias, quedaron reducidos a su voto duro y las preferencias volátiles encontraron otras ofertas más atractivas fuera de la triada tradicional. El PRD sufre su propia crisis porque su voto duro se dividió cuando López Obrador consiguió el registro de su partido.

Los tres partidos buscan, a su manera, los mejores reacomodos internos que los preparen para enfrentar la elección de 2018. Sus nuevos dirigentes tendrán una primera prueba en las elecciones de 2016, especialmente en el proceso de selección de candidatos.

El PRI, por ser primera fuerza, no se atreve a confesar la situación crítica en la que se encuentra. No habla del deterioro de su imagen a partir de la percepción ciudadana del gobierno priista, pero lo asume y por ello su apuesta para 2018 es pragmática y conservadora. Manlio Fabio Beltrones, cuya lealtad y eficiencia como operador político está probada, viene del partido y desde éste buscará ganar las elecciones. El Presidente lo destapó y los sectores se fueron a la cargada. La unidad se preservará  vía la eliminación de la competencia, no hay discusión de proyectos. Su confianza en el futuro proviene de la vieja receta: incuestionable obediencia al poder.

Los dos candidatos del PAN reconocen la crisis electoral del partido. La contienda interna parece honesta y enfrenta, con grandes asimetrías, dos opciones. Van por una elección abierta a toda la militancia registrada con un año o más de antigüedad. El padrón está cuestionado por Corral.

Anaya, emanado de la cuna maderista, ofrece la renovación del partido a partir de las mismas prácticas y los mismos feligreses. Corral radicaliza el discurso crítico porque se sabe marginal. Los dados están echados. La fractura calderonistas-anticalderonistas no será determinante porque Margarita Zavala decidió no presentarse al proceso. La unidad dependerá de la capacidad de inclusión de Anaya y de la admisibilidad de la derrota de su adversario.

La crisis del PRD se origina en la hemofilia que provocó la cerrazón del grupo deLos Chuchos. El propio Carlos Navarrete ha reconocido en los medios de comunicación que manejaron el partido para beneficio de su corriente. El enfermo entró en fase terminal a partir de la escisión de Morena. Los principales líderes fueron abandonando poco a poco al PRD y ahora se dificulta encontrar alguien capaz de resucitar al partido. La situación se torna más grave cuando se reconoce la necesidad de trascender la lógica tribal, sin embargo, fue ésta la que en sus orígenes le dio viabilidad a un solo partido. No es casual el ayuno de nombres que suenen plausibles.

Sin lugar a dudas, la crisis de cada uno de los tres partidos tiene características propias, pero presenta un común denominador. La democracia mexicana se ha centrado en los partidos y ha dejado en el olvido al ciudadano. Poco o nada se ha avanzado en la construcción de ciudadanos que, a través de su participación, nutran las filas de los partidos para estructurar ofertas políticas claramente diferenciadas. El monstruo partidocrático está de cabeza, desde sus maquinarias burocráticas se vomita dinero público y privado que alimenta redes clientelares, pero no construyen ciudadanía. Los partidos son indispensables en las democracias, los ciudadanos también.

CAJÓN DE SASTRE: Jalisco ejemplifica la contradicción máxima de la Reforma Electoral. Los consejeros, nombrados por el INE, pueden ser independientes, pero están en la antesala del secretario de Finanzas esperando presupuesto para sobrevivir hasta fin de año. No han podido pagar la última quincena de julio.