Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
17/10/2016
Un día antes de pedir licencia como gobernador de Veracruz, Javier Duarte ordenó pagar más de 100 millones de pesos para el Teletón. Esa información la dio a conocer el presidente de la Fundación Teletón, Fernando Landeros, que desde hace varias semanas ha denunciado el incumplimiento de los compromisos financieros que varios gobiernos estatales tenían con esa institución.
Landeros y junto con él varios conductores y comentaristas en electrónicos, han culpado a esos gobernadores incumplidos de las dificultades financieras que padece el Teletón. Pero el Estado no tiene obligación de sostener instituciones privadas, así tengan propósitos tan loables como los que pueda desempeñar el Teletón. Esos reclamos muestran una paradójica contradicción en el funcionamiento de dicha Fundación.
El Teletón surgió hace 19 años, a fines de 1997, como un proyecto de Televisa para promover acciones filantrópicas que podrían contribuir a mejorar su imagen pública. La convocatoria en cadena nacional movilizaría la solidaridad de los ciudadanos a favor de personas con discapacidad. En ese discurso había un reclamo en contra del poder político: ante las insuficiencias del Estado la sociedad, encabezada por Televisa y otros medios, se hacía cargo de la atención a esos mexicanos.
Ahora, sin embargo, se conforma que las posibilidades de la Fundación Teletón para mantener sus actividades no dependen esencialmente de las contribuciones ciudadanas, ni de las aportaciones de las empresas que cada año se lucen anunciando donaciones. La viabilidad del Teletón descansa en el Estado mexicano. Y allí se encuentra una distorsión, tanto respecto de la filantropía que siempre será una acción meritoria por parte de la sociedad, como de la política social del Estado.
Si los empresarios y los ciudadanos convocados por las campañas televisivas quieren donar recursos para el Teletón, están en su derecho e incluso puede ser motivo de aplauso. No lo ha sido tanto cuando se ha recordado que Televisa y otras empresas aprovechan esos donativos para pagar menos impuestos.
La Fundación Teletón ha negado ese aprovechamiento de los donativos por parte de Televisa y otras empresas pero nunca ha ofrecido una información completa de las contribuciones que recibe. Por otra parte, más allá de transferencias y deducciones, Televisa ha aprovechado el Teletón para construirse una imagen de empresa comprometida con causas altruistas. Ese capital simbólico es tan valioso que Televisa lo ha mencionado en varios de sus informes financieros.
Más cuestionable resulta el comportamiento de gobiernos estatales y del gobierno federal. La atención a personas discapacitadas y desde luego a niños como los que reciben los Centros de Rehabilitación del Teletón es una obligación del Estado. Qué bueno que Televisa y otras empresas construyan y mantengan tales Centros. Pero si lo hacen con recursos públicos entonces no se trata de filantropía sino de un eslabón en la cadena de relaciones perversas que ha existido, y se mantiene, entre el Estado y los medios de comunicación.
La pervivencia de esa relación fue confirmada durante el reciente recorrido de Landeros por los medios. Ese funcionario del Teletón se dedicó a reprochar el incumplimiento de los gobernadores que habían prometido recursos. La eficacia de tal reclamo se advierte en la decisión de Duarte, unas horas antes de dejar el gobierno de Veracruz, para liberar esos pagos. El ahora ex gobernador con licencia no tomó esa medida en ejercicio de su vocación altruista sino para congraciarse con Televisa.
Además del veracruzano, se dijo que estaban en deuda con la Fundación Teletón los gobiernos de Quintana Roo, Chihuahua y Michoacán, entidades en donde recientemente hubo cambio de gobernadores. La preocupación de Landeros se debía a la posibilidad de que los nuevos gobernadores no pagaran los adeudos contraídos con el Teletón por sus antecesores. Seguramente hay muchas otras entidades que de manera regular entregan dinero al Teletón.
A pesar de que el Teletón insiste en que se desempeña con absoluta transparencia, esa información no aparece en sus estados financieros. Tampoco hay detalle del dinero que se gasta en la administración de esa Fundación, ni de los gastos en promoción en los medios. Hace dos años Landeros dijo que su salario lo pagan directamente los miembros del patronato del Teletón (es decir, empresarios como Emilio Azcárraga, Alejandro Vargas, Carlos Slim, Francisco Aguirre, Olegario Vázquez y otros propietarios de medios de comunicación) pero no es claro si esas aportaciones forman parte, o no, de los estados financieros de la Fundación. En todo caso Landeros se ha negado a informar a cuánto ascienden sus honorarios y los de otros funcionarios del Teletón (revista emeequis, 17 de noviembre de 2014).
Esa mezcla de fondos públicos y privados es irregular, entre otros motivos por la falta de claridad sobre el origen y el gasto del dinero que pasa por la Fundación Teletón. Pero lo más cuestionable es el empleo de recursos públicos para que los gobernantes se hagan propaganda.
El funcionamiento administrativamente equívoco y que manifiesta rasgos de colusión política entre intereses privados y funcionarios públicos no ocurre únicamente en México. En varios países de América Latina hay fundaciones del mismo nombre, también promovidas por empresas de comunicación.
Se trata de un vistoso modelo que espectaculariza el ejercicio de la caridad pero no sólo en beneficio de la sociedad sino, con esa coartada, para apuntalar intereses privados y personajes estatales. John Richard Jiménez Peñuela, especialista colombiano en políticas nacionales para la atención de discapacidades, ha escrito:
“Toda Teletón debe contar con un animador carismático, de agradable recordación. También, cuenta con los artistas del momento y personajes políticos, que durante el evento se muestran aparentemente neutrales. Pero es este tipo de evento el que da valor promocional a un artista, catapultando su carrera, manteniéndola vigente, o rescatándola del olvido. Y a los políticos, la oportunidad de mostrarse ante el público como preocupados por sus necesidades. Por ello, no es raro que gran parte de la farándula desee aparecer en estos shows”.
A ese semejanza con el Teletón mexicano se suma la utilización de personas discapacitadas para lucrar con sus imágenes. En opinión de Jiménez Peñuela: “La Teletón ha contribuido a que a las personas con discapacidad se les represente socialmente como mendigos abandonados más que como sujetos de derecho; como lo expresaría el presentador colombiano Jota Mario Valencia: ‘sin manos , sin piernas, sin plata, pero con esa sonrisa en la cara’. El que se exhiba la identidad de los niños con discapacidad, sus malformaciones y lo mal que han vivido sin la ayuda de la Teletón, vulnera los derechos de los niños, que señala UNICEF, entre ellos el del respeto a la privacidad”.
Por su parte la investigadora argentina Carolina Ferrante considera que la insistencia de la presidenta de Chile para que los ciudadanos de ese país donen al Teletón contradice las obligaciones públicas de las instituciones estatales: “¿Por qué el Estado apela a la caridad privada ante un hecho que es su responsabilidad resolver?”
Más allá de los beneficios que pueda significar para quienes reciben atención en sus instalaciones, en México el Teletón es un espacio de transacción política entre el gobierno y las empresas de comunicación. De maneras específica, las donaciones al Teletón han sido un instrumento de la connivencia entre gobernadores de varias entidades y el consorcio Televisa.
Televisa y otras empresas se ufanan de acciones filantrópicas que no hacen, o no hacen del todo, con su propio dinero. El Estado tendría que destinar esos recursos, y todos los que hagan falta, para respaldar a los mexicanos con discapacidad pero no a través de una fundación privada sino en las instituciones de salud pública.
ALACENA: Fin del doupolio. El duopolio de la televisión comercial que Televisa y TV Azteca se empeñaron en preservar, a veces con muy malas maneras, termina el día de hoy. La cadena de televisión nacional del Grupo Imagen surge a contracorriente del interés de aquellas empresas que durante más de dos décadas se opusieron a la asignación de nuevas frecuencias.
Sería ilusorio esperar que la nueva cadena tuviera una programación sustancialmente distinta a la que ha definido a la televisión comercial en México, aunque sin innovación a imaginación no logrará distinguirse de las viejas opciones. Su relevancia por lo pronto es política: con su sola existencia, Televisa y Azteca pierden la exclusividad que tenían en la televisión nacional.
De manera especial es de saludarse la presencia, a cargo del noticiero estelar en el nuevo Canal 3, de Ciro Gómez Leyva. Su experiencia profesional se ha fraguado en un largo trayecto, desde que hacía los noticieros de la televisión pública en el Estado de México hasta su valiente desempeño en el antiguo Canal 40, luego la creación de Milenio TV y en su cotidiano espacio en Radio Fórmula, entre otros medios. Buena suerte en esta nueva aventura.