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El debate público

¿Tiene Peña Nieto un plan diabólico para aniquilar a Pemex?

Ricardo Becerra

La Crónica

08/03/2015

La frustración llegó demasiado pronto. Era la reforma-emblema, la demostración irrefutable del talante modernizador del gobierno. Objeto de orgullo que todavía ahora –y contra las evidencias- formó parte del discurso y la exhibición oficial en Gran Bretaña.

Dijo el primer mandatario: “El proceso de implementación de la reforma energética en México se ha logrado en un tiempo récord, en especial por el interés para generar mejores condiciones de vida para los mexicanos y de promover ganancias para las empresas que inviertan en México”.

Bueno, no tanto. Al día siguiente, la encuesta aguafiestas de Banxico mostraba —por sexto mes consecutivo— una corrección de los pronósticos hacia abajo: 3 por ciento de crecimiento en 2015, si bien nos va.

Y mientras se presume en el extranjero nuestra voluntad de compartir los recursos energéticos; y mientras esperamos los hipotéticos resultados de las reformas estructurales, Pemex atraviesa su peor hora: está perdiendo 60 millones de dólares –todos los días- durante el primer bimestre de este año.

Su mala racha viene de más lejos: en octubre, noviembre y diciembre del año pasado, Pemex perdió 115 mil 900 millones de pesos ¡el doble que el mismo periodo de 2013! Visto de otro modo: nuestra “empresa productiva del Estado” acumula nueve trimestres de resultados negativos, precisamente en el momento en que se ve obligada a cambiar y volverse “más competitiva” a decir del voluntarioso texto de la reforma energética.

Si vemos todo el año 2014, el panorama es desolador: pérdidas por 26 mil 820 millones de pesos, 55 por ciento mayores que en 2013.

Y lo peor es que ahora Pemex produce menos petróleo: 2.4 millones de barriles diarios, menos que en 2013 y mucho menos que hace diez años, cuando la vilipendiada estatal producía su récord de 3.4 millones barriles diarios.

Una empresa ostensiblemente debilitada -–en su peor hora, insisto— es colocada a competir con los gigantes del ramo, para que la profecía neoliberal se autocumpla: ¿Lo ven? Pemex no puede, es un gigante zombi, una reliquia del estatismo, una empresa que debe morir y ceder la riqueza petrolera a quien sí la puede y la sabe aprovechar: las convidadas hermanas petroleras.

Como si no fuera bastante grave el panorama, Hacienda le propina a Pemex una nueva zancadilla: debido a la debilidad fiscal de siempre, la Secretaría le arrebata el 11.5 por ciento del presupuesto, unos 4 mil 170 millones de dólares. ¿Y la autonomía de Pemex, pilar de la reforma energética? Adivinaron: era un chiste.

Para cerrar el cuadro, los funcionarios, ingenieros, administradores de mayor talento y valor escenifican una discreta pero masiva salida de la empresa, porque nadie quiere estar dentro de un edificio derrumbado o porque han recibido ofertas que triplican los sueldos con los que la mengua de Pemex, ya no puede competir. Y ni hablar del pasivo laboral de la empresa que ya brincó el billón de pesos.

Así, víctima de una reforma apresurada, ideológica y nacida en una coyuntura de salto técnico, que ha vuelto abundante y barato al pétroleo, Pemex parece estar condenada a su definitiva agonía en los siguientes años.

Pero ni siquiera eso es lo peor: todavía hoy, esa empresa que fue insultada y vilipendiada para abrir paso a la privatización, provee uno de cada tres pesos del gasto público de México. Uno de cada tres. De modo que la agonía de Pemex –sin mayor recaudación- representará, a la vuelta de la esquina, la agonía financiera del Estado mexicano.

¿Estamos ante un plan diabólico? No creo, aunque sí que lo parece.