Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
24/10/2022
Arturo Zaldívar mira por la ventana de su oficina en la Suprema Corte mientras se anuda una bufanda roja. De fondo, se escucha una canción de Taylor Swift y al pie de esa imagen, se lee “faltan pocas horas para medianoche”. Solamente los entendidos supieron que la bufanda es una alusión a esa intérprete estadounidense y que al día siguiente aparecería su nuevo disco, titulado “Midnights”.
Colocado el jueves en TikTok, hasta este domingo ese video había sido visto 630 mil veces. Es tan breve (apenas 12 segundos) que seguramente algunos de los 298 mil seguidores que el ministro Zaldívar tiene en esa red lo han mirado en varias ocasiones.
Desde que abrió su cuenta hace algo más de un año, Zaldívar ha colocado 254 videos. En algunos de ellos, hace sintéticos comentarios sobre la actividad o las decisiones de la Corte. Desde hace algunos meses, cada vez más videos del ministro presidente se refieren a temas que no son jurídicos. Aparece acariciando a un perrito, explica por qué no toma Red Bull, habla de futbol, o recomienda ir a la lucha libre. También se adhiere a causas como la lucha contra el cáncer de mama.
El ministro Zaldívar forma parte de los personajes públicos que intentan acercarse a los jóvenes usuarios de esa red. En TikTok se exhiben breves clips, por lo general con bailes, canciones o monólogos. Abundan los consejos sobre todos los temas, recetas de cocina, relatos concisos, pero las cuentas más exitosas ofrecen rutinas cómicas y chistes. Durante la pandemia muchos usuarios se entretuvieron imitando y grabando pequeñas coreografías.
TikTok es un espacio de entretenimiento y liviandad, en donde cualquier asunto de otra índole se trivializa y fragmenta. Es entendible que los personajes públicos busquen extender su fama llevando interpretaciones graciosas a esa red, pero en el caso de los políticos y funcionarios cabe preguntarse qué mensajes pueden difundir allí.
A Claudia Sheinbaum sus empeñosos publicistas intentan mostrarla afable, e incluso graciosa. Los 260 mil seguidores que tiene en TikTok la han podido ver jugando yoyo (la verdad sea dicha, sin mucha destreza) o equivocándose al pronunciar mal el nombre de la cantante Britney Spears. El primero de esos videos ha sido visto 497 mil veces y el otro, 556 mil. Otro más, en donde deshaciéndose en risas firma la espalda desnuda de un simpatizante suyo, lleva 502 mil vistas. En su clip más visto (1.8 millones) la jefa de Gobierno anuncia la presentación en el Zócalo del Grupo Firme.
Marcelo Ebrard tiene 441 mil seguidores en TikTok. Sus videos más populares han sido uno que muestra a Evo Morales moviendo el cuello de manera extraña para hacer “el baile de Evo” (3.2 millones), el momento en el que Ebrard da un traspiés cuando entra a un estadio (5.6 millones) y uno con varias fotos suyas mirando el celular, dormitando en un avión, aplaudiendo sonriente en la playa, entre otras, mientras un texto sobrepuesto pregunta cuál de ellas es mejor como foto de perfil para su cuenta en esa red (6.3 millones).
TikTok tiene más de mil millones de usuarios en todo el mundo y es propiedad de la empresa china Byte Dance. Si las plataformas digitales como Facebook (que tiene casi 2900 millones de usuarios) o Twitter (440 millones) son reacias a cualquier regulación, más difícil resulta cualquier supervisión de los estados o los grupos sociales con TikTok, debido al cobijo que le da el gobierno de China.
Se estima que TikTok tiene 141 millones de usuarios en Estados Unidos, 107 en Indonesia, 74 en Brasil, 56 en Rusia y 51 millones en México. En Estados Unidos, un usuario promedio de TikTok mira esa aplicación 28 minutos diarios, pero los niños lo hacen 75 minutos al día.
En todas las plataformas digitales hay desinformación y mentiras. Todas ellas han desarrollado mecanismos, siempre insuficientes, para identificar y entonces atajar la circulación de noticias falsas. La menos eficaz en esa tarea es TikTok. Una investigación de la organización Global Witness difundida el 21 de octubre, encontró que TikTok dejó pasar 9 de cada 10 anuncios con información falsa que fue diseminada para comprobar la reacción de las plataformas digitales.
Esa abundancia de mentiras que no son detectadas es inquietante, porque cada vez más jóvenes dependen de TikTok para informarse acerca de asuntos públicos. La Oficina de Comunicaciones del Reino Unido dice que el 28% de los adolescentes de 12 a 15 años utiliza esa red para seguir noticias (el 29% lo hace en Instagram). En Estados Unidos, de acuerdo con una investigación de Google, cuando buscan a dónde ir a comer 40% de los jóvenes de 18 a 24 años prefieren mirar recomendaciones en TikTok o Instagram, en vez de hacer búsquedas en el propio Google.
TikTok es la nueva arena en donde los políticos intentan mostrarse sin rigideces, aunque para ello tengan que sacrificar el discurso propiamente político. Las ideas son escasas y prevalecen las imágenes, de preferencia de carácter chusco. Al exponerse en TikTok no convocan a la reflexión sino a la emoción, a una sonrisa en el mejor de los casos. Consideran que para “conectar” con las audiencias jóvenes, deben mostrar sus tropiezos y errores. Hay cierto desdén hacia esos jóvenes cuando, para comunicarse con ellos, se emplean recursos tan huecos y simplistas.
Es altamente posible que los videos que colocan en TikTok funcionarios como los que hemos mencionado, sean pagados con recursos públicos. Todos esos contenidos, tienen producción profesional. Los personajes así retratados invierten dinero, pero también tiempo para grabar cada clip. Las gracejadas de Sheinbaum, la siesta de Ebrard, o la bufanda Zaldívar, no tienen relación sustantiva con las tareas públicas que desempeñan.
Cuando el presidente de la Suprema Corte cambia la toga por el TikTok, se excede en sus responsabilidades como servidor público. Es deseable que los jueces sean empáticos, como está de moda decir. Pero resulta discutible que utilicen recursos públicos para parecer simpáticos.