Ricardo Becerra
La Crónica
14/06/2015
Los polvos de la elección caen al piso y se asientan. Permiten ver. A la semana de una batalla nerviosa y a ratos dramática, va quedando claro su resultado mixto, paradójico en gran medida, porque la enorme movilización comicial y sus novedades, dejaron cosas sin apenas cambios. Vean si no:
Hay algo en lo que está de acuerdo todo el mundo, quiero decir, la multitud de medios, comentaristas y analistas: y es que esta elección expresaría, como ninguna otra en la época moderna, el malestar y la frustración de millones.
En efecto, el 7 de junio una larga onda de choque se propagó por el territorio nacional, palmariamente demostrable en Nuevo León, en Guadalajara y en la ciudad de México. En las grandes urbes, se trata de un malestar contra el tripartidismo clásico (PAN, PRI y PRD), pero no ocurre lo mismo en el resto del país y es allí donde aterriza la primera paradoja: el malestar y el hartazgo no son de un solo color, como suele manejarse.
¿Cómo explicar el amplio triunfo del PRI en Sonora, su cómodo retorno en Guerrero o su posición inexpugnable en Campeche? La victoria panista en Baja California Sur y en Querétaro (a pesar de una gestión muy bien calificada del gobernador saliente). Y el triunfo del PRD en Michoacán o los finales de fotografía en San Luis Potosí y Colima entre “los partidos de siempre”, informan que no es el mismo tipo de hartazgo lo que recorre al conjunto del país.
Tengo la impresión que en muchos estados importantes, incluso, el hartazgo apunta contra los del otro signo, contra el desorden y los consuetudinarios espectáculos de animosidad y cólera. En esas entidades capitaliza el PRI (y su aliado Verde) porque allí, sigue siendo visto como garante de la estabilidad.
El efecto de composición de todo esto vuelve a ser paradójico. Los tremendos remezones regionales –como el de las grandes zonas metropolitanas- sin embargo, mantienen más o menos la misma composición de la Cámara de Diputados. El PRI tenía 212 legisladores; ahora tendrá 203, sólo nueve diputados menos, que sin embargo, son recuperados por el Verde (47), poseedor de una bancada de 29 actualmente.
En otras palabras, el tricolor sumado a sus aliados, mantiene la mayoría absoluta (269, el agregado PRI-PVEM-PANAL), en rangos un tanto superiores a los de 2012 (251), pero muy similares a los de 2009 (267). Una vez más los grandes movimientos tectónicos del electorado, percibidos como grandes cambios a nivel local, siguen arrojando una composición estable en la representación federal.
Nueva paradoja: el PRD tiene mayor número de votantes absolutos que en 2009 (consuelo de tontos, se dirá) pero es cierto. Lo paradójico, lo que importa subrayar es que esto no le pasa ni al PRI ni al PAN. Mientras el tricolor pierde un millón 63 mil votantes, más de un millón 300 mil electores abandonan al PAN (comparación entre elecciones intermedias). Si el voto de castigo tuviera una sola racionalidad, el PRD tendría que perder votantes absolutos, pero no, el PRD se anota casi 118 mil votantes más en esta elección, a pesar del cataclismo vivido en la ciudad de México.
Como siempre y en todas partes, con la izquierda todo es más dramático. La escisión de los contingentes de López Obrador; el episodio de Iguala, Abarca, y su propia drena de militantes y fundadores, arrojan un resultado muy amargo, pero si hacemos las cuentas, después de tanta división y encono, resulta que PRD y Morena se seguirán necesitando en la carrera iniciada ya, a primera hora del 8 de junio, rumbo a la elección presidencial del inmediato por venir. Con un añadido, de éstas elecciones salimos con la misma certeza política fundamental, que ya teníamos antes de la elección y que se estampó a plomo y piedra con el registro de Morena: Andrés Manuel López Obrador estará en la boleta presidencial del año 2018.
En los próximos meses, la mitad de la política mexicana girará en torno a esa certeza. La izquierda se batirá, deliberará, forcejeará en torno a ese expediente y sus enemigos de siempre, también. Por tercera vez, en el periplo de los últimos 18 años, parte esencial de lo que el domingo no cambió.