Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
04/04/2016
La revista Businessweek ha tenido fama de seriedad profesional. Fundada semanas antes de la crisis financiera de 1929, su política editorial debió ser muy escrupulosa para conservar credibilidad en el exigente mundo de los negocios. La crisis debido al cambio digital fue severa con esa publicación —ahora la información financiera se encuentra en línea y en tiempo real— y en 2009 fue comprada por el poderoso consorcio Bloomberg, que se dedica a manejar información sobre finanzas y empresas.
Las vicisitudes de la revista, que ahora se llama Bloomberg Businessweek,no han terminado y sigue trabajando con números rojos. Quizá por eso sus editores apuestan al escándalo y no estrictamente al periodismo de datos con el que dicen identificarse. El reportaje “Cómo hackear una elección”, publicado en línea el 31 de marzo, está lejos de los exigentes parámetros éticos que se le conocían a esa revista.
Suscrito por los periodistas Jordan Robertson, Michael Riley y Andrew Willis, con la colaboración de Carlos Manuel Rodríguez y Matthew Bristow, el contenido de ese texto no justifica su llamativo título. Allí se relatan tareas de espionaje y creación de campañas negras que un presunto hacker colombiano, Andrés Sepúlveda, dice haber realizado durante ocho años en una decena de países de América Latina.
Sepúlveda está preso en una cárcel de Bogotá y quiere demostrar que tiene conocimientos muy especializados en la intercepción de comunicaciones para que le reduzcan la condena a cambio de colaborar con las autoridades de su país. Por lo pronto, tiene acceso a computadora e internet. Es entendible que trate de promocionar sus presuntas habilidades informáticas. Pero el reportaje de Businessweek no ofrece más fuentes que sus declaraciones y copias de intercambios por correo electrónico que Sepúlveda sostiene haber tenido con Juan José Rendón, consultor en marketing político para quien dice haber trabajado.
Los periodistas aseguran que ahora Sepúlveda ha creado un software capaz de identificar a los miembros del grupo terrorista ISIS que reclutan gente en las redes sociales y que quiere compartir esa información con el gobierno de Estados Unidos. Todo ello, a partir de los dichos del colombiano y sin que el reportaje muestre comprobación alguna.
Los periodistas relatan que cuando Enrique Peña Nieto ganó la elección presidencial en 2012, Sepúlveda estaba en Bogotá “frente a seis pantallas de computadoras” y esa misma noche “comenzó a destruir evidencia. Perforó memorias USB, discos duros y teléfonos móviles, calcinó sus circuitos en un microondas y luego los hizo pedazos con un martillo. Trituró documentos y los tiró por el excusado, y borró servidores alquilados de forma anónima en Rusia y Ucrania mediante el uso de Bitcoins. Desbarataba la historia secreta de la que dice fue una de las campañas más sucias de Latinoamérica en los últimos años”.
Según esa versión, el PRI contrató, a través de Rendón, los servicios de Sepúlveda para interceptar teléfonos y computadoras del PRD y el PAN, gracias a lo cual se podía enterar de discursos y agendas de campaña. Además, Sepúlveda creó 30 mil perfiles falsos en Twitter y cuentas falsas en Facebook. Para perjudicar la campaña de Enrique Alfaro, aspirante a la gubernatura de Jalisco por Movimiento Ciudadano, la madrugada previa a la elección envió miles de llamadas telefónicas supuestamente a nombre de ese candidato. Y para desprestigiar al candidato del PAN en Tabasco, Gerardo Priego, abrió perfiles de Facebook con presuntos gays que llamaban a respaldarlo.
La intercepción telefónica, y ahora de las comunicaciones informáticas, es un delito que cometen partidos políticos, empresas e instituciones muy variadas. Es una práctica tan extendida que resulta difícil suponer que en las conversaciones o en los archivos digitales de candidatos o dirigentes hay información que pueda afectar significativamente sus campañas. La creación de perfiles falsos en las redes sociodigitales también ha sido utilizada por varios partidos, pero no hay evidencias de que tenga efectos en las decisiones electorales. Para manejar sus cuentas reales o falsas, el PRI, igual que otros partidos, tenía un numeroso equipo de activistas digitales. No le hacía falta contratar a un operador externo para una tarea tan elemental y frecuente.
Según la revista, el hacker realizó labores similares en elecciones en toda Centroamérica, Colombia y Venezuela. Por eso, el reportaje sostiene que Sepúlveda puede afirmar que “ha tenido tanta influencia sobre la dirección política de la América Latina moderna como cualquier otra persona en el siglo XXI”.
La desmesura de esa afirmación es comparable al ocultamiento que Businessweek hace de otros rasgos en la biografía política de Sepúlveda. En 2014 asesoró en Colombia al candidato presidencial Óscar Iván Zuloaga, que se enfrentaba a Juan Manuel Santos, el cual sería reelecto para ese cargo. Sepúlveda ha dicho después que estaba en contra de la iniciativa de Santos para reanudar negociaciones con los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, la guerrilla colombiana. Para sabotear esas reuniones, obtuvo información de los asistentes a los encuentros de paz que se realizaban en La Habana. En mayo de ese año fue detenido y 11 meses más tarde sentenciado a prisión de diez años por “espionaje, concierto para delinquir, acceso abusivo a un sistema informático, violación de datos personales y uso de software malicioso”.
El escándalo Sepúlveda, como se le llama en Colombia, permitió que se conocieran algunas actividades de ese individuo. En septiembre de 2013 se reunió con autoridades de la Policía Nacional a las que ofreció información sobre las actividades de la guerrilla. Poco después, la Dirección de Inteligencia de la Policía, Dipol (según El Espectador del 17 de junio de 2014), “concluyó que Sepúlveda no era confiable, que de su entrevista podía leerse un afán de manipulación y ocultamiento y que los datos que aportó carecían de veracidad o podían ser encontrados en redes sociales y páginas web”.
El 5 de mayo de 2014 la policía allanó la oficina de Sepúlveda en Bogotá y encontró un documento titulado “secreto” que parecía ser un informe de Inteligencia policiaca con supuesta información de conversaciones entre miembros de las FARC. Luego se precisó que ese documento era falso.
No está claro qué información obtuvo Sepúlveda infiltrándose en computadoras de los dirigentes políticos que participaban en las conversaciones de paz en Cuba. Lo que se ha comprobado es que sobornó a varios policías —que también han sido procesados— para que le dieran documentos de esas reuniones.
En Colombia, dirigentes de distintas vertientes políticas consideran que las acusaciones contra Sepúlveda —que tiene fama pública de fantasioso y mentiroso— han sido un pretexto para vulnerar al ex candidato presidencial Óscar Zuloaga. Sin embargo, la revista estadunidense lo muestra como una suerte de Robin Hood del submundo digital. Sepúlveda tiene tatuadas en la nuca las palabras “head” y “body”, imitando códigos informáticos. Se dice que viajaba con pasaportes falsos y usaba teléfonos encriptados y que lo ha movido el dinero, pero antes que nada sus convicciones ideológicas (“de niño presenció la violencia de las guerrillas marxistas, de adulto se ha aliado con el ala derecha que se extiende por América Latina”).
El reportaje, en cambio, no reproduce los mensajes que colocó en su cuenta de Twitter (con el nombre @sacroculto) antes de ser aprehendido: “el paso perfecto es un paso suicida y hoy es un buen día para morir”, “me gusta el olor a muerte”, repetía.
El especialista en informática Carlos Álvarez, en una columna en El Tiempo de Bogotá, escribió en mayo de 2014 que a Sepúlveda no se le puede calificar como hacker porque, a diferencia de quienes sí lo son, acostumbra dejar perfiles con datos suyos en redes como Google+ y hacía consultas en foros de usuarios de software con preguntas que un experto no formularía. En YouTube hay un video en donde él o alguien filmado por él recita “Caperucita al revés” (de veras, el video todavía está en línea). Sepúlveda “no es un programador experto y necesita recurrir a ayudas… para poder ejecutar tareas que para un experto son elementales”, considera Álvarez, quien es destacado miembro del equipo de seguridad del ICANN, la institución que regula el tráfico en internet.
Nada de eso tomaron en cuenta los periodistas de Bloomberg Businessweek que, según dicen, investigaron a Sepúlveda durante nueve meses. Se dejaron seducir por un personaje y una historia llamativa, se conformaron con un retrato parcial y sensacionalista. En México habrá quienes quieran aprovechar el reportaje para insistir, sin evidencias, en que hubo fraude electoral. Pero el fraude evidente, por pretencioso y hueco, es el trabajo de esos periodistas.
El colombiano, por lo pronto, el día que comenzó a circular el reportaje abrió una nueva cuenta en Twitter con el perfil @hackersepulveda, en donde asegura ser “el símbolo de la lucha contra el terrorismo en Internet”. Sepúlveda tiene mucha imaginación. Ahora, además, tuvo la buena suerte de encontrar varios periodistas que, al creerle, se convirtieron en sus publirrelacionistas.