Ricardo Becerra
La Crónica
31/01/2021
Durante mucho tiempo -durante décadas- el liberalismo y los liberales en casi todo el globo (China excluida) ostentaron su tradición, sus contribuciones, su credo y su triunfo frente al comunismo y frente a los excesos “insostenibles” de los Estados de bienestar, como prueba de que su propuesta no sólo era una forma posible y defendible de vida, sino que al cabo, había demostrado triunfar -históricamente- sobre todos sus adversarios. Cual si fuesen marxistas del 17, asumían que la historia estaba definitivamente de su lado.
Ese clima se larvó desde la crisis de los setentas y finalmente estalló en la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética. Tatcher y Reagan habían tenido razón y ese hecho geoestratégico marcaba en letras de granito la entrada a la “era neoliberal”.
Lo que siguió fue un pasaje exultante por un lado, pero contradictorio y convulso en sucesivas crisis financieras de Asia oriental, Rusia y América Latina, la gran crisis financiera del 2008 cuyo epicentro radicó en los Estados Unidos y que trajo una perdida de riqueza de centenas de billones de dólares en el mundo.
A su lado, una persistente llovizna política, que acabó convertida en torbellino de ansiedad, inseguridad, malestar y luego, rechazo a lo existente por parte de gran número de personas en todas partes. Las semillas del resentimiento social, cancelación de futuro, ira y populismo habían sido sembradas.
Y mientras tanto ¿que hicieron los liberales y en que andaba el liberalismo del mundo? Distraído, adormecido, abrazado de la criatura económica que se decía, su producto natural (el neoliberalismo), ignorante del huevo iracundo que se estaba incubando, hasta que llegaron los Órban, los Erdogan, los Trump o los Bolsonaro’s por decenas.
Contra esa hemiplejia del pensamiento y de la acción liberal, escribe el gran historiador del presente, Timothy Garton Ash en un ensayo brillante, sincero y yo diría, hasta emocionante publicado por Prospect (léase aquí: https://tinyurl.com/y288d5bl).
En ese trabajo se plantea lo que podríamos llamar “una revisión histórica del liberalismo”, en el mundo, especialmente en occidente. Una reflexión comprehensiva y ejemplar que se hace cargo lo mismo de las críticas al liberalismo desde el conservadurismo, la derecha, el cristianismo, la socialdemocracia y el socialismo.
Muy especialmente Garton Ash hace un llamado a los liberales para confrontar la idea y la práctica del populismo pero, subraya, con la misma fuerza con que se critica la idea y la práctica de las condiciones que causaron al populismo. Y esto convierte a aquel ensayo en algo rematadamente importante.
Garton Ash está proponiendo un ejercicio intelectual, mundial parecido al que en 1989-90 se le exigió a toda la izquierda del planeta cuando sonaron las trompetas de Jericó y se desplomaron todas las paredes del socialismo real y sus deleznables dictaduras del proletariado (como la cubana) que, no obstante, habían desafiado al capitalismo y a las democracias liberales de posguerra. Hubo una exigencia pura y sin concesiones (también en México) con Octavio Paz al frente en el famoso “Encuentro para la libertad”, donde se exigió con rigor y razones, una profunda autocrítica a la izquierda de todo color, que no fuera mero maquillaje ni oropel.
De modo paralelo, en el resto del globo aparecieron otras revisiones notables desde el socialismo, como las de Norberto Bobbio, la Escuela de Turín, y con largos ensayos de Perry Anderson o Irving Howe. Pues bien: eso que se le exigió al pensamiento socialista en aquél tiempo, es lo que Garton Ash ha venido a exigir en este momento pendular: una cabal autocrítica del liberalismo.
Todo esto fue discutido ayer en el Instituto de Estudios para la Transición Democrática (IETD), gracias a dos intervenciones subrayables: la de José Antonio Aguilar Rivera y la de Jorge Javier Romero, que dieron pie a un debate sin concesiones, con la voluntad de escucha y diálogo con pensamientos distintos.
Abandonados en la inmediatez del tweet y apabullados por la propaganda estatal y las enloquecidas redes sociales, hemos perdido olfato y gusto por la polémica respetuosa e ilustrada. Pero curiosamente, esa, ocurrió ayer (véase https://youtu.be/9iFmYgTHWpM), la misma que con apremio solicita Garton Ash, escribiendo él mismo y de gran forma, para poner el ejemplo. No se lo pierdan.