José Woldenberg
Reforma
17/12/2015
Seis episodios fundamentales pueden ayudar a explicar la historia reciente de Venezuela.
1. «El 4 de febrero de 1992…un joven teniente coronel llamado Hugo Chávez intentó derrocar al gobierno de Venezuela. Era el líder de una de las cinco unidades alzadas del ejército…La misión de Hugo Chávez era capturar al presidente Carlos Andrés Pérez…que estaba regresando de una visita de Estado en el extranjero y esperaba apresarlo en el aeropuerto…pero cuando esta parte del plan falló, porque a Pérez le habían avisado de la conspiración, cayó sobre Chávez la responsabilidad de detenerlo en el palacio presidencial… Mientras Chávez y sus tanques se envolvían en un sangriento tiroteo con las tropas leales a Pérez, el presidente se escapó…Pérez rápidamente congregó al resto del Ejército. Chávez sitiado y dándose cuenta de que era inútil continuar luchando, se rindió». (Brian Nelson. El silencio y el escorpión. Alfa. Venezuela. 2012).
2. En marzo de 1994, un nuevo Presidente, Rafael Caldera, le concedió el indulto. Y en 1998, con el 56 por ciento de los votos Chávez ganó la Presidencia de la República. Teodoro Petkoff se preguntaba cómo había sido posible que un ex militar golpista hubiese sido recompensado por la mayoría de los venezolanos con la Presidencia. Escribió: «Era la esperanza de superar la larga crisis sistémica que agobiaba al país y de la cual se responsabilizaba, sobre todo, a los ‘políticos’ en general y a los de AD y COPEI en particular (los dos partidos tradicionales)…Famoso a raíz de la intentona golpista del 4F, ajeno al establishment político, no ‘contaminado’ a los ojos de la población por la politiquería; duro pero también aparentemente sensible ante las desgracias de los humildes, parecía encarnar lo opuesto a todo lo que las mayorías ciudadanas habían llegado a detestar en el ‘sistema'». (El chavismo como problema. Libros marcados. Venezuela. 2010).
3. Chávez obtuvo así una legitimidad democrática. Y los «opositores continuaron contando con fuertes puntos de apoyo institucionales -que habrían de ser despilfarrados en los años siguientes por el golpismo y el abstencionismo» (Petkoff). Barridos los partidos tradicionales, la oposición encabezada por «poderes fácticos», y en medio de una movilización y huelga general, intenta en abril de 2002 dar un golpe de Estado, que en medio de confusiones y sainetes, es derrotado. Con ello, el prestigio de Chávez se acrecienta, mientras la oposición sufre no solo un enorme descrédito sino una profunda desmoralización. (Ver Brian Nelson).
4. En 2005 se llevan a cabo elecciones para renovar la Asamblea Nacional. Otra vez, la oposición, encabezada por grupos extremistas, decide no participar en la contienda. Le deja todo el camino abierto al chavismo que se convierte en la única fuerza política con presencia en el circuito legislativo. Tiene licencia para hacer lo que guste. Como bien apunta Petkoff, «nadie puede utilizar en su descargo sus propios errores».
5. Es hasta que la oposición, con nuevos liderazgos, vuelve a revalorar la vía electoral-democrática, que las cosas empiezan a cambiar. En 2012 se llevan a cabo elecciones presidenciales. Los principales contendientes son Hugo Chávez y Henrique Capriles. Y aunque las condiciones de la competencia son marcadamente asimétricas y favorables para el oficialismo, los resultados son elocuentes y relevantes: 55 por ciento para Chávez, 44 por ciento para Capriles. Con la muerte del presidente Chávez, se hace necesario celebrar nuevos comicios que se llevan a cabo el 14 de abril de 2013. Y a pesar de que el terreno de juego no es parejo, más bien todo lo contrario, los resultados son más que apretados: Nicolás Maduro 50.61 por ciento de los votos, Henrique Capriles 49.12.
6. El 6 de diciembre pasado se celebraron elecciones parlamentarias. Con una participación de más del 74 por ciento de los votantes potenciales, la Mesa de la Unidad Democrática (oposición) obtuvo un sonado triunfo. Alcanzó el 56 por ciento de los votos, contra el 41 del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (oficialista). Logró el 67 por ciento de los escaños, 112 de 167, mientras la corriente «chavista» alcanzaba solo el 33 por ciento de la representación (55 diputados). La paradoja es que la fórmula amañada de traducción de votos en escaños, pensada para favorecer al oficialismo, fue un tiro que les salió por la culata.
Saque usted sus propias conclusiones. Yo no lo hago, disculpe, porque se me acabó el espacio.