Categorías
Fundamentales

Auster, Chico Che y la crisis

José Woldenberg

16/10/2008

Mauricio Espino, ingeniero electrónico que labora en una empresa multinacional en la Ciudad de México, logró, no sin esfuerzo, ahorrar un millón de pesos. Lo colocó en instrumentos de renta variable en el banco y tuvo la siguiente conversación telefónica el jueves pasado con el funcionario «que lleva su cuenta».

ME: ¿Qué pasó?

Funcionario: Son días de enorme volatilidad.

ME: ¿Y mi dinero?

Funcionario: La crisis no tiene su origen en México. Estamos pagando las consecuencias. Pero el sistema financiero en nuestro país está mejor que nunca.

ME: Pero, si hoy decidiera sacar mis ahorros, ¿cuánto recibiría?

Funcionario: Lo peor en estos momentos es reaccionar con pánico. La sugerencia es mantenerse, puede tratarse de una burbuja especulativa.

ME: ¿Burbuja especulativa?

Funcionario: Bueno, es una metáfora. Hay nerviosismo, nadie puede saber el desenlace y de hecho nadie lo sabe. Pero no conviene actuar con nerviosismo.

ME: ¿Pero cuánto dinero tengo hoy?

Funcionario: Déjeme ver… más o menos 550 mil pesos.

ME: Snif (apenas se escuchó).

Funcionario: Son los mercados.

ME: ¿La sabiduría y la sensibilidad de los mercados?

La idea de que la «mano invisible» es la que actúa, que las regulaciones estatales sólo pueden desencadenar males mayores no le parecen muy convincentes a Mauricio Espino.

2. August Brill, personaje de Paul Auster, creó a su vez un personaje, Owen Brick, que despierta en unos Estados Unidos envueltos en una especie de guerra civil (por cierto, el tercero es el encargado de matar al primero, pero ésa es otra historia). Brick camina en una carretera y al encontrarse con una anciana se produce el siguiente diálogo:

«Disculpe, dice Brick. ¿Podría decirme si ésta es la carretera a Wellington?

«La mujer se detiene y se le queda mirando con expresión de no entender nada. Brick observa el mechón de pelillos que le crece en la barbilla, la boca arrugada, las nudosas y artríticas manos.

«¿Wellington?, dice ella. ¿Quién se lo ha preguntado?

«Nadie me lo ha preguntado, contesta Brick. Yo se lo pregunto a usted.

«¿A mí? ¿Qué tengo yo que ver con eso? Ni siquiera lo conozco.

«Ni yo a usted. Lo único que le pregunto es si ésta es la carretera a Wellington.

«La mujer examina a Brick durante un momento y dice: «Le costará cinco dólares.

«¿Cinco dólares por contestar sí o no? Debe de estar chiflada.

«Todo el mundo está loco por aquí. Eso es lo que trata de decirme, ¿no?

«No intento decirle nada. Sólo quiero saber dónde estoy.

«Pues en una carretera, estúpido.

«Sí, muy bien, voy por una carretera, pero lo que quiero saber es si esta carretera lleva a Wellington.

«Diez pavos.

«¿Diez dólares?

«Veinte.

«Olvídelo, concluye Brick, ya al límite de la paciencia. Yo lo averiguaré por mí mismo.

«¿Averiguar qué?, pregunta la mujer.

«En lugar de contestarle, Brick echa de nuevo a andar…» (Un hombre en la oscuridad. Anagrama. Barcelona. 2008. p. 34-35).

Supongamos que la economía pudiera ser regulada en exclusiva por el mercado (lo cual, como piensa Mauricio Espino, sería demasiado suponer). Lo que resultaría delirante sería siquiera imaginar una sociedad regida sólo por el intercambio de mercancías, como lo sugiere Auster presentando el absurdo de vender información rutinaria por dinero. Viviríamos no sólo en un mundo insolidario, sino inhabitable. Bueno, es un decir. Porque tampoco estamos tan lejos.

3. Margarita Alarcón, profesora de la Facultad de Economía de la UNAM se preparaba para una estancia en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) que coincidiría con su año sabático. Tenía 400 mil pesos ahorrados para ello y al tipo de cambio de 10.30 por dólar, obtendría 38 mil 835.

El viernes 10 de octubre se levantó a ver el periódico buscando la noticia de cómo había funcionado la venta extraordinaria de dólares de la reserva que el Banco de México estaba llevando a cabo. Ahí se enteró que el dólar estaba a 13.30 pesos. Sacó su calculadora: ahora recibiría 30 mil 75 dólares. Había perdido en unos cuantos días 8 mil 760 dólares. Fue corriendo al banco a comprar el billete verde, previendo que para el lunes la situación sería peor. Pero el lunes, con lágrimas en los ojos, constató que ahora el precio del dólar era de 12.40 pesos. Ya no tuvo fuerzas para hacer cuentas.

La volatilidad del mercado, las oscilaciones en la oferta y la demanda, la impoluta «mano invisible», le habían jugado una mala pasada, le habían hecho perder dos veces. Escuchó un susurro burlón: «lástima, Margarita». Y entonces recordó a otra crisis, la de Chico Che, cantando: «¿Tons qué, mami?, tú dirás lo que hay que hacer».

Escribió a la UCLA suspendiendo la anhelada estancia. Mejor iría a visitar a sus padres a Pachuca y compraría, de paso, unos pastes para los niños.