Ricardo Becerra
La Crónica
01/10/2017
El precandidato de los mercados, el Secretario de Hacienda federal, publicó en agosto un artículo de título muy extravagante: “Disciplina, disciplina y más disciplina”. En el corazón de su discurso aparece la felicidad -que su estricto método provoca- entre el exclusivo club de JP Morgan, CIBanco y Goldman Sachs. Buenas calificaciones, la modesta meta de crecimiento de 2.2 por ciento para 2017 otea en el horizonte y parabienes de las calificadoras.
Esto fue antes de ocurrir dos terremotos, cinco huracanes y varias tormentas tropicales que, por otro lado, nos seguirán acompañando un par de meses más. Declaraciones de desastres varios, incluida la capital del país ¿Esta situación, catastrófica para millones de personas cambiará las prioridades financieras del gobierno?
Oigamos al Presidente de la República, en Monterrey, viernes 29 (diez días después de la sacudida trágica): “Las finanzas públicas sanas son la clave para la reconstrucción” (La Crónica de Hoy, 30 de septiembre). Es decir: disciplina a prueba de temblores, disciplina del gasto del Estado aún en una emergencia social de grandes proporciones, y claro: qué venga la inversión privada, con un montón de excepciones en materia de impuestos a rescatar el crecimiento económico y el tejido social. Estado pequeño que se hace a un lado para dar paso a los apetitos de nuestros empresarios. Todo un fresco del “modelo neoliberal”, cuyos supuestos no se conmueven -ni siquiera- en los escombros de un país en ruinas.
El daño presupuestal para atender la emergencia no es de ahora, viene de lejos: en nombre de la austeridad, hace exactamente un año, el Gobierno Federal colocó en 231 millones de pesos el monto destinado a la protección civil (sólo para funcionar, sin inversión adicional alguna). Y para exhibir sin rubor, sus prioridades está el dato más cruento: el Fondo para la Prevención de Desastres se halla hoy a la mitad “casi exactamente- que su nivel ¡en 2007! pero con un índice de eventos desastrosos, verificados, riesgos y vulnerabilidad colocados en su cima histórica debido al cambio climático, a los reacomodos geológicos, hidrológicos y particularmente, al crecimiento demográfico y a los asentamientos humanos ubicados en áreas altamente riesgosas.
¿Ha sido esto una prioridad del Gobierno federal? Claro que no. Y su encapsulamiento elitista e ideológico sigue: el Gobierno del Presidente Peña ha reducido en 50 por ciento el presupuesto para la acción en caso de desastres naturales en el nombre sacro de la austeridad financiera.
Ni discutir, ni explicar la situación de emergencia con “los mercados” y con las calificadoras, en aras de mostrar nuestra “disciplina”.
Hagamos cuentas del México de la catástrofe, sólo en la Ciudad de México: según la plataforma dispuesta ya por el Gobierno capitalino, https://www.salvatucasa.mx hoy sábado, existen la Ciudad de México nueve mil edificios afectados. Mil 500 destinados a una demolición y dos mil 750 que fuerzan una evacuación por riesgo de derrumbe inminente, lo que representa (provisionalmente) a unos cien mil hogares individuales ¡Solo en la Ciudad de México!
A esta cuenta fatídica, falta Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos y Guerrero. Pero nosotros continuamos con el pico en el suelo en el nombre de la disciplina y la austeridad.
Mientras esta tragedia transcurre, la Secretaría de Hacienda continúa “reordenando” el gasto (sin aumentarlo) y la Presidencia sigue empeñada en presumir “finanzas sanas”, sin hacerse cargo “además- del efecto amplificador de la sobreexplotación del acuífero y de las limitaciones materiales de la gestión hídrica, que constituyen una parte sustancial de la explicación de los daños que han causado los terremotos recientes.
Primero las calificadoras, agradar a los mercados y luego, mucho después, la población y sus necesidades y urgencias.
Este es el elemento que emparenta el 1985 con 2017: las élites económicas y políticas ensimismadas, a pesar de la inmensidad de los escombros, sobre los cuales, se prepara ya, las catástrofes que vienen y que desafiará el orden sobre el cuál, enceguecidas, se siguen creyendo “ellas sí- invulnerables.