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El debate público

¿Financiamiento público cero a los partidos políticos?

 

 

 

 

 

María Marván Laborde

Excélsior

28/09/2017

No es fácil reconocer que sin dinero no se puede hacer política. También, es difícil aceptar que, a lo largo de la historia de la humanidad, la política siempre la han hecho clases sociales no productivas. Como bien dijo Benjamin Constant a principios del siglo XIX, los ciudadanos griegos se dedicaban a la política porque tenían esclavos. Su única ocupación era la política

El dinero es la leche materna de la política.

                Jesse Big Daddy Unruh

Decidir quién debe financiar a los políticos es una decisión que modela el tipo de Estado, de sistema de partidos y en menor medida, de sistema electoral que se tiene en un país.

En América sólo hay tres países en los que los partidos políticos no tienen financiamiento público. Uno es Estados Unidos (el financiamiento público es mínimo y es renunciable). Los otros dos son Venezuela y Bolivia, estos últimos eliminaron el financiamiento público después de que Hugo Chávez y Evo Morales subieron al poder.

En Estados Unidos, país del planeta que tiene las campañas más caras del mundo, son unas decenas de fortunas familiares las que financian la política y controlan los partidos. La vida del Partido Republicano y del Demócrata está atravesada por lo que dictan sus patrocinadores. Un diputado que aspira a ser reelegido inicia su campaña de recolección de fondos al día siguiente de la elección. También, es cierto que hay reglas, de eficacia muy limitada, hechas para prevenir los conflictos de interés.

Barack Obama y Bernie Sanders trabajaron con base en el esquema del pequeño donante que podía donar hasta $100.00 USD. ¿Sólo recibieron este tipo de donativos? ¿No cayeron en la tentación de utilizar un robot cibernético para dispersar fondos? No lo sé y difícilmente alguien podría comprobarlo porque no existe un sistema de fiscalización que remotamente se acerque al nuestro.

En las últimas semanas creció la idea de que parte del financiamiento de los partidos se donara a los damnificados del temblor del 7 de septiembre. Por razones obvias el clamor creció después del 19-S. A partir de la presión social en redes, magnificada por medios de comunicación, pasamos de una reducción en el financiamiento a cero financiamiento público.

Para mí que los primeros planteamientos de los líderes de los partidos eran pura bravuconada competitiva, sabían que era muy difícil de llevar a cabo porque el irrestricto cumplimiento de las leyes lo impedía y lo impide. En otras palabras, con carretadas de demagogia y gran irresponsabilidad, están jugando con la opinión pública. No voy a entrar en el juego de quién empezó y quién ha ido más lejos. Todos aquellos que se han pronunciado en este sentido tienen responsabilidad.

Si eliminamos el financiamiento público a los partidos se me ocurren tres posibles fuentes de financiamiento. Los presupuestos de los gobiernos que, por supuesto, sólo llegará los partidos en el poder. El financiamiento privado, con escaso financiamiento hormiga y mucho de parte de los grandes intereses. La utilización de la política como medio de lavado de dinero del crimen organizado. Esto podría darse en cualquier combinación. Me parece preferible que la política se financie de manera mayoritaria por dinero público de todos los mexicanos.

En el perverso juego de “¿quién da más?” se añadió a la propuesta de cero financiamiento público, la idea de desaparecer a los diputados de representación proporcional. La eliminación de ambos es un regreso a los años de gloria del partido hegemónico. Es mirar al pasado y echar por la borda 40 años de transformaciones del sistema de partidos y del sistema electoral. Los sistemas electorales menos representativos son los que tienen mayoría relativa pura. En la primera elección en estas condiciones se acabaría el precario pluralismo mexicano.

¿Se puede disminuir el financiamiento público? ¿Se puede repensar el número de diputados y de senadores? Por supuesto a las dos preguntas, pero no para 2018. Ambos debates son de gran calado y requieren responsabilidad de los partidos y una amplia participación social. Las bravuconadas de todos los partidos me parece que son una falta de respeto a los mexicanos y mexicanas que estamos de luto.