Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
06/09/2021
Avándaro es mítico, desde hace medio siglo, por inusitado y por irrepetible. El festival que congregó a quizá 250 mil jóvenes el 11 y el 12 de septiembre de 1971 fue una formidable y enardecida juerga de libertad. Había incontenidas ganas de desmadre —para decirlo en mexicano— pero también de búsqueda y desafío en aquel festival de rock que sería hito y leyenda de una generación.
El consumo de drogas, el baile emancipado y las letras procaces que se corearon con regocijo, sobresaltaron a las buenas conciencias de la época. Habían pasado apenas tres meses desde la agresión criminal a los manifestantes del 10 de junio.
Muchos de quienes no fueron a Avándaro escuchaban el festival a distancia. En un reciente y estupendo libro que reseña la historia de la radio mexicana, Fernando Mejía Barquera escribe: “A las 21 horas, Radio Juventud comenzó la transmisión en vivo… En su turno de actuación, la banda Peace and Love interpretó dos números que pusieron nerviosos a políticos y censores en la Secretaría de Gobernación que desde la Ciudad de México monitoreaban el concierto: We got the power y Mariguana. Durante la interpretación de esta pieza, Felipe Maldonado, tecladista de Peace and Love, arengó a la multitud reunida en Avándaro para cantar el coro de la canción: ‘Mari-mariguana, mari-mariguana; I like mariguana, you like mariguana, you like mariguana, we like mariguana too’ gritó el músico oriundo de Tijuana. ‘¡Es tu vida y tú haces lo que tú quieres!’ volvió a gritar y cantar el coro: ‘Mari-mariguana, Mari-mariguana’. Finalmente, el guitarrista de Peace and Love, Ricardo Ochoa, exhortó: ‘¡Chingue a su madre el que no cante!’. Entonces el switch se apagó para el rock mexicano” (El soundtrack de la vida cotidiana. Cien años de radio y música popular en la Ciudad de México. FES Acatlán, UNAM, 2021). Gobernación suspendió la transmisión y el locutor de Radio Juventud, Felix Ruano, fue citado ante las autoridades por violación de la ley de Radio y Televisión.
Ya amanecía el domingo cuando tocó el último grupo, Three Souls in My Mind. Después varias piezas suyas y de los Rolling Stones uno de los músicos, aparentemente Alejandro Lora, anunció: “en este festival se ha hablado mucho de paz y amor y esas cosas son muy buena onda, pero eso no es el rock, y para demostrar que nos importan cosas como el 10 de junio vamos a tocar una canción de los Stones que se llama Street Fighting Man” (Luis González Reimann en Piedra Rodante, octubre 30 de 1971).
Poco antes, cuando tocaba el grupo Peace & Love, un reflector alumbró a una muchacha que se quitaba la ropa, en el techo de un camión de mudanzas situado al lado del escenario. La identidad de esa joven fue tema de ilusiones y discusiones. En enero de 1972 la revista Piedra Rodante, en el que sería su último número, publicó la foto de una sonriente muchacha, sin ropa pero discretamente cubierta, con un cintillo que anunciaba con escándalo: “¡Gran exclusiva! La encuerada de Avándaro se confiesa”. Según esa versión se trataba de Alma Rosa González, que vivía en Monterrey. Esa entrevista acompañaba a los testimonios de otras jóvenes que hablaban de su libertad personal y sexual.
Las imágenes de la joven desnuda que fue vitoreada por miles acicatearon las murmuraciones contra el Festival. “Fue una bacanal de drogas, desenfreno y desahogo para el vicio”, dijo el líder sindical Fidel Velázquez. Hace unos 15 años el investigador Federico Rublí encontró en el Archivo General de la Nación los informes de la Dirección Federal de Seguridad sobre el festival. Allí se indica que la deshinibida danzarina fue detenida para saber si la movían “intereses ideológicos contrarios a nuestro sistema”. Dijo llamarse Laura Patricia Rodríguez Alcocer y según ese informe deambulaba por la Zona Rosa, en donde se prostituía a cambio de droga. José Woldenberg escribió sobre el hallazgo de Rublí en Reforma, el 8 de septiembre de 2011.
El nombre de la muchacha se conocía desde los días del festival. En un reportaje en el primer número de Plural, en octubre de 1971, Elena Poniatowska transcribe una nota de Excélsior del 26 de septiembre de ese año. Según esa información la policía judicial federal había localizado en Monterrey a los padres de Carmen Rodríguez Alcocer, que también se hacía llamar Paula Patricia, de 18 años, para entregarles a la muchacha “que en dos ocasiones se desnudó ante la multitud” en Avándaro.
Es altamente posible que en Avándaro hubiera más de una stripper. En una crónica del festival el sacerdote y escritor Enrique Marroquín describió: “Muchos azotados. Palabras soeces. Se tuvo que dar luz verde a las encueratrices y ya entonces el público se desentendió del rock”. Más adelante: “La plataforma estaba invadida. Bailarines y encueratrices exhibicionistas trataban de aprovecharlos para lucir su narcisismo” (Piedra Rodante, octubre 30 de 1971).
El “Informe Avándaro” que elaboró el gobierno del Estado de México y que examinó la investigadora Yolanda Campos, señaló: “Se llegó el caso extremo de que algunas personas de ambos sexos llegaron a desnudarse completamente”. Y hace unos días el productor Luis de Llano, uno de los organizadores del festival, “destacó que no sólo fue una, sino varias mujeres las que se despojaron de sus prendas” (entrevista de Belén Eligio en El Sol de México, 3 de septiembre de 2021). Es posible que la portada de Piedra Rodante mostrara a una de esas jóvenes.
Ser joven era difícil en aquellos tiempos de hostilidad y moralina. Cardinal y mítico, en el festival de Avándaro millares de jóvenes se encontraron consigo mismos a pesar de todo eso.