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El debate público

Cuestión de enemigos

Ricardo Becerra

La Crónica

07/09/2021

Más allá de Santiago Abascal -líder del tardofranquismo español (un tipo de fascismo fashion) agrupado en Vox-, la nomenclatura que firma la carta no puede siquiera esgrimir las credenciales democráticas adecuadas. Allí tenemos a Eduardo Bolsonaro, hijo y operador político de Jair, presidente de Brasil, el más autoritario de la era moderna que ya amenaza con quedarse en el poder, aun perdiendo la próxima elección.

Matt Schlapp de la Unión Ultraconservadora de Estados Unidos o Eduardo Verástegui, asesor para asuntos hispanos del presidente Trump, el mismo grupo que contribuyó sin escrúpulo alguno, a poner en vilo la democracia norteamericana. Hay ciertos pinochetistas confesos, otros nostálgicos del orden y progreso (escenarios políticos nacionales sin izquierda, se entiende) y la lista es larga: la democracia es mejor si los pobres tienen el buen gusto de callarse y no participar.

Pues es con ese tipo de estrellas -políticos y activistas- que una oncena de mexicanos, senadores del PAN y del PRI firmaron la “Carta de Madrid”, un panfleto boyante de ideología propia de la guerra fría. La misiva constituye un nutritivo alimento y pone en bandeja abundantes pretextos que tanto necesitan ahora los populismos autoritarios de nuestra era.

Escuchemos su diagnóstico: “… una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica.”

Por su simpleza, su falsedad y porque se ahorran tantas explicaciones, la carta vale poco, pero es sintomática: la ultraderecha vuelve por sus fueros, obsesionada por la convulsión política de América Latina, pero sin siquiera reconocer las raíces, causas o motivos del boom populista en la región. Para estos grupos derechistas, todo es cuestión de enemigos, maquinaciones y conspiraciones comandadas -ya no por Moscú- sino por la desarrapada Habana.

Para los firmantes de esa carta no existe la historia y sobre todo, no existen los problemas. Existen enemigos: punto.

La cuestión es defender la libertad, la democracia, pero pasan por alto el hecho radical -lo que diferencia nuestra era de la Guerra Fría- de que los autoritarios modernos, que van desde Venezuela hasta Nicaragua, pasando por Argentina y ahora también, México (que se dicen de izquierda, no hablemos de Brasil) han llegado al poder a través de comicios, la gente los ha votado en elecciones legítimas y no a través de cercos guerrilleros, golpes palaciegos o intervenciones extranjeras.

Si no comprendemos y partimos de esta verdad, absolutamente moderna y definitoria, los grandes problemas de la región seguirán siendo evadidos para sumergirnos todos, en un mar de discordia enajenada, moralizante e inútil: polarización contra alguien, no para resolver algo.

La amenaza que encarnan los populismos autoritarios, es de izquierda y es de derecha (el país mas grande de la “Iberósfera” lo gobierna un autócrata y no parece preocupar tanto en esta carta https://bit.ly/3txvPUt).

Pobreza, exclusión, desigualdad, falta de crecimiento y de oportunidades debe preocupar tanto como el Estado de derecho, la separación de poderes y la propia democracia. El grave error que nos tiene metidos en el laberinto populista, protofascista y autoritario es haber subordinado una misión -justicia- por sobre la otra -libertad-.   

Pero ésta, que es la gran elaboración que necesita nuestra época, es la que queda cancelada por la desgraciada “Carta de Madrid”.