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El debate público

Banxico y Hacienda deciden ir a una recesión

Ricardo Becerra

La Crónica

03/07/2016

Mi premisa es que no son ningunos tontos. Quizás quieran algo bueno para México. Tal vez, tienen sensibilidad social y les preocupa el destino de millones. Y quiero creer que no tienen intereses ni complicidades con los bancos, fondos internacionales y con el capital financiero. Más importante, me parece, es entender porqué yerran, porqué son capaces de tomar medidas tan claramente negativas, porqué son tan recurrentes y tan equivocadas sus decisiones económicas y porqué -en aras de ideas y preceptos aprendidos- son capaces de hacer tanto daño a la vida presente y al futuro de los mexicanos.
Vamos a lo hechos: tan pronto se supo el resultado del referéndum inglés, el dúo de los señores Videgaray y Carstrens vuelven a anunciar la misma medicina –por segunda vez- en un año: vuelve a bajar el gasto público y vuelve a subir la tasa de interés. Es decir: menos bienes y servicios públicos (para una población que sigue creciendo) y encarecer el precio del crédito en el contexto de una economía ya atarantada.
Miren los datos: como si no tuviéramos necesidades, la inversión pública bajó casi 20 por ciento en los primeros cinco meses del año. No es que bajemos desde el cielo, sino de una masa de inversión que ya estaba a niveles de los años 40 y cuyo descenso es similar al que vivió México en ¡1995!, después de la peor crisis de nuestra modernidad. Pétroleo, electricidad, obra pública, transporte, agua, pero además educación y salud vuelven a sufrir una baja insólita.
Mientras tanto, en el mismo tono, Banxico sube los tipos de interés del 3.75% al 4.25% con objeto de salvaguardar el sacrosanto objetivo de inflación (del 3 por ciento), adelantándose otra vez a la Reserva Federal que seguro no lo hará (¿quieren apostar?).
Me resulta increíble la sucesión de medidas que agregan depresión a la depresión, para meternos (otra vez) en una trayectoria recesiva, decidida, si, decidida por las autoridades económicas y monetarias de este país.
Y no se crea que es por falta de información: en el curso de la semana pasada el INEGI demostró un retroceso desde abril (indicador coincidente) para situar el crecimiento por debajo de la tendencia al largo plazo. Quiero decir: con la “austeridad preventiva” implementada desde el paquete presupuestal en octubre del año pasado, ya sabíamos en junio que la economía había entrado en una «fase recesiva» y aún así, el gobierno y el autónomo Banxico tomaron medidas cuyo resultado seguro es crecer menos. Entonces, ¿porqué lo hacen?
Intento escudriñar sus razones (ya que ellos mismos no lo explican o lo explican muy escuetamente): el peso es una de las monedas más usadas en el casino mundial de la globalización, es la moneda más líquida de los emergentes y todos los días, se cambian títulos y bienes por 135 mil millones de pesos en el mercado internacional. Si continúa su depreciación frente al dólar, el peso dejará de ser “refugio” para los apostadores mundiales y muchos dólares se irán, lo que volverá a encarecer al billete verde.
Por eso, hicieron las dos cosas: si compras en pesos ofrecemos una tasa más jugosa (la subida de Banxico) y para que los mercados financieros estén tranquilos, el dinero del gobierno se “libera” para pagar cualquier deuda.
Las consecuencias inmediatas son otras: si subes la tasa de interés, menos empresas mexicanas se animarán a pedir prestado para invertir y el crecimiento bajará; y si disminuyes el gasto publico, les susurras a los fondos: aquí hay dinero para pagarte, así hagamos menos hospitales, menos infraestructura o Pemex sea dejada a su cruel destino.
Pero es cuestión de prioridades, no de fatalidades. Así es como nuestras autoridades entienden el juego económico mundial: ¿el crecimiento, el empleo, las infraestructuras, la salud, la educación, los salarios? Pues deben seguir esperando porque lo importante es la meta de inflación y que el nivel del peso se defienda para que no “contamine” los demás precios internos.
El nombre de nuestra política económica no es el desarrollo ni el bienestar, ni siquiera el de mover a México. El verdadero nombre de su juego se llama tranquilizar a los mercados. Y por eso estamos como estamos.