Ricardo Becerra
La Crónica
15/11/2015
La frase suena trillada: vamos –de hecho estamos ya- en una etapa mundial, económica, muy diferente, lúgubre y preocupante.
Tendrá muchas consecuencias, pero ¿en que consiste este nuevo mediano plazo? Aquí van tres gruesos componentes de los que los mexicanos no vamos a poder escapar.
Uno: estamos viviendo la primera gran salida de capitales de los países emergentes desde los años ochenta. Las grandes naciones prometedoras dejan de ser atractivas para los inversionistas y registran ya una salida neta de capitales (coa que no pasaba desde el siglo pasado). El titipuchal de países llamados así (en África, Asia, América Latina), han recibido este año unos 550 mil millones de dólares, lejos, muy lejos del ¡billón! que lograron atraer en 2014 y ¡ojo! debajo de los niveles registrados en plena crisis financiera internacional.
El descenso es aún más dramático si lo medimos en términos de PIB: si en 2007 los emergentes lograron atraer capitales por el equivalente al 8% de su PIB, los flujos que reciben este año apenas representan el 2% del total. Los desalmados bancos internacionales han llamado a esto: “El final del super-ciclo de los países emergentes”.
Pero ¿por qué los emergentes han pasado a este obscuro trance? Porqué casi todas las materias primas que importan, han bajado sus precios dramáticamente. El FMI estima que dicha caída restará de aquí al 2017 entre el 1% y el 2.2 por ciento del PIB (incluido México).
El Fondo dice, “el más reciente boom del precio de las materias primas, que comenzó a finales de los años noventa y llegó a 2014 (con la breve interrupción de la Gran Recesión de 2008-2009) ha sido más largo e intenso que otros episodios similares, en los últimos siglos”. Bien por el subdesarrollo, pero como ustedes saben, todo lo que sube, tiene que bajar.
Así que la nueva época consiste en que tendremos menores ingresos por materias primas y menos capitales interesados en venir a nuestros países. Una situación horrible. Lo apabullante (lo que lo hace mundial e histórica) es que se trata de una condición aplicable a Perú, Indonesia, México, Brasil, China e incluso la India. Todos, en él alguna vez llamado tercer mundo, vamos a vivir un ciclo decreciente en el mediano plazo.
En ese contexto, así, nuestro Pemex registra ya las peores pérdidas de toda su historia, entre otras cosas, gracias a la precipitada e ideológica reforma energética. Las pérdidas netas de PEMEX ascienden a 167 mil 600 millones de pesos hasta septiembre de 2015, un 180 por ciento más que en el mismo periodo del año pasado: 12 trimestres de números negativos en sus balances. Un rally doloroso en el que tanto las ventas como la producción se ven en un declive insostenible.
Con un añadido: PEMEX mantiene –todavía- la tercera parte del gasto gubernamental mexicano. Y ya no lo podrá sostener en los siguientes meses (meses, no años) porqué la empresa se sometió a los caprichos de una reforma loca en el peor momento: justo al final del “súper-ciclo” de las materias primas.
Así que estamos al principio de un nuevo ciclo a cuál mas mediocre: a menos que la exportación de las manufacturas nos rescate, ó a menos de que el país se atreva a instrumentar un importante shock de demanda (aumentando los salarios o la inversión, o las dos cosas juntas), nos internaremos en una nueva trayectoria, mas densa, en la de sargazos económicos, para acabar desperdiciando –ahora si por siempre- el bono demográfico.
Y no hay deliberación, presupuesto, ni programa que se haga cargo de esta mundial, oscura, realidad descomunal: un nuevo ciclo, que se añade al precedente, de empobrecimiento y estancamiento es ya nuestro futuro más probable.