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El debate público

Carencias y desigualdad

José Woldenberg

El Universal

29/06/2021

El 22 de junio el Coneval dio a conocer los resultados de la evolución de las carencias sociales en los últimos 30 años, de 1990 a 2020. No obstante, creo que la importante información no ha sido comentada con suficiencia. Se trata de uno de los temas centrales de la agenda del país si es que buscamos que en México toda la población pueda tener acceso a la educación, la salud y a una vivienda digna.

Los datos de Coneval se presentan a partir de los resultados de los censos de población y de la encuesta inter censal que se realizó en 2015, a través de 5 cortes (1990, 2000, 2010, 2015 y 2020). Se ilustra un descenso “consistente de las carencias sociales”, aunque en materia de acceso a la salud aparece un retroceso preocupante de 2015 a 2020. Pero vayamos por partes.

El rezago educativo pasó del 26.6% en 1990 a 17.3% en 2020. Y la falta de acceso a la salud de 58.6% en el año 2000, al 21.5% en 2020, no obstante, esa cifra para el 2015 era inferior (16.7%). Para medir la calidad de las viviendas, Coneval trabaja con distintos indicadores. Aquí solo reproduzco algunos: la carencia de agua entubada bajó del 24.2% en 1990 a 3.8% en 2020, y para los mismos años la privación de electricidad lo hizo del 13.1 al 0.6%, de drenaje de 40.3 a 6.0 y el hacinamiento pasó del 28.7 al 8.3.

Imagino que el ritmo para abatir las carencias podría ser más veloz, pero que la tendencia sea progresiva y que cada vez sean menos (porcentualmente hablando) los mexicanos con las privaciones enunciadas, merece subrayarse, salvo —insisto— en la regresión en salud de los últimos años.

Pero ya lo sabemos, México es un mosaico excesivamente heterogéneo y esos porcentajes nacionales esconden las profundas desigualdades entre entidades. Asomémonos entonces a un primer vistazo a esa realidad. Mientras en el año 2020 en Baja California Sur (11.4), Chihuahua (12.0) y Colima (12.7) se encuentran los porcentajes más bajos de quienes no tenían acceso a los servicios de salud, en Michoacán (32.6), Chiapas (29.9) y estado de México (27.2), las cifras duplicaban y hasta triplicaban el porcentaje de ciudadanos sin posibilidad de esos servicios. El rezago educativo igualmente es marcadamente desigual. Mientras en la Ciudad de México (8.7), Nuevo León (10.4) y Coahuila (11.7), se encuentran los menores porcentajes de rezago educativo, en Chiapas (31.4), Oaxaca (26.3) y Michoacán (25.8), las cifras se multiplican.

El hacinamiento resulta mucho mayor en Chiapas, Guerrero y Campeche que en Nuevo León, Coahuila y Aguascalientes. La carencia de agua entubada es mucho mayor en Guerrero, Chiapas y Oaxaca que en Aguascalientes, Tlaxcala o Nuevo león. De igual manera la falta de drenaje abarca más población porcentual en Oaxaca, Guerrero y Chiapas que en Colima, Ciudad de México y Aguascalientes, y lo mismo sucede en relación a la electricidad si comparamos a Nayarit, Chiapas y Durango con Ciudad de México, Nuevo León y Coahuila. (He citado los tres estados con mejores y peores porcentajes).

Lo cierto es que México está formado por muchos méxicos. Somos un territorio con innumerables carencias que se distribuyen de muy desigual manera a lo largo y ancho del país. Y ojalá las cifras que presenta el Coneval fueran el acicate para un debate en torno a los hirientes rezagos del país. Esos deberían estar en los primeros lugares de la agenda nacional si lo que deseamos es construir un México medianamente cohesionado en lo social.