Ciro Murayama
Reforma
08/10/2015
83,505,028 ciudadanos mexicanos conforman el listado nominal de electores y cuentan con su credencial para votar con fotografía emitida por el Instituto Nacional Electoral (INE, IFE hasta 2014). A diario con esa credencial se realizan cientos de millones de trámites ante oficinas públicas y privadas, además de que cada tres años la credencial se usa para su propósito inicial: sufragar.
El desarrollo de la credencial para votar con fotografía acompaña la historia de la democratización. Tras la crisis política de 1988, fue necesario edificar instituciones y reglas electorales nuevas, empezando por la creación del Instituto Federal Electoral y por hacer desde cero un padrón electoral creíble. El ciudadano que se empadronaba recibía su credencial para votar, a la que en 1992 se le incorporó la fotografía.
Por otra parte, la Constitución contempla desde 1990 la existencia de una cédula nacional de identidad que no se ha concretado hasta la fecha y, mientras tanto, un artículo transitorio establecido en la Ley General de Población reconoce la validez de la credencial para votar como instrumento de identidad hasta que la otra identificación esté vigente. Paradojas de nuestra realidad: mientras que la cédula nacional de identidad no termina de arrancar, la credencial del INE se ha consolidado en los hechos como un genuino documento de identificación ciudadana.
En lo que va del siglo, 17.3 millones de jóvenes que llegan a la mayoría de edad han obtenido su credencial para votar. A la vez, cada año el INE atiende en promedio más de 12 millones de cambios de credencial y da de baja a unas 750 mil personas del padrón -por defunciones y pérdida de vigencia de la credencial a los 10 años de emitida-.
Como la credencial para votar es la base para la conformación del padrón electoral, ha correspondido a los partidos políticos la vigilancia del censo de votantes. Hay una comisión nacional de vigilancia, 32 más en las entidades federativas y 300 comisiones distritales de vigilancia del padrón. Elección tras elección, se hacen rigurosas auditorías al padrón que muestran su validez y confiabilidad.
Vigilantes, los partidos acceden al padrón electoral para su revisión, mas no lo pueden copiar ni menos aún manipular.
Si bien siempre existe el riesgo de intentos de falsificación de cualquier documento oficial, la credencial para votar cuenta con 25 elementos de seguridad de vanguardia y el INE dispone de tecnología de comparación multibiométrica por huella dactilar e imagen facial para cada una de las credenciales que expide, por lo que identifica trámites registrales fraudulentos. Además, el INE desarrolla un sistema en línea que ya permite verificar si la credencial para votar que el ciudadano presenta en alguna dependencia pública o privada está vigente y que quien la porta sea el titular.
La reforma de 2014 dio al INE la tarea de dar la credencial para votar a los compatriotas que viven en el exterior, lo cual apunta más a la consolidación de ésta como la cédula de identidad ciudadana de todos los mexicanos.
Que 83 millones de mexicanos tengan un documento de identidad gratuito y confiable implica un importante esfuerzo institucional y financiero. Las tareas del padrón y la credencial absorben el 30% del gasto de operación del INE, pero no es mero costo electoral: es una inversión para asegurar el derecho a la identidad que, a través del INE, para los mayores de 18 años ya realiza bien el Estado mexicano.