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El debate público

Corrupción globalizada

María Marván Laborde

Excélsior

31/12/2015

Hoy termina el año 2015, tristemente estuvo marcado por los escándalos de corrupción, fenómeno extendido a los cinco continentes y no es exclusivo de gobernantes o funcionarios públicos.

En mayo supimos de la corrupción de la FIFA. La sorpresa no fue la manera en la que se ha manejado la asociación con los patrocinadores, ni lo que cuesta aceitar la maquinaria para conseguir ser sede del Mundial. De una u otra forma, muchos lo sabían y casi todos lo suponían. El asombro vino de la capacidad del gobierno de Estados Unidos para destapar la cloaca. Cientos de millones de euros manejados de manera inescrupulosa. ¿Quién podrá olvidar la foto de Blatter con los dólares flotando a su alrededor?

El escándalo de la Volkswagen, compañía privada alemana, quizá una de las más importantes del mundo, decidió hacer trampa nada menos que con el cuidado del medio ambiente, una de las prioridades de la agenda internacional del nuevo milenio. Por una decisión del fabricante, se instaló a más de once millones de automóviles un programa de software diseñado para hacer trampa sobre las emisiones de contaminantes. El presidente de la compañía se vio obligado a renunciar y la acción de la transnacional cayó por los suelos. La corrupción siempre cobra víctimas, pero en este caso podemos contabilizarlas con excepcional claridad.

Comentamos en otra oportunidad en este mismo espacio, la corrupción y, sobre todo, su eficiente persecución hasta las últimas consecuencias en Brasil y Guatemala. El presidente guatemalteco Otto Pérez Molina está encarcelado desde septiembre en espera de juicio. El gobierno de Dilma Rousseff ha perdido toda credibilidad y es cada vez más alta la posibilidad de que sea juzgada.

El muy complicado escenario político de España, después de las elecciones del pasado 20 de diciembre, está directamente relacionado con los grandes problemas de corrupción desvelados hace más de cinco años y que involucran tanto a la Casa Real como al Partido Popular y al PSOE. Es sencillo decir que al bipartidismo español lo quebró la crisis económica y el consecuente movimiento de los Indignados, pero es mucho más difícil reconocer que la pérdida de legitimidad está vinculada con las tramas de corrupción, la malversación de fondos y el tráfico de influencias.

Podemos y Ciudadanos han crecido por señalar la corrupción de los otros dos partidos; esto dificulta mucho las alianzas para formar un gobierno de coalición. Un programa de gobierno puede negociarse, pero es mucho más difícil transigir frente a problemas de deshonestidad ya denunciados. Es probable que haya necesidad de nuevas elecciones.

En México los ejemplos de corrupción nos sobraron a lo largo del año, aunque faltan experiencias de persecución eficaz. Encabeza la lista de vergüenzas nacionales la “resurrección” de la Secretaría de la Función Pública que exoneró al Presidente y al secretario de Hacienda por las dudosas operaciones financieras con un contratista del gobierno a través de las cuales obtuvieron sus residencias. La fuga del Chapo Guzmán sólo se explica por una cadena de complicidades que debió tocar hasta al secretario de Gobernación.

Las grabaciones, ilegales por cierto, que revelan las relaciones inconfesables entre funcionarios del gobierno del Estado de México y la constructora española OHL dan cuenta de redes internacionales de corrupción.

El Congreso de la Unión no funciona para controlar la corrupción. No hay mano limpia en la Comisión de Vigilancia que pueda arrojar la primera piedra. El gobierno priista de Medina en Nuevo León no se distingue del sonorense panista Padrés o del perredista Aguirre en Guerrero. Qué decir del Partido Verde, que compró un terreno con dinero público y lo escrituró a nombre de un militante.

La corrupción nunca es un delito de una sola persona, siempre se hace a través de una compleja red de complicidades que va de lo público a lo privado y viceversa. Los países que han logrado combatir la corrupción sistémica desarrollaron estrategias diferenciadas para prevenirla y perseguirla en el sector público, en el sector privado y en la sociedad. Mientras más se involucre la sociedad civil habrá mayores posibilidades de éxito.