José Woldenberg
El Universal
17/11/2020
El Instituto de Estudios para la Transición Democrática que preside Ricardo Becerra organizó un pertinente debate a partir de una pregunta: “¿Qué significa ser de izquierda en México?”. Participaron Patricia Mercado, Mariana Niembro, Jesús Rodríguez y Jorge Javier Romero. Las siguientes son mis notas de las que ellos no son responsables.
1. Hay para quienes izquierda es sinónimo de virtud, progreso, y no pocos creen que esa adscripción les otorga superioridad moral. Y pues no. Dado que no existe una izquierda sino izquierdas en plural, es menester aceptar que algunas han sido verdaderos azotes. Pol Pot en Camboya no solo destruyó un país sino que lo convirtió en un campo de concentración; la Revolución Cultural China desató la destrucción multitudinaria de mucho de lo edificado en términos artísticos, científicos y culturales y la persecución y “reeducación” de legiones de personas; la colectivización forzada en la URSS, el Gulag o los denominados juicios de Moscú, fueron derivaciones de un poder tiránico que se pensó a sí mismo salvador y construyó el infierno en la tierra. ¿Y qué decir de Cuba y la supresión de todas las libertades? En todas esas expresiones de izquierda a nombre de la igualdad se exterminó el otro gran valor de la modernidad: la libertad.
2. El valor que ofrece sentido e identidad a la izquierda es el de la igualdad, no solo de los individuos ante la ley, sino en términos materiales. ¿Nuestro gobierno tiene un compromiso fuerte contra las desigualdades? ¿Las transferencias monetarias lo convierten en un referente de izquierda? Puede ser que para algunos sí. Pero lo cierto es que esa fórmula y las reiteradas menciones al pueblo no acaban de construir una plataforma para atemperar siquiera las desigualdades que marcan a México. Ha renunciado a una reforma hacendaria progresiva y redistributiva, e impasible ante los efectos devastadores de la pandemia, no generó apoyos para mantener y fortalecer la planta productiva y de servicios, no se apuntaló el empleo, y el financiamiento para la salud y la educación es débil, decreciente e insuficiente si se aspira a una salud universal y a una educación de calidad.
3. En relación a nuestra germinal democracia la presente administración no solo no aprecia lo construido (que por cierto le permitió arribar al gobierno), sino que no esconde su pretensión de reconcentrar el poder en la presidencia, desprecia a los otros poderes constitucionales, abomina de las organizaciones de la sociedad que no comparten su código de entendimiento, anatemiza a medios y periodistas críticos, por lo que incluso aquellos que la consideran de izquierda, no pueden adjetivarla como democrática.
4. ¿Y qué decir en relación al potente movimiento feminista que ha colocado en el centro de la atención pública la violencia contra ellas y reivindicaciones centrales como la del aborto libre y atendido? ¿O de la dimensión climática y de preservación de los recursos naturales? ¿Del necesario reforzamiento del laicismo y de la lucha contra el oscurantismo? ¿Del apuntalamiento de las actividades científicas, culturales y artísticas? Todas ellas minusvaluadas por la presente administración.
5. No fue extraño entonces que los ponentes coincidieran en un punto fundamental: se requiere para México una izquierda socialdemócrata, capaz de conjugar los dos grandes valores que habilitó la modernidad: igualdad y libertad y de asimilar y hacer suyas las agendas emergentes.