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El debate público

De la plaza, a la Corte

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

27/02/2023

Repleto el Zócalo, con la multitud vitoreando las alocuciones de cara a la Suprema Corte, este domingo se manifestó un discurso y un talante político radicalmente distinto al que cada mañana se propaga allí mismo, en Palacio Nacional.

Centenares de miles, abarrotaron esa plaza y las calles adyacentes. El presidente los insultó, el gobierno quiso disuadirlos, la propaganda oficialista propagó mensajes para amedrentarlos. A pesar de todo eso allí estuvieron: familias enteras con atuendos color de rosa, jóvenes y viejos, gente con apreciaciones variadas sobre muchos asuntos pero que coincidieron en la fundamental defensa del INE y de las leyes electorales.

Frente a la antidemocracia que se fragua en Palacio Nacional, en el Zócalo se manifestó la defensa de la equidad en las elecciones. Centenares de miles colmaron el Zócalo y las plazas de otras 115 ciudades. La movilización, así, es reivindicada como un recurso de la sociedad y no solamente para que el poder se elogie a sí mismo. Frente al intento oficial para aherrojar al INE, y de esa manera a la democracia, centenares de miles se reúnen en todo el país de manera pacífica, festiva, con esperanza no en una causa ni en un personaje providencialistas, sino en la sencilla pero indispensable confianza que nos proporciona la democracia.

La democracia no se toca, se escuchó en la voz de centenares de miles. Las reglas y el árbitro de nuestras elecciones están en riesgo porque el presidente López Obrador no quiere un INE independiente ni profesional. Tampoco quería que hubiera movilizaciones ciudadanas este domingo 26 de febrero y la respuesta en todo el país fue contundente.

En Palacio Nacional, los días anteriores, hubo escarnio e inclusive injurias en contra de la movilización de este domingo y sus participantes. El mitin en el Zócalo fue una respuesta ordenada, sensata e inteligente al calumniador de las mañaneras y a su proyecto para, en la práctica, apropiarse de la autonomía del INE. Las frases más significativas en la concentración fueron las de José Ramón Cossío, ex ministro de la Corte: “El presidente ha dicho que la corrupción de los ministros quedará evidenciada si invalidan sus reformas; por el contrario, los ministros sólo podrían ser considerados corruptos si desconocen lo dispuesto en los artículos constitucionales, que detalladamente regulan los órganos y los procedimientos electorales”.

En un discurso inteligente y claro, Cossío exhortó, con la autoridad y la experiencia que tiene por haber ocupado con decoro una de las once sillas en el pleno de la Corte: “Queremos decirle a los señores y señoras ministras, teniendo frente a nuestros ojos el edificio en el que laboran, que confiamos en ellos, en su talante democrático y en su capacidad de comprender la gravedad de las decisiones que tomarán para preservar la vida democrática del país”.

La Corte no está sola. Los ciudadanos activos que se congregaron este domingo le exigieron a la SCJN que defienda a la democracia y proteja a la Constitución y, a la vez, respaldaron a los ministros para que no se dejen coaccionar cuando revisen la contrarreforma electoral.

Nunca como ahora, la SCJN ha estado tan asediada tanto por presiones del gobierno, como por el descrédito de unos cuantos de sus integrantes. La ministra que plagió sus tesis de licenciatura y doctorado representa la indecencia y la tracalería que han sido oprobio de nuestro sistema judicial. Pero en la Corte, como entre los jueces en todos los niveles, también hay responsabilidad y honestidad. A los ministros dispuestos a reivindicar tales atributos, los apoya la sociedad activa que confía en las leyes y las instituciones. A la plagiaria, cuya desvergüenza es oprobio para la justicia y para las universidades a las que engañó, ya es hora de que los ministros la pongan al margen.

Este domingo la idea de plaza pública, entendida como el espacio en donde los ciudadanos se encuentran y se involucran en los asuntos públicos, tuvo una vigencia inequívoca. Las de este 26 de febrero, como antes el 13 de noviembre, han sido movilizaciones ciudadanas para resguardar las garantías constitucionales que apuntalan nuestras reglas electorales.

Nuestra democracia está en peligro porque el grupo en el poder quiere que el país retroceda a las épocas cuando el gobierno organizaba las elecciones, decidía los candidatos y determinaba los resultados. Pero al mismo tiempo, esa democracia nuestra tiene más vitalidad que nunca porque se la defiende en las plazas y en las calles. A eso vine, clamó la multitud, a defender al INE. Junto con esa institución se defienden las elecciones competitivas, el secreto del voto, la credencial confiable, la independencia de la autoridad electoral, la irreemplazable validez del sufragio.

Hubo acentos peculiares dentro de la diversidad de voces en el Zócalo. Algunos querían que esa movilización impulsara banderas de la oposición, pensando en 2024. Otros, desahogaron su exasperación antiobradorista. La gran mayoría se ciñó al objetivo del mitin: la defensa del voto, el repudio a la desnaturalización de las reglas electorales, la apuesta por la legalidad constitucional.

En esa convergencia de tantos, hubo una suerte de convencida y deliberada racionalización del discurso ciudadano. A pesar de los improperios del presidente y sus propagandistas, los ciudadanos del Zócalo coincidieron en reivindicar la centralidad democrática del voto. Frente a la retórica destemplada y delirante que se expande desde Palacio Nacional (y que ahora incluye el demencial avistamiento de aluxes) hubo una respuesta sensata y ajustada tanto a la legalidad, como a la verdad.

Habrá cálculos variados y algunos intentarán regatear las dimensiones de una multitud que resultó evidente. Los simpatizantes de la concentración de este domingo no debieran tener necesidad de exagerar la cifra de asistentes porque es claro que el Zócalo fue desbordado.

Este domingo el Zócalo fue más ciudadano que nunca. José Ramón Cossío recordó que esa es, precisamente, nuestra Plaza de la Constitución. Ayer fue el momento de los ciudadanos organizados. Una vez que la contrarreforma sea promulgada, llegará el turno de la Corte.