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¿Dejar hacer, dejar cobrar?

Fuente: El Universal

Ciro Murayama

Aunque son frecuentes las críticas a la ineficiencia del sector financiero y a las excesivas comisiones de la banca, tuvo que ser Carlos Slim quien pusiera el cascabel para que éste hiciera ruido: es inaceptable que la banca cobre “tasas que están 10 veces por arriba de lo que se capta”, por lo que “se debe poner un techo a estas tasas de interés, ya que al no haber competencia en este segmento, este problema del sistema financiero no se resolverá por la vía del mercado”.

Y remató el presidente del Grupo Carso: “Estas tasas son insostenibles, impagables en la mayoría de los casos”.

EL UNIVERSAL documentó, en su edición de ayer, que las comisiones anuales que cobran las instituciones financieras a los adeudos contraídos por medio de tarjetas de crédito oscilan entre 40% y 113%, lo que rebasa ampliamente los costos que enfrentan los usuarios no ya en el mundo desarrollado, sino en otros países de América Latina.

La reacción de los banqueros al reclamo de Slim fue transparente. Enrique Castillo Sánchez Mejorada, presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), descartó que su gremio coordine una reducción de las tasas: “No podemos llegar a ningún acuerdo porque esa es una decisión de cada entidad”.

Y fue enfático en señalar que “las tasas no pueden bajar por decreto”. Por el contrario, estableció cuál debería ser la ruta alternativa: “Se debe trabajar en reducir el riesgo de que (los) consumidores no paguen”.

Pero el riesgo del impago está directamente relacionado a los tipos de interés que, como apuntan los datos, en menos de un año pueden llegar a superar el monto del adeudo inicial.

Es obligada, entonces, una breve ayuda de memoria: la banca mexicana colocó tarjetas de crédito sin asegurarse de la solvencia de los usuarios la sobreoferta de plásticos es conocida por cualquier familia con teléfono en casa, y por cualquier persona que acude a un centro comercial; como esa estrategia incrementó el riesgo de impago, los propios bancos elevaron las comisiones para todos los tarjetahabientes, lo que a su vez hizo que el crédito se encareciera y, con ello, que resulte más difícil pagar las deudas de las tarjetas.

Hay que decirlo: fue la estrategia de la banca, su competencia para tener deudores sin importar la calidad de los mismos, la que nos llevó al escenario actual de casi 10% de impago. Fue, de nuevo, un “error de mercado”, y ahora su solicitud es que las medidas oficiales se orienten a asegurar que los consumidores les paguen.

Hasta aquí, los argumentos de la banca responden a la protección de su interés particular en el corto plazo. Pase. Pero la declaración de ayer que no es de recibo la formuló el presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef).

Luis Pazos de la Torre hizo suyas las razones de la banca (“poner un tope a las tasas de interés de tarjetas de crédito que cobran los bancos es como ‘la pena de muerte’”), al tiempo que dejó la solución de los problemas que ahogan a buena parte de los usuarios de tarjetas a “la competencia y la información, así como de que haya un marco macroeconómico estable”.

Pero, ¿no es su organismo el encargado de la información? ¿No se suponía que la reprivatización bancaria y la llegada de bancos internacionales iban, precisamente, a garantizar una competencia óptima? Y, finalmente, ¿no se han preciado los últimos gobiernos en dos de los cuales Pazos ha tenido altas responsabilidades de haber alcanzado un marco macroeconómico estable?

Con todo, ha sido el Congreso de la Unión el que empezó a hacer frente a los excesos de un sector financiero, por ejemplo, a través de prohibir las ampliaciones de los límites de crédito sin consentimiento de los consumidores. Que el Legislativo se ocupe de los problemas económicos que afectan el día a día de las familias puede contribuir a que la discusión económica al fin se democratice, y a que la función reguladora y supervisora del Estado sea digna de tal nombre.

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM