Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
12/03/2018
Las fake news son amenaza real y expresan una perversa paradoja. Nunca antes la humanidad ha dispuesto de tanta información, con tanta abundancia y velocidad como hoy en día. Al mismo tiempo, nunca hemos tenido tantos motivos para desconfiar de muchas de las noticias que recibimos en el torrente de contenidos al que estamos constantemente conectados.
Noticias falsas siempre han existido. Pero en los años recientes su propagación, así como la verosimilitud que adquieren dentro de importantes segmentos de las sociedades contemporáneas, se ha multiplicado gracias a las redes sociodigitales. Facebook, Twitter, Instagram o YouTube y, con otras modalidades, redes como WhatsApp y Telegram, son instrumentos de comunicación accesibles a cualquier persona. Esa y su organización reticular son las virtudes de tales plataformas. En ellas se difunden contenidos de toda índole y, desde luego, también mentiras.
Cada vez más personas reciben información acerca de asuntos públicos a través de las redes sociodigitales. La dependencia que los medios de comunicación profesionales experimentan respecto de tales redes para obtener lectores, o por lo menos algunos clicks que les permitan sobrevivir en ese océano de versiones e informaciones que es Internet, manifiesta la crisis del periodismo. La proliferación de tuits y entradas que remiten a notas de los medios convencionales confiere a esos contenidos una propagación que no tendrían de otra manera pero priva a las personas del contexto y la jerarquización que reciben las noticias en cada medio.
Las noticias falsas prosperan al encontrar públicos dispuestos a creer en ellas. En las redes sociodigitales construimos entornos integrados por personas que comparten nuestras preferencias, de tal suerte que una noticia que coincida con esas afinidades tendrá más posibilidades de ser compartida, y de esa manera refrendada, que una información que no refuerce tales convicciones. Los promotores de noticias falsas aprovechan esa predisposición para aceptar versiones que ratifican creencias o suposiciones, independientemente del rigor de tales informaciones.
Un artículo publicado el pasado 9 de marzo en la revista Science suscrito por el profesor David M. J. Lazer de la Universidad de Northestern en Boston y por otros quince investigadores, subraya la necesidad de entender a las noticias falsas como un fenómeno que está erosionando los mecanismos que les permiten a las personas enterarse de los asuntos públicos. “Las fake news —explican— son la información fabricada que imita la forma del contenido de los medios pero no su proceso organizacional. Los proveedores de fake news, en cambio, quebrantan las normas editoriales y los procesos que aseguran la precisión y la credibilidad de la información en los medios. Las fake news se traslapan con otros trastornos de la información como la información falsa o engañosa y la desinformación (información falsa que es difundida intencionalmente para confundir a la gente)”. Entre los autores de ese texto se encuentran Michael Schudson de la Universidad de Columbia, autor de algunos de los estudios más relevantes sobre la historia de la prensa estadounidense, y Cass R. Sunstein de la Universidad de Harvard cuyo #republic. Divided Democracy in the Age of Social Media es uno de los libros más sugerentes en la discusión sobre noticias falsas.
Cualquier grupo o entidad interesado en confundir, y eventualmente respaldar o erosionar a un candidato o una organización, puede difundir noticias falsas. Durante los procesos electorales más importantes de los años recientes, en docenas de países, han circulado mentiras presentadas como noticias auténticas en las redes sociodigitales. En varios casos hay evidencias de propagación deliberada de informaciones de esa índole por parte del gobierno ruso.
Hace más de un año Facebook emprendió un programa para identificar noticias falsas con apoyo de grupos de periodistas en una veintena de países. Quienes pueden tener más experiencia y recursos para reconocer, indagar y en su caso señalar una noticia falsa son aquellos que trabajan de manera profesional con información noticiosa. En ese proyecto había grupos de verificación de noticias en Argentina, Estados Unidos, Italia y Perú, entre otras naciones, pero ninguno en México.
Sin embargo, cuando ocurrió el terremoto de septiembre en la Ciudad de México varios centenares de voluntarios se dedicaron a revisar las muchas versiones que circulaban en redes sociodigitales y dieron verosimilitud a las peticiones de ayuda y las informaciones auténticas. #Verificado19S fue un esfuerzo ciudadano, respaldada por grupos de informadores y activistas, que procesó más de 20 mil datos en los días posteriores al sismo.
A partir de esa experiencia la revista digital Animal Político que dirige el periodista Daniel Moreno, junto con otras publicaciones y organizaciones, abre el día de hoy el sitio www.verificado.mx con la colaboración de periodistas de más de 60 medios de comunicación. Se trata, específicamente, de ubicar y señalar noticias falsas acerca del proceso electoral. Explican: “Con más de 10,000 candidatos recorriendo el país y buscando nuestro voto, no solo escucharemos noticias falsas. También promesas, denuncias y críticas de todo tipo. Peor: habrá promesas irrealizables, denuncias sin fundamento y críticas basadas en datos equivocados con el objetivo de engañar al elector. #Verificado2018 busca enfrentar esos dos fenómenos: por un lado, las noticias falsas; por el otro, las promesas irrealizables o las críticas sin fundamento. Y quiere enfrentarlas con periodismo”.
Esa propuesta de Animal Político, junto con Newsweek en Español, Pop Up Newsroom y AJ+Español, es apoyada por Facebook, Google y Twitter y tendrá recursos de Mexicanos contra la Corrupción, así como de las fundaciones Open Society y Oxfam.
La trayectoria de los periodistas que impulsan esa iniciativa y que el fin de semana se reunieron en un taller sobre fake news, propiciará que ese trabajo tenga credibilidad y utilidad. Será indispensable, por supuesto, que trabajen con la mayor transparencia y que en su desempeño no haya sesgos a favor ni en contra de ninguna opción política.
En otros países, las noticias falsas surgen y circulan a contracorriente de la información que ofrecen los medios profesionales, que funcionan con independencia y tienen credibilidad. En México el escenario es más complejo y difícil. Nuestros medios, muchos de ellos sin autonomía respecto del Estado y de intereses corporativos, sufren un déficit de credibilidad que por lo general no se han esforzado para resolver. En ese contexto, los sectores de la sociedad más suspicaces tienen especial predisposición a creer noticias falsas. Las mentiras siempre circulan con más facilidad en contextos de desorientación y polarización.
#Verificado2018 puede contribuir a solidificar la confianza de la sociedad en los medios, así como el trabajo profesional entre los periodistas. Las tareas de ese grupo tendrían que ser del mayor interés para todas las empresas de comunicación y, por otra parte, para los partidos políticos y candidatos que apuesten por la solidificación de la democracia —es decir, que estén por una competencia política sin engaños—.
Los contenidos en los medios de comunicación nunca tienen efectos lineales, ni fatales. Las consecuencias de las noticias falsas no son siempre idénticas. La gente tiende a recordar las noticias independientemente de la manera como las conoció. Las noticias que se recuerdan de manera más sencilla —y que, entones, son admitidas como ciertas— son las que coinciden con las preferencias o creencias de las personas. Es imposible hacer generalizaciones en este tema porque, igual que con cualquier proceso de asimilación de informaciones entre individuos, los contenidos de los medios de comunicación siempre son aceptados, o no, de acuerdo con el contexto de cada quien. Pero con las noticias falsas, puede ocurrir que los esfuerzos para verificarlas y desmentirlas terminen por darles mayor visibilidad. El ya señalado artículo en Science advierte: “Existe el riesgo de que repetir información falsa, incluso en un contexto de verificación (fact-checking) pueda incrementar la probabilidad de los individuos para aceptarlas como ciertas”.
Ese es uno de los dilemas que tendrán que aquilatar #Verificado2018 y los medios que compartan la necesidad de revisar y contrastar informaciones falsas. Independientemente de las preferencias y convicciones políticas de cada quien, es preciso que podamos discutir y decidir a partir de hechos y no de suposiciones y embustes. Se trata de proteger y propiciar, así, la deliberación pública que es indispensable e irreemplazable como elemento constitutivo de la democracia.