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El debate público

Disciplina social

Ricardo Becerra

La Crónica

13/09/2020

Ayer se hizo viral el momento en el cual, el Presidente Macron hace exactamente lo que no debe: en medio de una rueda de prensa, rodeado de periodistas con micrófonos fundados en plásticos, se baja el cubrebocas a la barbilla para toser a plenitud.

A ustedes les ha pasado: van por la calle y el teléfono celular de alguno de nuestros congéneres repiquetea. El interpelado cede su mascarilla -hasta entonces bien puesta- para hablar y emitir sus aerosoles en la banqueta por donde todos los demás pasamos.

Atentos caminan, zigzaguean, cruzan la banqueta, andan en el arrollo vehicular, alertas, procurando estar lejos de los demás transeúntes, pero las prisas de este que viene o de aquella que se va, hacen que los caminantes pasen rozando el brazo o el hombro de quien hasta entonces se afanaba en conservar la sana distancia.  

Y algo similar nos ocurre en el camión, en el metro, en algún restaurante, donde los meseros se presentan impecables con la indumentaria adecuada, pero a la hora de explicarnos el menú, descienden su mascarilla o levantan la careta para permitir la plena exhalación de sus gotículas.

Estoy hablando de quienes usan cubrebocas pero hay demasiados, todavía, que ni eso, pues la cosa sigue siendo opcional, el mensaje de las autoridades sigue sin volver rigurosamente obligatorio el instrumento. “Es auxiliar” dicen.

Lo que expongo aquí no son anécdotas ni minucias. Son parte de una conducta social que aún no cobra conciencia de algo muy grave y depresivo: la pandemia será larga y nosotros debemos ser otros, mientras la amenaza dure.    

Toda la experiencia del mundo nos informa que gran parte de la propagación y del contagio resurge (España) o permanece (como es nuestro caso) porque no asimilamos las enseñanzas fundamentales: porque nos apresuramos a volver a nuestras vidas sin las precauciones indispensables que ahora son muchas: lavado frecuente de manos, evitar lugares concurridos, usar cubrebocas tan pronto sales de casa, las reuniones -si se dan- deben ocurrir al aire libre, si te sientes mal acude al médico y que el gobierno haga el resto (pruebas, encuestas serológicas, bases de datos, seguimientos, confinamientos, organización de hospitales, pedagogía pública, etcétera).

Es una dimensión del problema de la que hemos hablado demasiado poco: la disciplina social.

No se trata de tragarnos la píldora según la cual, el control de la epidemia depende de la conducta individual, de nuestra exclusiva responsabilidad, porque no es verdad. Más bien, se debe señalar que sin una nueva y poderosa pedagogía pública no saldremos de esta crisis.

Es un aspecto contenido en el documento de los seis ex-secretarios de salud, presentado la semana pasada (https://tinyurl.com/y4rjx7ey), el cual subraya: “Es necesario un cambio en la psicología colectiva para convivir con este nuevo riesgo vital. Es de suma importancia desplegar una poderosa campaña de comunicación y formación sanitaria –la más importante que se haya realizado en el país– para extender y naturalizar nuevos hábitos sociales” rumbo a meses y quizás, años críticos.

Se trata de hábitos simples pero rigurosos: el uso generalizado y obligatorio de cubrebocas en lugares públicos y cerrados, la higiene frecuente de manos y la distancia física dirigida a evitar las tres “C”: lugares cerrados, congestionados y los encuentros cercanos.

            El combate a la pandemia es un asunto de médicos, epidemiólogos, laboratorios, farmacéuticas, investigadores, sí, pero también de persuasión política y de una disciplina social a la que los mexicanos no estamos acostumbrados. 

            La pandemia no se ha ido, seguirá con su furia entre nosotros y desde julio cobra la vida de diez mil mexicanos cada quincena. Tenemos la certeza científica de que será larga y mas encarnizada en el periodo invernal que llegará en tres meses.

            Al gobierno no le gusta hablar de la peor crisis sanitaria en un siglo, pero está condenado a ejecutar una persuasión de masas, hacer obligatorio el cambio en las conductas y convertir en deber cívico el combate a la pandemia. No es parte de la agenda de la cuarta transformación. Lo sé. Pero es más importante.