Ricardo Becerra
La Crónica
14/02/2021
Mientras Israel tiene un récord de 75 mil 471 vacunas aplicadas todos los días, ininterrumpidamente desde el 20 de diciembre, alcanza la inmunidad del 90 por ciento de su población mayor de 60 años y ya vive la extraña paradoja de vacunas anti-Covid que no encuentran al antebrazo humano en el cual dosificarse, en todo México, logramos vacunar a ¡555 personas! el viernes pasado.
Y es que después de una gestión deplorable y con malos resultados a lo largo del 2020, el gobierno israelí comprendió muy bien que el despliegue de la vacunación era su última oportunidad para redimirse y ofrecer las mejores noticias a su población. En palabras del Primer Ministro Netanyahu “Convertiremos a Israel en el país de la vacunación” y hoy su problema consiste en encontrar a quien inyectar.
La veloz y decidida estrategia de Israel ha reubicado al primer ministro como favorito ganador de las elecciones de marzo y tienen al país en una previsión económica de crecimiento cercana al 5 por ciento. La causalidad es obvia: con la población protegida, las actividades se reanudarán más rápido y muchas de las decisiones de inversión -locales e internacionales- acabarán cayendo en ese país mientras todos los demás se las ven negras para conseguir las dosis de su propia nación.
Lo que ocurre en México es conocido: se volverá a presentar otro plan de vacunación en las siguientes horas ante el ostensible chasco del plan previo: resulta que no tenemos vacunas, ni las más solventes, pero tampoco las que han entrado a la oferta mundial desde Rusia y China (si, lo sé: Pfizer y AstraZeneca enviarán un pequeño lote esta semana para continuar en el ritmo de las centenas diarias y no de las decenas de miles que se necesitan).
El problema no solo es sanitario (aunque hay que recordar que somos un país grande y que por ello tenemos más probabilidades de hospedar una mutación más contagiosa y más letal) sino que es directamente económico, puesto que el rezago significa prolongar los ciclos de confinamiento, la permanencia de la recesión y al cabo, una debilidad fiscal que carcome la estabilidad financiera.
Recordemos: las cifras de las últimas semanas muestran una caída del producto de -8.1 por ciento en 2020 y una caída de la inversión que es la peor desde 1995, con un retroceso de 19 por ciento (números redondos). Esto quiere decir que no tenemos una base sólida y suficientemente ancha para el crecimiento futuro y que por ello, sé está comprometiendo la capacidad de pago de nuestro país.
Una economía que se hace pequeña es una economía menos solvente (porque tu deuda representa cada vez una proporción mayor de tus ingresos disminuidos) y esto lo entienden mejor que nadie las calificadoras y otras agencias internacionales que están mirando, no solamente nuestras decisiones económicas, sino la manera en que estamos enfrentando la pandemia. Un reporte sistemático del Financial Times lo advierte así: “La vacunación es un factor crucial de la evolución económica mundial en el 2021, su desenlace determinará la posición -país por país- en los mercados globales, incluidos los financieros, mismos que vislumbran un escenario de insolvencia de economías incapaces de librarse del virus” (https://tinyurl.com/3gs46l7t).
Estamos en una carrera contra el tiempo y la manera en que el gobierno ha imaginado la vacunación no cumple ese requisito. Llegará el momento para hacer tal evaluación (a las brigadas de ocho personas, a los procedimientos y requisitos redundantes, sin alianzas con gobiernos estatales, sector privado ni instituciones civiles, movilizado entre criterios extra sanitarios y -como hemos visto- con sesgos abiertamente electorales). Pero lo que importa subrayar aquí es que una vacunación amplia, seria, nacional, sin sesgo partidista, está en el propio interés del gobierno del Presidente López Obrador por las enormes consecuencias económicas y financieras que traerá (si es que, como parece, han dejado de importar las humanitarias, sanitarias y la pura responsabilidad política).
México no tendrá una inmunidad colectiva pronto, por la sencilla razón de que no tiene vacunas, de que la industria no puede producir las suficientes, pero de todos modos, estamos absolutamente obligados de presentar al país y al mundo, un dispositivo consistente y creíble de vacunación, el plan de ruta para escapar de la pandemia si no este año, al menos al comenzar 2022. Los muertos, los deudos, los electores, la ciudadanía lo tendrán en la cabeza, pero algo más: también los mercados financieros evaluarán esa omisión o ese acierto, con el gran riesgo que evaporaría el último activo del que dispone el gobierno actual: la estabilidad cambiaria y financiera (la del tipo de cambio) que presume todas las mañanas. También eso está en juego con el plan de vacunación.