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El debate público

El kirchnerismo

Adolfo Sánchez Rebolledo

La Jornada

26/11/2015

La segunda vuelta en las elecciones presidenciales argentinas se realizó en paz, reivindicando los procedimientos democráticos y un alto grado de civilidad entre los contendientes, que de inmediato reconocieron los resultados, no obstante que el país estaba muy confrontado y dividido. No es un dato menor, habida cuenta de la historia y las críticas de los últimos años, las sospechas diseminadas por los grandes medios para restar legitimidad democrática al populismo de un gobierno que puso en la mira la urgencia de actuar contra la desigualdad, rompiendo los esquemas que llevaron a Argentina de la dictadura a la debacle económica. La victoria de la coalición centro-derechista encabezada por Mauricio Macri confirma el cambio que venía ocurriendo en la sociedad, pero también la declinación del ciclo progresista en el cono sur. Habrá que hilar fino para juzgar lo ocurrido en estos años, los errores cometidos y las aportaciones del kirchnerismo a la transformación de las instituciones latinoamericanas en una era de cambios trascendentales logrados sin el concurso hegemónico de Estados Unidos.

Por lo pronto, entre los análisis del flanco derrotado, leídos en el diario bonaerense Página 12, llama positivamente la atención que los periodistas privilegien la reflexión sobre las emociones del momento, la serenidad de los juicios esgrimidos frente a quienes ya están lanzados a la cacería de culpables, sin examinar qué les espera a las fuerzas populares ante el desafío (entre camaleónico y gatopardista) lanzado por el macrismo, asumido sin rubor por los medios hasta ayer activos opositores al gobierno y hoy revanchistas sostenedores de sus proyectos.

De las ideas que he podido recoger en esta primera y rápida aproximación para definir al kirchnerismo me quedo con esta de Diego Tatián formulada enPágina 12, donde acepta que la política es el rasgo esencial del periodo que ha concluido: La confianza en la experiencia democrática como voluntad colectiva que fue capaz de subordinar durante casi 13 años los poderes financieros y corporativos a las instituciones de la república es tal vez la novedad por la que este tiempo kirchnerista será recordado, y la inspiración renovada de esa experiencia su mayor contribución a las generaciones por venir, cada vez que reinicien la pregunta por la emancipación.

Toca ahora a los responsables políticos, a la ciudadanía activa, revisar los errores cometidos, buscar las razones de la insatisfacción que en el tramo final perfila los votos perdidos, pero este balance no debería quedarse en las críticas a los protagonistas, ni mucho menos en el desgarre interno de un movimiento tan complejo como el peronismo, que aún conserva cargos de representación y fuerza de masas, es decir, la posibilidad de actuar bajo las nuevas circunstancias en condiciones inéditas de convivencia democrática. En este como en otros casos, ir al fondo significa hacer el balance de la época, considerando los cambios ocurridos en el guión de la situación global y, muy particularmente, en el contexto de la gran crisis cuyas secuelas siguen determinando las opciones del país, incluyendo el resultado de las urnas. Cuánta razón le cabe a Joaquín Estefanía al escribir que en general hoy somos Más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados, menos demócratas. Y eso, a querer o no, también cuenta para Macri.

Sin duda, América Latina tiene que repensar presente y futuro sin pretender que hay una alternativa a la mano al alcance de la voluntad popular. Mucho se ha criticado el ideologismo de las fuerzas que actúan contra las inercias del sistema, sin ver que, por el contrario, son éstas las que derivan su poder de atracción de la capacidad multiplicada por los medios para anclarse en el sentido común, es decir en ideología predicada como verdad única, natural, como la impostación de sentimientos, emociones e intereses que en rigor pertenecen a las minorías privilegiadas que comandan la vida pública y privada en nuestras clasistas sociedades. Me parece muy sugerente la manera en que el filósofo Tatián nos muestra cuál es la aportación del kirchnerismo, su singularidad y su diferencia con el macrismo. “El kirchnerismo –afirma– es una subjetividad ideológica y una fuerza cultural que orientó sus políticas públicas por la idea de igualdad, por la extensión de los derechos sociales, por la transmisión de la memoria, por la construcción de lo común. Desde el peronismo histórico, nunca una subjetividad social había hecho irrupción con tanta nitidez y con una proyección generacional tan extensa. En las antípodas, Macri le habla al pueblo como si se tratara de una muchedumbre de emprendedores que, gracias al talento individual que él les va a ayudar a desarrollar, serán exitosos y felices. Para eso es necesario liquidar el pasado, desentenderse de las dificultades ajenas y mirar hacia adelante”. El emprendedorismo individual que promueve el discurso macrista puede efectivamente ganar elecciones, generar expectativas económicas e introducir cambios culturales, pero no producir una subjetividad transformadora. La historia apenas comienza.