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El debate público

En cuatro años: El doble de trabajadores ganan el salario mínimo

Ricardo Becerra

La Crónica

13/12/2020

Paradoja de la pandemia ¿Cómo es posible que ese gran acontecimiento capaz de detenerlo todo, de paralizar y encerrar a millones, esté provocando sin embargo, una intensa aceleración de casi todos los procesos? ¿Cómo es posible que la estática del confinamiento se traduzca, asombrosamente, en una gran mutación?

Se puede ver, nítido, en la economía: si las tendencias del “estancamiento secular” ya actuaban entre nosotros, ahora se enraízan en mayores profundidades. Como afirma Dani Rodrik, en América Latina ya no podemos hablar de una década perdida, sino de una generación perdida. 

El sexenio de Peña Nieto dejó el crecimiento tambaleante, aunque en un nivel de 2 por ciento. López Obrador no atinó sino a colocar ese valor ya en rango negativo: -0.1 por ciento para 2019, y no obstante, en el año de la pandemia, el INEGI ha confirmado que el PIB mexicano cayó 9.8 por ciento hasta septiembre. Si hacemos las concomitantes cuentas, el producto per cápita habrá caído casi 10 por ciento este año.

¿Lo ven? El problema es la aceleración de las tendencias. 

¿Saben cuánto tiempo vamos a tardar en regresar al nivel de ingreso que teníamos en 2018?  Bien, sumemos la pérdida sufrida el año pasado a la del presente. Llegamos a este diciembre con una caída del PIB per cápita superior al 11 por ciento. 

Quiere decir: los mexicanos somos menos solventes, más amolados, contamos con el 90 por ciento del ingreso de hace dos años, en promedio.

El FMI y la OCDE coinciden que la economía de México recobrará el tamaño que tenía en 2018, hasta 2024, o sea, un sexenio de estancamiento neto, y no obstante la población seguirá creciendo. Por eso el PIB per cápita en 2024 rondará un nivel de 5.7 por ciento menor al de inicio de sexenio. 

Y si el gobierno de López Obrador no deja como herencia una larga recesión más allá de su mandato (si el desmantelamiento que provoca no es demasiado grave), vamos a necesitar crecimientos anuales de tres por ciento en el siguiente lustro. Una cifra que, a estas alturas, ya parece mítica. 

En síntesis: lo más probable es que el ingreso por cabeza que México tenía en 2018, se recupere ¡hasta 2030! entre otras cosas, gracias a las incomprensibles manías de la austeridad.  

Y ese es un escenario optimista pues supone que las cosas permanecerán igual (nivel de empleo, estructura del mercado de trabajo, salarios), cosas que son, justamente, otras de las mutaciones que acelera la pandemia.  

A mediados del mes pasado, el CONEVAL presentó su estimación de la pobreza laboral, una vez más, con datos a septiembre. Resulta que el 44.5 de mexicanos que viven de su trabajo tienen un ingreso por debajo del valor de la canasta alimentaria. Al empezar el año, esa porción rondaba el 35.7 por ciento. El despido y las menores ventas y contrataciones de las empresas (y la mexicana costumbre de recargar las pérdidas en los trabajadores) explican esta situación dramática.  

A su lado ocurre un reacomodo en la estructura del ingreso por nivel salarial. ¿Se acuerdan de aquellas voces ortodoxas que decían en 2014 “ya casi nadie gana el salario mínimo”? Una de las mentiras neoliberales que justificaban de depresión en los salarios. Pues la realidad previa y la realidad de la pandemia los ha venido a desmentir como un tsunami: en 2014, eran 2.8 millones de trabajadores los que ganaban el mínimo en México. Al comenzar su gobierno, López Obrador veía a 4.4 millones de personas en esa condición. ¿Y cuantos tenemos ganando el salario mínimo en el dramático 2020? Pues 7.1 millones de trabajadores (INEGI). 

Es decir: los muchos factores que se han modificado en estos años (incluyendo las alzas significativas en el monto de los mínimos) han hecho que ese sueldo de garantía, constitucional y por derecho, abarque cada vez a más y más mexicanos. El doble de trabajadores que ganan el salario mínimo en tan solo cuatro años.   

O pongámoslo de este modo: en el año 2020 ha llegado a su máximo la proporción de trabajadores mexicanos que ganan un salario mínimo: el 42.4 ciento ¡aproximándonos a la mitad! y contando. Los que ganan un sueldo inferior al salario mínimo, 18.7 por ciento. Es decir, el 61 por ciento de la gente trabajadora de este país merodea su existencia muy cerca de la pobreza extrema (fuentes, INEGI, CONASAMI).

De allí la importancia de la inminente decisión de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, atolondrada en un dilema endemoniado: las empresas muy pequeñas, chicas y medianas que generan empleo y pagan el minisalario, se hallan en una línea crítica, con la demanda a sus servicios disminuida y una perspectiva gris o negra en los siguientes meses. Sin ventas, con ingresos comprometidos, sin apoyo del gobierno ¿como subir los salarios? 

Pero al mismo tiempo está la realidad macroeconómica: si no se incrementan los ingresos que reciben los trabajadores, es muy posible que el mercado de trabajo formal se vuelva a convertir en un productor de miserables, pues volverá a pagar salarios por debajo de dos canastas alimentarias. Los trabajadores de ingreso mínimo (que son cada vez más) no podrán solventar las necesidades de alimentación de un dependiente y de él mismo, debido al fruto de su trabajo. 

Ese es el dilema, la decisión y el drama del salario mínimo hoy, en México. Empresas maltrechas y millones de trabajadores a punto de volver al ingreso propio de la pobreza extrema. 

En mi opinión el principio de la economía clásica debería ser invocado en este tiempo: nadie que trabaje honestamente, ocho horas, debe ser pobre y menos, pobre extremo. Su ingreso devengado así, debe permitir salir de la miseria. 

No es un número, no es un porcentaje, tampoco una decisión voluntarista, sino un principio económico (y este si, moral) que permitiría sortear la horrible capacidad destructiva de la crisis. Que los 7.1 millones de trabajadores en el mínimo, obtengan un ingreso que los coloque un poco más allá de la miseria. 

No es mucho pedir, incluso en tiempos de pandemia.