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El debate público

Informe sobre una democracia demostrada

 

 

 

Ricardo Becerra

La Crónica

05/08/2018

 

El miércoles por la noche, gracias a la generosidad de la editorial Siglo XXI, presentaremos un libro que se publicó antes —mucho antes— del primero de julio. Está basado en la confianza intelectual de un puñado de autores, para los cuales, hace rato, México había construido las condiciones para una competencia política abierta, libre, razonablemente equitativa. Y nos hacíamos cargo del pésimo humor social, el desdén e incluso el repudio que los ciudadanos sentían por la vida pública, el Gobierno, el Congreso, los partidos, etcétera.

En el IETD, lo titulamos: Informe sobre la democracia en México, en una época de expectativas rotasy —en plena era de la posverdad— quería documentar con cifras y datos, el gran cambio político que realmente sucedió y que se confirmó —de modo espectacular— el primero de julio pasado.

El obstinado candidato de Morena compitió por tercera vez, sus votos fueron escrupulosamente contados y resultó triunfante por una mayoría sin parangón en la historia de nuestra democracia. El sistema electoral funciona, lo que falla (decimos en el libro) son muchas otras cosas, muy fundamentales: la violencia que no cesa, la inseguridad, la economía, el ingreso, los derechos humanos, déficits inmensos que acaban lanzando una sombra negra sobre lo que realmente ofrece la vida democrática: cambio de gobierno legal y en paz, un nuevo mapa en la representación política, exactamente lo que vivimos el primero de julio.

Así pues, el libro se propone mirar a nuestra democracia con perspectiva histórica. En sus conclusiones, decimos: “¿Cómo llegamos, cómo fue construida la democracia mexicana? Mediante un largo proceso en el cuál, como quería Hirschman hace más de treinta años, muchos mexicanos estuvieron pendientes, no tanto de esperar un gran pacto fundador, no tanto de contabilizar que ‘las condiciones necesarias y suficientes para el cambio ya estaban maduras’, sino por el contrario, mediante una disposición alerta y posibilista: …al acecho de los acontecimientos históricos inusitados, de las raras concatenaciones, de sucesos favorables, de los pequeños senderos, de los avances parciales, de nuevas conductas que imaginemos que otros puedan imitar, etcétera. Pensando en lo posible —aquí y ahora— fruto no de una negociación, sino de muchas, sucesivas, distintas cada vez, impulsadas por la vida y los propios acontecimientos del país”.

Además “…sostenemos que no hubo un plan. Ni una ruta trazada de antemano por estrategas visionarios. Tampoco se elaboró una nueva Constitución como símbolo de una era nueva acompañada de un régimen político también nuevo. Se trataba de escapar de un sistema autoritario, haciendo avanzar una agenda parcial, democratizadora, cuya condición implícita era evadir la violencia política…

“Este proceso empezó en 1977 y —según nosotros— culminó en 1997. Como resultado de una pluralidad genuina y de una nueva institucionalidad que la encauzaba. El año 2000 vería la alternancia en el Ejecutivo federal y —al mismo tiempo— la debilidad manifiesta del otrora todopoderoso Presidente de la República, quien no contaba con mayoría en ninguna de las Cámaras legislativas. Ante sí se erigía una vasta oposición en muchos estados del país (empezando por la Ciudad de México) y dentro de un ecosistema dotado ya, de múltiples mecanismos de contrapeso a sus decisiones…

“No obstante, era la primera vez desde la fundación de la República mexicana que un cambio de partidos o de fuerzas distintas en el gobierno federal no desembocaba en la violencia, la resistencia facciosa o la guerra civil. Se dice rápido, pero hay que tener esa perspectiva: la primera vez en casi 200 años…

“Así llegamos a la democracia: escapando de las peores distorsiones y abusos del autoritarismo y su inframundo electoral, pero no pudimos o no supimos darle —ya no adjetivos— sino objetivos compartidos a la recién nacida democracia” (Conclusiones ¿Empezar de cero? redactadas por José Woldenberg y quien esto escribe).

El volumen —repleto de cifras demostrables— es una invitación a reconocer que, a pesar de todo, algo hemos hecho bien. Reconocer que en la disputa por el poder político, ganadores y perdedores no se deciden en un conciliábulo, sino atravesando complejos procesos sociales en los que se forma la opinión pública y la decisión electoral de millones.

Estamos en esas desde hace 20 años, y para mayor alucinación, gran parte de los mexicanos (incluyendo muchos de los ganadores de esta elección) no habían podido asumirlo.

Pero allí están las cifras y los hechos, que venga la discusión.