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La desindustrialización de México

Fuente: La Crónica

Ciro Murayama

Para 2009, la contracción de la economía mexicana será una de las más drásticas del orbe, pero lo será todavía más la de su sector industrial que, según diversas estimaciones, podría registrar una reducción del 15 por ciento. Los datos reales disponibles en noviembre de 2009 muestran que hasta el segundo trimestre, a la mitad del año, la economía mexicana en su conjunto había tenido una pérdida del 10.3 por ciento, mientras que las manufacturas registraban un menos 16.4 por ciento. Así, entre 2003 y 2009 el PIB de la manufactura apenas creció en 1.8 por ciento.

Hace casi 20 años, en 1990, el valor de la producción manufacturera representó el 20.8 por ciento del PIB. Esa cifra se mantuvo para el año 2000, cuando llegó a 20.3 por ciento, de tal manera que uno de cada cinco pesos de la riqueza que se generaba en el país provenía, justamente, de la industria manufacturera. Para 2008, sin embargo, la contribución había caído al 18.8 por ciento, de tal forma que el aporte de la manufactura al producto nacional se reduce.

Al segundo trimestre de 2009 la fabricación de insumos textiles cayó en 27.4 por ciento; la de equipo de computación en -26.3 por ciento; la industria de la madera en -23.1 por ciento. La fabricación de equipo de transporte que incluye la cadena autopartes-automotriz se redujo en 38.7 por ciento en el primer trimestre y en 44.5 por ciento en el segundo.

Las escalofriantes cifras anteriores provienen del “Monitor de la manufactura mexicana”, que acaba de publicar su octava entrega, y que realizan la Canacintra y la Facultad de Economía de la UNAM, bajo la coordinación de Enrique Dussel Peters. El documento (disponible en www.economia.unam.mx/cde/index.html) es un pertinente y urgente llamado de atención sobre un proceso que avanza sin el suficiente interés de los medios ni del debate público, pero que está teniendo graves efectos sobre el tejido productivo del país, sobre el nivel de empleo y sobre nuestra capacidad de desarrollo presente y futuro.

Con la actual crisis económica se ha agravado la situación en el mercado de trabajo, y en el empleo manufacturero en especial. La tasa de desempleo, nos dice el “Monitor…” llegó en agosto de 2009 a su máximo histórico desde que existen estadísticas, con un 5.7 por ciento para los hombres y 7.2 por ciento para las mujeres. Entre octubre de 2008 y septiembre de 2009, se perdieron 575 mil empleos formales. De ellos, el 60 por ciento, seis de cada diez, fueron en la manufactura. Esto es: se está destruyendo el empleo de los obreros calificados, del personal más productivo, del que cuenta con mayor capacidad para generar riqueza. Pero la destrucción de empleo formal en la manufactura viene desde el 2000 y se ha exacerbado. Baste decir que si en 2005 había 100 empleos en la manufactura, hoy hay sólo 92.

Además de la reducción del empleo, hay una tendencia negativa en términos de salarios en la manufactura. La brecha entre productividad laboral (crecimiento de la producción por trabajador) y los salarios (aumento de las percepciones de los trabajadores) entre 2005 y 2008 es del 24 por ciento.

Un elemento que está golpeando directamente a la economía mexicana es el desplome del dinamismo en el sector externo: hasta agosto de 2009 las exportaciones cayeron en 30.1 por ciento y las importaciones un 30.6 por ciento respecto al mismo mes de 2008. Como señala el estudio coordinado por Dussel, los problemas del sector externo no se deben sólo a la crisis actual, pues mientras las exportaciones crecieron a una tasa de 15.1 por ciento entre 1993 y 2000, lo hicieron sólo a una de 7.3 por ciento entre 2000 y 2008. Esto se debe tanto a las limitaciones del TLC como al auge exportador de Asia y, en especial, China, que nos han desplazado. Con China, por cierto, tenemos una relación importaciones/exportaciones de 17 a 1.

En lo que toca a las exportaciones manufactureras, su reducción para julio de 2009 respecto al mismo mes del año anterior fue de 26.7 por ciento, lo cual implica un descalabro sólo superado por la crisis de 1982-83.

En lo que se refiere a la Inversión Extranjera Directa (IED), el estudio estima una reducción del 25 por ciento respecto a la de 2008; en la manufactura el año pasado ya se había dado una caída casi a la mitad, del 46.4 por ciento.

La falta de financiamiento es un problema insostenible para la actividad productiva de México (aunque haya quien aún diga que la banca en nuestro país se maneja correctamente). Así, las empresas dedican sólo entre el 16 y 17 por ciento del financiamiento como inversión; desde 2008 se ha reducido el número de empresas que obtuvieron crédito bancario: no tienen crédito el 69 por ciento de las grandes empresas y el 80 por ciento de las pequeñas empresas.

La octava entrega del “Monitor de la manufactura” concluye con un análisis de la cadena hilo-textil-confección, la cual representa el 14.2 por ciento del empleo manufacturero y el 5.1 por ciento del valor agregado bruto manufacturero. Esta cadena tiene un alto componente de insumos importados (el 33.1 por ciento), lo que implica que genera poco valor agregado doméstico, además de que la industria maquiladora de exportación participa con el 23.6 por ciento de la cadena hilo-textil-confección. El PIB generado por estas actividades ha caído en 30 por ciento entre 2000 y 2008; asimismo, ha perdido al 56 por ciento de su personal ocupado al inicio de la década (una pérdida de 350 mil empleos). Así, lo que no hace mucho fue una pujante industria de exportación, la textil, se encuentra en un acelerado proceso de contracción.

Si una economía desarrollada es una economía industrializada, la desindustrialización de México es síntoma preocupante de que nuestro país avanza hacia el subdesarrollo, sin que las coordenadas de la política económica que nos introdujo en este sendero de destrucción productiva se modifiquen un ápice.

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