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El debate público

Los muchachos de Hacienda son unos bromistas

Ricardo Becerra

La Crónica

13/09/2015

¿Se acuerdan de la transformación de PEMEX en una empresa moderna y mundialmente competitiva -vuelta así- por la gracia de nuestra reforma estructural más emblemática? Pues miren esto: las inversiones de Pemex se recortarán en 20 por ciento para 2016. Con esa suerte, la fuente de recaudación más importante del Estado mexicano se debilita todavía más, mientras que las compañías petroleras engullen tranquilas, la parte de los hidrocarburos adquiridos en las sucesivas y cada vez más baratas rondas.
Informa La Crónica del 8 de septiembre: el recorte presupuestal lo abarca casi todo: secretarías, áreas y ramos. Desarrollo Social disminuye 6 mil millones de pesos (los hábiles auditores de Hacienda –dicen- descubrieron duplicidades). También en Salud, el presupuesto cae 9 mil 300 millones de pesos (a salvo, sólo el Seguro Popular y la pensión de adultos mayores). Educación –merced a una ingeniosa reingeniería- padecerá con 15 mil millones menos. Y los aplausos de la austeridad se los lleva Comunicaciones y Transportes (sí, nuestras carreteras, nuestra infraestructura física): 25 por ciento de ajuste, 33 mil millones de pesos menos.
Total: un recorte generalizado que suma 221 mil millones, un 3 por ciento menos -en términos reales- respecto al 2015. No hay de otra –nos repiten- ante la caída de los precios y de la producción de crudo.
¿Lo ven? Estamos presenciando una más de las profecías económicas autocumplidas: es insostenible el Estado, el nivel de gasto y por ello se recorta la que aún es la principal posibilidad de recursos del Estado: Pemex. Mala broma.
Pero esperen, el paquete presupuestal 2016 tiene ideas aún más locas. Por ejemplo: en un momento de mayor pobreza, México debe… pagar deudas. Ni siquiera las amas de casa suabas (ejemplo friedmaniano de austeridad) adelantarían pagos a los intereses de sus deudas, justo en un momento de disminución de sus ingresos.
Pues esto es lo que propone Hacienda: las ganancias cambiarias del Banco de México (compró dólares a 13 y los vendió a 16 pesos) se destinarán a la amortización de deuda -por adelantado- e incluso proponen un cambio legal para asegurarse de que así sea.
¿Por qué no mejor destinar esas ganancias monetarias en inversión pública, en apoyar a Pemex ó fortalecer la saturada red de hospitales públicos? ¿Y porque no tomar deuda en pesos justo en este momento de bajísimas tasas de interés para salvaguardar las obras de educación, salud, carreteras?
«La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal» declaraba J. M. Keynes cuando F. D. Roosevelt estaba intentando equilibrar el presupuesto demasiado pronto. Recortar el gasto público cuando la economía marcha débil, debilita la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha un ciclo de fuerte recuperación.
Eso se aprende en los libros de economía de cualquier Universidad respetable (incluyendo el de Dornbusch), pero los funcionarios de Hacienda han decidido no tomárselo en serio y aquí vamos, gestionando mal el ciclo, hacia un nuevo giro desastrosamente equivocado.