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El debate público

Más allá de la risa, el bochorno

Rolando Cordera Campos

La Jornada

16/02/2020

Tras una mala semana nos vino otra, pero esta vez como cruel farsa. El Presidente convocó a los ricos y súper ricos de México a comprar boletos para una estrafalaria lotería que parece divertirle mucho y juntó cerca de mil 500 millones de pesos, la mitad de lo que según sus cálculos vale el avión que vuela sobre nosotros y nuestra salud mental desde hace semanas.

Luego vino el coro. Tal vez por prurito o puro amor al relajo, los medios de información nos abrumaron con chistes, muchos de ellos malos, sorna plana y hasta con advertencias al Presidente y sus amigos so-bre posibles infracciones a las leyes mexicanas y estadunidenses en materia de bienes nacionales o de recompensas disfrazadas de donaciones, o al revés. Se trata, nos ilustran, de prácticas más que prohibidas por las leyes estadunidenses referidas al desempeño de sus transnacionales.

Insuperables fueron los dichos de alguna oposición sobre la extorsiónque el terrible gobierno ejercería contra los inermes plutócratas.

Santo y bueno. Lo que no sabemos es si se habló, aunque haya sido sotto voce, sobre las motivaciones de tan extraña ceremonia de encuentro, ¿ O reencuentro?, entre el poder público y el privado.

Su separación, recuérdese, llevó al presidente a cancelar la construcción del aeropuerto y otras minucias como las licitaciones energéticas y demás. Entonces, lo importante era saber quién manda en expreso homenaje a Humpty Dumpty… y se supo.

Menos aún sabemos si el Presidente se tomó el tiempo para explicarle a sus contertulios el estado del Estado, del cual depende en buena medida el desempeño de la economía y de las propias finanzas, ganancias y expectativas privadas. De su pago de impuestos y de la desproporción entre utilidades y carga fiscal efectiva seguro se pasó a otra cosa.

Tampoco se sabe si la decretada transferencia de los ingresos de la subasta a la compra de medicamentos e instrumentos para la cirugía y en general el cuidado de la salud, se debe a una catástofe financiera del sector público sanitario. Ignoramos también, si antes de convocar a la vendimia se trató de superar dicha tragedia digamos que con alguna oportuna traslación de fondos de algún programa presupuestal a otro. O contratando deuda, que bien valdría la pena hacerlo si ese fuese el caso.

De la salud y su circunstancia no parece haberse hablado, ni de las razones e implicaciones de esas ominosas visitas sorpresa a hospitales e institutos de salud llevadas a cabo por el secretario del ramo y la titular de la Función Pública. Esta práctica, en lastimosa frontera con lo inquisitorial, parece no dejar huella.

¿ Y entonces? Pues que aparte del bochorno que nos cae inclemente a muchos antiguos, lo que ocurre es que asistimos como invitados de piedra a una suerte de demolición virtual, simbólica a más no poder, lúdica si se me permite, pero más que real, de lo que nos quedaba del edificio estatal construido en décadas, después de treinta años de abuso liberalista y jolgorio neoliberal.

Esperemos que esta operación de zapa institucional no toque de más a lo que se prueba, con los días, como lo más preciado para la mayoría de los mexicanos, que es la salud, su cuidado y la prevención efectiva y oportuna de la enfermedad. Para una emergencia como la que podría llegarnos de repente, epidemia, pandemia, o, simplemente, agotamiento de paciencia o de reservas, no habría lotería a la mano…

Y los agraciados por su fortuna, seguramente habrían levantado el vuelo en sus tan merecidos aviones y helicópteros. Lo único que quedaría es jugar al solitario.

No, la vida no es una tómbola; como el Estado tampoco puede ser un casino.